Sunday, July 16, 2006


LA GUERRA DE GUERRILLAS



La cuestión de la acción guerrillera es de sumo interés para nuestro
Partido y para las masas obreras. Ya nos hemos referido de paso a ella más de
una vez, y ahora, tal como lo habíamos prometido, nos proponemos ofrecer una
exposición más completa de nuestras ideas al respecto.


I
Comencemos por el principio. ¿Cuáles son las exigencias fundamentales que
todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de
lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas
primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma
determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha;
además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las
formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el
curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas
abstractas, a todas las recetas doctrinas,

exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el
desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la
agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente
nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el
marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se
limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un
momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas,
desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura
social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la
práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha
inventadas por "sistematizadores" de gabinete. Sabemos -- decía, por ejemplo,
Kautsky, al examinar las formas de la revolución social -- que la próxima
crisis nos traerá nuevas formas de lucha que no podemos prever ahora.
En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha
sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación
histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo
dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las
diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc.,
aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las
formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez
las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a
propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la
situación concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento,
significa abandonar completarnente la posición del marxismo.

Estos son los dos principios teóricos fundamentales que deben guiarnos. La
historia del marxismo en Europa Occidental nos suministra innumerables
ejemplos que confirman lo dicho. La socialdemocracia europea considera, en el
momento actual, el parlamentarismo y el movimiento sindical como las
principales formas de lucha; en el pasado reconocía la insurrección y está
plenamente dispuesta a reconocerla en el porvenir si la situación cambia, pese
a la opinión de los liberales burgueses, como los kadetes[141] y los
bezzaglavtsi [142] rusos. La socialdemocracia negaba la huelga general en la
década del 70 como panacea social, como medio para derribar de golpe a la
burguesía por la vía no política, pero admite plenamente la huelga política de
masa (sobre todo, después de la experiencia rusa de 1905) como uno de los
procedimientos de lucha, indispensable en ciertas condiciones. La
socialdemocracia, que admitía la lucha de barricadas en la década del 40 del
siglo XIX, y la rechazaba, basándose en datos concretos, a fines del siglo
XIX, se ha declarado plenamente dispuesta a revisar esta última opinión y a
reconocer la conveniencia de la lucha de barricadas después de la experiencia
de Moscú, que ha iniciado según las palabras de Kautsky, una nueva táctica de
las barricadas.


II
Establecidos los principios generales del marxismo, pasemos a la
revolución rusa. Recordemos el desarrollo histórico de las formas de lucha que
ha hecho aparecer. Primero, las huelgas económicas de los obreros (1896-1900),
después, las manifestaciones políticas de obreros y estudiantes (1901-1902),
las revueltas campesinas (1902), el principio de las huelgas

políticas de masas combinadas de diversos modos con las manifestaciones
(Rostov 1902, las huelgas del verano de 1903, el 9 de enero de 1905), la
huelga política en toda Rusia con casos locales de combates de barricadas
(octubre de 1905), la lucha masiva de barricadas y la insurrección armada
(diciembre de 1905), la lucha parlamentaria pacífica (abril-junio de 1906),
los alzamientos militares parciales (junio de 1905-julio de 1906), las
sublevaciones parciales de campesinos (otoño de 1905-otoño de 1906).
Tal es el estado de cosas en el otoño de 1906, desde el punto de vista de
las formas de lucha en general. La forma de lucha con que la autocracia
"contesta" es el pogromo de las centurias negras, comenzando por el de
Kishiniov en la primavera de 1903, y terminando por el de Siedlce en el otoño
de 1906. Durante todo este período la organización de pogromos por las
centurias negras y las matanzas de judíos, estudiantes, revolucionarios,
obreros conscientes han ido constantemente en aumento y se han ido
perfeccionando, uniéndose la violencia de la chusma sobornada a la violencia
de las tropas centurionegristas, llegando hasta utilizar la artillería en
aldeas y ciudades, en combinación con expediciones punitivas, trenes de
represión, etc.
Tal es el fondo esencial del cuadro. Sobre este fondo se dibuja --
evidentemente como algo particular, secundario, accesorio -- el fenómeno a
cuyo estudio y apreciación está consagrado el presente artículo. ¿En qué
consiste este fenómeno? ¿Cuáles son sus formas? y ¿cuáles sus causas? ¿Cuándo
surgió y hasta dónde se ha extendido? ¿Cuál su significación en la marcha
general de la revolución? ¿Cuáles son sus relaciones con la lucha de la clase
obrera, organizada y dirigida por la socialdemocracia? Estas son las
cuestiones

