Peligroso intento de convertirse en una potencia militar
Recientemente, en una reunión del gabinete el gobierno japonés aprobó oficialmente el proyecto de enmienda de la “ley sobre las Fuerzas de Autodefensa” en el sentido de elevar el status de la Agencia de Defensa al de “Ministerio de Defensa” y definir las actividades militares en el extranjero como la misión principal de dichas fuerzas. Con ello la reacción nipona trata de legalizar, dinamizar y hacer más eficientes las acciones de ellas en el exterior, realizando así su sueño de convertir a su país en una potencia militar.
Las Fuerzas de Autodefensa de Japón, superando mucho el límite de la “autodefensa”, poseen todos los medios y capacidad para agredir a otros países. Además, ya tienen creados hasta los mecanismos legales e institucionales para sus acciones en el exterior. La reciente decisión de los reaccionarios japoneses de introducir en el país nueve mísiles balísticos intercontinentales de fabricación norteamericana constituye otra prueba de su obsesión de elevar la capacidad de ataque de sus “Fuerzas de Autodefensa” y acelerar la conversión del país en una potencia militar.
La reacción nipona propaga que tales medidas son de carácter “defensivo”, pero en realidad sueña absurdamente con engañar la opinión del mundo, especialmente de los países asiáticos, y encubrir el carácter criminal y la peligrosidad de sus descabellados actos por la transformación del Estado en una potencia militar. Al haberse preparado suficientemente para la agresión al extranjero, Japón se ha vuelto tan arrogante como para exigir injustamente la posesión del territorio que en realidad pertenece a otros países, agudizando la situación de la región. Su historia de invasión al exterior nos enseña que este país es capaz de aprovechar de cualquier oportunidad para abrir el fuego contra países vecinos con el pretexto de litigios territoriales.
La reacción japonesa debe actuar con prudencia meditando sobre las graves consecuencias que puedan ocasionar sus insensatas pretensiones militares.
Choe Hak Chol
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