Monday, July 17, 2006





Jenin: Para no olvidar septiembre del 2003

Durante la última guerra de ocupación lanzada por el ejército sionista contra las ciudades, aldeas y campamentos de refugiados en Cisjordania, el campamento de refugiados de Jenin ocupó un importante espacio en el interés internacional. Lo primero que llamó la atención de ese pequeño campamento, que ocupa un área de apenas un kilómetro cuadrado, fue la heroica lucha de sus combatientes y población y su legendaria firmeza ante la moderna maquinaria de guerra sionista a pesar de sus limitados recursos.
No obstante, el mundo captó las imágenes de la matanza que estaba cometiendo el ejército israelí. Las noticias de la masacre comenzaron a filtrarse a los medios de difusión masiva, más allá del cerco y del hermetismo informativo impuestos por las hordas de la ocupación.
Historia de un campamento
El campamento de Jenin se erigió, en 1953, sobre una colina rocosa al oeste de la ciudad del mismo nombre, para albergar, en aquel momento a alrededor de cuatro mil palestinos refugiados en esa ciudad, después de salir de Haifa y de las aldeas cercanas, así como de la llanura de Marg Ibn Amer y otros poblados del llamado Triángulo.
Hasta mediados de mayo de 1948, en el lugar del actual campamento existía una base militar del ejército británico de Fideicomiso.
Poco a poco la población refugiada fue creciendo hasta que alcanzó la cifra de 13 mil 055 personas a finales del año 2001, según estadísticas de la UNRWA, Agencia de Naciones Unidas de Socorro y Trabajo para los Refugiados Palestinos.
El cerco y la destrucción del campamento se produjeron tras seis fracasados intentos militares llevados a cabo por el ejército israelí de ocupación para destruir la firme y combativa moral de los pobladores y liquidar y enterrar allí los símbolos de la resistencia. Jenin representó para los ocupantes una pesadilla que perturbaba los estratos militares y de seguridad, además de obstaculizar sus planes políticos, porque el campamento devino ejemplo, en lo que a resistencia y firmeza contra el ocupante se refiere, para los demás poblados, ciudades y campamentos palestinos. Ese pequeño campamento rechazó contundentemente la ocupación con la participación en la batalla decisiva de todos sus hijos, de todas las edades y sectores, con todo lo que encontraron a su alcance, desde la piedra hasta el fusil.
La víspera del 29 de marzo del 2002, fecha en que el enemigo sionista lanzó la guerra total contra las ciudades, poblados y campamentos de Cisjordania, ese campamento estuvo presente en el corazón de esta contienda, tal como expresaron los medios sionistas de información. Es que para los israelíes era inaceptable que un campamento de limitada área y escasos recursos, pudiera convertirse en un gigante y una contrapartida a las fuerzas de la ocupación con todo su poderío militar.
El campamento de Jenin es el más pobre de todos los campamentos y el de mayor densidad de población, pero sus habitantes nunca abandonaron el lugar, ni renunciaron a sus modestas viviendas, a pesar de la crueldad del estado de sitio impuesto implacablemente, la capacidad de destrucción, la escasez de los abastecimientos, la falta de materiales de primeros auxilios y la casi total carencia de agua potable.
Diario de la matanza
En la tarde del 2 de abril del 2002, el ejército israelí comenzó a movilizar sus tropas y a destacarlas alrededor del perímetro del campamento. Con la caída de la noche, el área estaba cercada por más de 200 blindados, entre tanques, vehículos y diferentes medios de transporte militar.
Las fuerzas israelíes dirigieron sus armas contra la población de Jenin, lejos del lente mundial ya que no permitieron a los medios de información acercarse al lugar. No obstante, algunas llamadas telefónicas de la población y los testimonios de los que pudieron salir con vida, además de las confesiones de algunos oficiales y soldados enemigos sobre el curso de la operación militar, permitieron, en cierto modo, precisar lo que realmente sucedió allí.
Con los primeros rayos de sol, en la mañana del 3 de abril, las tropas israelíes comenzaron el fuego de artillería contra el campamento y los tanques iniciaron el avance bajo las cortinas del constante bombardeo aéreo que duró todo el tiempo del cerco. Tras cinco días de bombardeo diurno y nocturno, las excavadoras israelíes se dieron a la tarea de demoler las viviendas con sus habitantes adentro, apoyadas en todo momento por el fuego intenso de los tanques, helicópteros, cazabombarderos F-16 y proyectiles de grueso calibre.
Los buldózeres y tanques avanzaron en dirección del campamento y destruyeron varios edificios habitados por cientos de personas.
Entonces, por primera vez, se comenzó a hablar de una matanza en el campamento. Los soldados israelíes recibieron órdenes precisas de abrir fuego contra todo lo que se moviera aunque fueran las personas desalojadas de sus casas. El bombardeo de aviones, helicópteros y tanques duró diez días antes de lanzar el asalto final contra el campamento.
Una masacre planificada
La masacre estaba planificada de antemano, y se llevó a cabo por órdenes militares precisas, para que las tropas emplearan todas las armas pesadas contra los objetivos civiles y así asesinaran a toda la población del lugar, si fuera necesario. Al respecto dijo el ministro sionista de guerra, Shaúl Mofaz: “He adiestrado al ejercito para la lucha urbana y contra los civiles”.
El grueso de la fuerza que atacó el campamento estuvo formado por mil soldados y oficiales de la V Brigada Mecanizada, apoyados por una compañía de tanques pesados Merkava y unidades de ingeniería de campaña.
Nadie sabe con exactitud el número de víctimas de la población del campamento de Jenin. Desde el primer momento, se podía percibir que se estaba cometiendo una verdadera matanza y algunas de sus escenas salieron a la luz pública desde el primer instante de la embestida sionista contra el campamento. La barbarie hizo que comenzaron a levantarse voces que exigían el fin de la matanza o al menos que se supiera lo que estaba sucediendo en el lugar.
El ejército sionista había aislado al campamento e impidió el acceso de los medios de prensa al escenario del crimen, e incluso salió al paso de las ambulancias de la Media Luna Palestina y de la Cruz Roja Internacional para evitar que atravesaran el cerco militar. No se permitió a personalidades internacionales acercarse al campamento.