que debemos abordar ahora, después de haber bosquejado el fondo general del
cuadro.
El fenómeno que nos interesa es la lucha armada. Sostienen esta lucha
individuos aislados y pequeños grupos. Unos pertenecen a las organizaciones
revolucionarias otros (la mayoría, en cierta parte de Rusia) no pertenecen a
ninguna organización revolucionaria. La lucha armada persigue dos fines
diferentes, que es preciso distinguir rigurosamente : en primer lugar, esta
lucha se propone la ejecución de personas aisladas, de los jefes y subalternos
de la policía y del ejército; en segundo lugar, la confiscación de fondos
pertenecientes tanto al gobierno como a particulares. Parte de las sumas
confiscadas va al partido, parte está consagrada especialmente al armamento y
a la preparación de la insurrección, parte a la manutención de los que
sostienen la lucha que caracterizamos. Las grandes expropiaciones (la del
Cáucaso, de más de 200.000 rublos; la de Moscú, de 875.000 rubios) estaban
destinadas precisamente a los partidos revolucionarios ante todo; las pequeñas
expropiaciones sirven en primer lugar, e incluso a veces enteramente, al
sostenimiento de los "expropiadores". Esta forma de lucha ha tomado un amplio
desarrollo y extensión, indudablemente, tan sólo en 1906, es decir, después de
la insurrección de diciembre. La agudización de la crisis política hasta
llegar a la lucha armada y, sobre todo, la agravación de la miseria, del
hambre y del paro en las aldeas y en las ciudades han desempeñado un
importante papel entre las causas que han originado la lucha de que tratamos.
El mundo de los vagabundos, el "lumpenproletariat" y los grupos anarquistas
han adoptado esta forma de lucha como la forma principal y hasta exclusiva de
lucha social. Como forma de lucha empleada en "respuesta" por la autocracia,
hay que considerar: el estado de gue-

rra, la movilización de nuevas tropas, los pogromos de las centurias negras
(Siedlce) y los consejos de guerra.


III
El juicio habitual sobre la lucha que estamos describiendo, se reduce a lo
siguiente: esto es anarquismo, blanquismo, el antiguo terrorismo, actos de
individuos aislados de las masas que desmoralizan a los obreros, que apartan
de ellos a los amplios círculos de la población, desorganizan el movimiento y
perjudican a la revolución. En los hechos comunicados todos los días por los
periódicos se encuentran, sin dificultad, ejemplos para confirmar este juicio.

Pero ¿son convincentes estos ejemplos? Para comprobarlo tomemos el hogar
en que esta forma de lucha está más desarrollada: la región de Letonia. He
aquí en qué términos se lamenta Nóvoie Vremia [143] (del 9 y del 12 de
septiembre), de la actividad de la socialdemocracia letona. El Partido Obrero
Socialdemócrata Letón (sección del POSDR) publica regularmente 30.000
ejemplares de su periódico; en las columnas de anuncios de éste se publican
listas de confidentes cuya supresión constituye un deber para cada hombre
honrado; los que ayudan a la policía son declarados "enemigos de la
revolución" y deben ser ejecutados, y, además, confiscados sus bienes; se
llama a la población a no dar dinero para el Partido Socialdemócrata más que
contra recibo sellado; en la última rendición de cuentas del Partido figuran,
entre los 48.000 rublos de ingreso del año, 5.600 rublos de la sección de
Libava para la compra de armas, procurados mediante expropiaciones. Como es
natural, Nóvoie Vremia

lanza rayos y centellas contra esta "legislación revolucionaria", contra este
"gobierno de terror".
Nadie se atreverá a calificar de anarquismo, de blanquismo, de terrorismo,
estas acciones de los socialdemócratas letones. Pero, ¿por qué? Porque en este
caso es evidente la relación de la nueva forma de lucha con la insurrección
que estalló en diciembre y que madura de nuevo. En lo que concierne a toda
Rusia, esta relación no es tan perceptible, pero existe. La extensión de la
lucha de "guerrillas", precisamente después de diciembre, su relación con la
agravación de la crisis no sólo económica, sino también política, son
innegables. El viejo terrorismo ruso era obra del intelectual conspirador;
ahora, la lucha de guerrillas la mantiene, por regla general, el obrero
combatiente o simplemente el obrero sin trabajo. Blanquismo y anarquismo se
les ocurren fácilmente a gentes que gustan de los clichés, pero en la
atmósfera de insurrección, que de un modo tan evidente existe en la región de
Letonia, es indudable que estas etiquetas aprendidas de memoria no tienen
ningún valor.
El ejemplo de los letones demuestra perfectamente que el método, tan común
entre nosotros, de analizar la guerra de guerrillas al margen de las
condiciones de una insurrección, es incorrecto, anticientífico y
antihistórico. Hay que tener en cuenta esta atmósfera insurreccional,
reflexionar sobre las particularidades del período transitorio entre los
grandes actos de la insurrección, comprender qué formas de lucha surgen
necesariamente como consecuencia de ello y no salir del paso con un surtido de
palabras aprendidas de memoria, que son empleadas lo mismo por los kadetes y
por la gente de Nóvoie Vremia : ¡anarquismo, pillaje, rufianismo!
Las operaciones de guerrillas, se dice, desorganizan nuestro trabajo.
Apliquemos este razonamiento a la situación

creada después de diciembre de 1905, a la época de los pogromos de las
centurias negras y de la ley marcial. ¿Qué es lo que desorganiza más el
movimiento en dicha época: la falta de resistencia o bien la lucha organizada
de los guerrilleros? Comparad la Rusia Central con sus confines del Oeste, con
Polonia y la región de Letonia. La lucha de guerrillas ha adquirido
indudablemente mucha más difusión y desarrollo en esos confines occidentales.
Y es no menos innegable que el movimiento revolucionario en general y el
movimiento socialdemócrata en particular, están más desorgenizados en la Rusia
Central que en las regiones del Oeste. Evidentemente, ni siquiera se nos
ocurre la idea de deducir que si los movimientos socialdemócratas polaco y
letón están menos desorganizados es gracias a la guerra de guerrillas. No. La
única conclusión que se desprende de ello es que no puede imputarse a la
guerra de guerrillas el estado de desorganización del movimiento obrero
socialdemócrata en la Rusia de 1906.
Se invocan frecuentemente las particularidades de las condiciones
nacionales, lo cual revela manifiestamente la debilidad de la argumentación
corriente. Si se trata de las condiciones nacionales, es que no se trata de
anarquismo, de blanquismo, de terrorismo -- pecados comunes a toda Rusia e
incluso específicamente rusos --, sino de algo diferente. ¡Analizad este algo
diferente de un modo concreto, señores! Veréis entonces que la opresión o el
antagonismo nacionales no explican nada, pues siempre han existido en los
confines occidentales, mientras que la lucha de guerrillas ha sido engendrada
solamente por el período histórico actual. Hay muchos sitios en que existen la
opresión y el antagonismo nacionales, pero no la lucha de guerrillas, que se
desarrolla a veces sin que se dé la opresión nacional. Un análisis