Así, Tel Aviv pretendió poner una venda sobre los ojos del mundo durante todo el tiempo que duró el atroz crimen. Sin embargo, la magnitud de la atrocidad de agigantó hasta dimensiones intolerables para la conciencia mundial.
Ocultar las huellas del crimen
Al descubrirse el horripilante acto, Israel trató de encubrir la barbarie cometida y ordenó al ejército israelí que recogiera los cadáveres y los trasladara en camiones para que fueran enterrados en fosas comunes dentro de los territorios palestinos ocupados desde el año 48.
De esa forma, los sionistas pudieron alejar a todos los testigos del escenario del crimen. Los soldados israelíes fueron sorprendidos en actos de pillaje, tras segar las vidas de sus víctimas.
Varios ciudadanos y corresponsales extranjeros vieron los camiones del ejército sionista cargados de cadáveres salir del campamento con rumbo a cementerios colectivos fuera de Cisjordania. Ante un escándalo moral de tal magnitud, el Tribunal Supremo Israelí ordenó abrir un enorme hueco con excavadoras gigantes en el barrio Hayashin, en el centro del campamento, y enterrar a una gran cantidad de cuerpos sin vida, para posteriormente echar una gruesa capa de concreto encima de ellos.
Para ocultar las huellas del crimen, Israel rechazó todas las solicitudes de organizaciones internacionales de introducir equipos pesados y grúas al campamento para remover los escombros y desenterrar lo que hay bajo la superficie. También impidió que importantes organizaciones internacionales y humanitarias, en especial el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos y la Organización Amnistía Internacional, tuvieran acceso al campamento para investigar el número de víctimas y determinar los verdaderos actos cometidos por Israel.
La tragedia del desamparo
No se ha podido hasta nuestros días precisar lo que realmente ocurrió dentro del campamento. Los escombros de las casas aún ocultan los secretos del magnicidio cometido en Jenin. No obstante, la tragedia vivida por los sobrevivientes no es menos cruel que la de los muertos.
Más de 800 familias quedaron sin techo, desamparadas y deambulan en busca de refugio en escuelas e instituciones públicas. Otras aún están a la intemperie luego de haber perdido el último techo que les quedaba.
El horrendo crimen cometido por el ejercito sionista en el campamento de Jenin, que causó miles de víctimas de las que Israel solo reconoció 500, fue mucho mayor al pasar inadvertido a nivel internacional.
Por disposición del Consejo de Seguridad, se constituyó una Comisión Investigadora de la verdad, pero Estados Unidos rechazó esa decisión y presentó un proyecto de resolución que pidió a Kofi Annan, Secretario General de la ONU “presentar información precisa sobre los recientes acontecimientos que tuvieron lugar en el campamento de Jenin”.
Así se emitió la Resolución N° 1405 del Consejo de Seguridad, que facultó a Kofi Annan, a formar una Comisión para Investigar la verdad sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en el campamento. Como es habitual, Israel rechazó esa decisión y apenas el Secretario General de la ONU anunció su conformación, el estado sionista expresó sus reservas en relación con algunos de sus miembros. Por considerarlos parcializados con los palestinos, Tel Aviv exigió la destitución y reemplazo de Terje Roed-Larsen, Coordinador de la ONU para Medio Oriente; Peter Hansen, Director de la UNRWA para el Medio Oriente, y Mary Robinson, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos.
De esa manera, el estado sionista se desligó de la decisión, gracias al apoyo de Washington, que utilizó toda su influencia para despojar a la Comisión de los poderes y facultades que le fueron otorgados, lo cual en sí es un reconocimiento implícito al genocidio.
Quizás la peor provocación del gobierno de Tel Aviv a los órganos de las Naciones Unidas fue su oposición hacia la Comisión de Investigación de las matanzas de Jenín y demás regiones palestinas. No obstante, Israel fue más allá al intervenir en la constitución del grupo al objetar la presencia de tres de sus miembros.
Finalmente Annan se resignó ante la intransigencia israelí y aceptó reordenar la Comisión para que fuera integrada por el ex presidente de Finlandia, Martti Ahtisaari; la ex Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Refugiados, Sadako Ogata, y el ex presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, Cornelio Sommaruga.
Israel aceptó la Comisión en su nuevo formato por considerarla “el menor de los males” y porque las indagaciones no tendrían un carácter jurídico y se limitarían al campamento de Jenín, sin abarcar la tragedia que vive el pueblo palestino. Aún en estas condiciones, el gobierno de Sharon se retractó luego de su posición y no permitió la entrada a Jenín de los enviados de la ONU, al alegar que “no se puede satisfacer esta Comisión”. Tel Aviv abogó por formar una nueva comisión, integrada por las personas que sugiriera el gobierno sionista.
La Comisión fue definitivamente disuelta por el Secretario General de Naciones Unidas, el 3 de mayo del 2002.
Se hace evidente que el rechazo de Israel de recibir a la comisión, por no satisfacer sus condiciones y exigencias respecto a la especificidad de sus labores, nace del miedo a que se descubra la verdad sobre la participación de sus soldados y oficiales y por consiguiente estar sujeto a un juicio internacional bajo la acusación de haber cometido crímenes de lesa humanidad.

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