concreto de la cuestión muestra que no es del yugo nacional de lo que se
trata, sino de las condiciones de la insurrección. La lucha de guerrillas es
una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha
llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o
menos considerables entre "grandes batallas" de la guerra civil.
No son las acciones de guerrillas las que desorganizan el movimiento, sino
la debilidad del Partido, que no sabe tomar en sus manos tales acciones. Por
eso, entre nosotros, los rusos, los anatemas lanzados habitualmente contra las
acciones de guerrillas, coinciden con acciones de guerrillas clandestinas,
accidentales, no organizadas, que realmente desorganizan al Partido. Incapaces
de comprender cuáles son las condiciones históricas que engendran esta lucha,
somos igualmente incapaces de contrarrestar sus aspectos perjudiciales. La
lucha no por eso deja de continuarse, pues la provocan potentes factores
económicos y políticos. No tenemos fuerza para suprimir estos factorcs ni esta
lucha. Nuestras quejas contra la lucha de guerrillas son quejas contra la
debilidad de nuestro Partido en materia de insurrección.
Lo que hemos dicho de la desorganización se aplica también a la
desmoralización. No es la guerra de guerrillas lo que desmoraliza, sino el
carácter inorganizado, desordenado, sin partido de las acciones de guerrillas.
De esta evidentísima desmoralización no nos salvaremos ni un ápice condenando
o maldiciendo las acciones de guerrillas; pues estas condenaciones y
maldiciones son absolutamente impotentes para detener un fenómeno provocado
por causas económicas y políticas profundas. Se nos objetará que si somos
incapaces de detener un fenómeno anormal y desmoralizador, esto no

es razón para que el Partido adopte procedimientos de lucha anormales y
desmoralizadores. Pero tal objeción sería puramente liberal-burguesa y no
marxista, pues un marxista no puede considerar en general anormales y
desmoralizadoras la guerra civil o la guerra de guerrillas, como una de sus
formas. Un marxista se basa en la lucha de clases y no en la paz social. En
ciertos períodos de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases,
al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en lucha
armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está
obligado a tomar posición por la guerra civil. Toda condenación moral de ésta
es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo.
En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es un
partido de combate. Esto es absolutamente incontrovertible. Estamos
completamente dispuestos a conceder que, desde el punto de vista de la guerra
civil se puede demostrar, y se demuestra, la inconveniencia de unas u otras
formas de guerra civil en uno u otro momento. Admitimos plenamente la crítica
de las diversas formas de guerra civil desde el punto de vista de la
conveniencia militar y estamos incondicionalmente de acuerdo en que, en esta
cuestión, el voto decisivo corresponde a los militantes activos
socialdemócratas de cada localidad. Pero, en nombre de los principios del
marxismo, exigimos absolutamente que nadie intente sustraerse al análisis de
las condiciones de la guerra civil con frases triviales y rutinarias sobre el
anarquismo, el blanquismo y el terrorismo; que no se haga de los
procedimientos insensatos empleadGs en la guerra de guerrillas en un cierto
momento por cierta organización del Partido Socialista Polaco, un espantajo en
la cuestión de la participación de la socialdemocracia en la guerra de
guerrillas en general.

El argumento de que la guerra de guerrillas desorganiza el movimiento debe
ser apreciado de manera crítica. Toda forma nueva de lucha, que trae aparejada
consigo nuevos peligros y nuevos sacrificios, "desorganiza",
indefectiblemente, las organizaciones no preparadas para esta nueva forma de
lucha. Nuestros antiguos círculos de propagandistas se desorganizaron al
recurrir a los métodos de agitación. Nuestros comités se desorganizaron al
recurrir a las demostraciones. En toda guerra, cualquier operación lleva un
cierto desorden a las filas de los combatientes. De esto no puede deducirse
que no hay que combatir. De esto es preciso deducir que hay que aprender a
combatir. Y nada más.
Cuando veo a socialdemócratas que declaran arrogante y presuntuosamente:
nosotros no somos anarquistas, ni ladrones, ni bandidos; estamos por encima de
todo eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto: ¿comprenden esas
gentes lo que dicen? En todo el país se libran encuentros armados y choques
entre el gobierno centurionegrista y la población. Es un fenómeno
absolutamente inevitable en la fase actual de desarrollo de la revolución.
Espontáneamente, sin organización -- y, precisamente por eso, en formas a
menudo poco afortunadas y malas --, la población reacciona también mediante
colisiones y ataques armados. Estoy de acuerdo en que, a causa de la debilidad
o de la falta de preparación de nuestra organización, podemos renunciar, en
una localidad y en un momento dado, a colocar esta lucha espontánea bajo la
dirección del Partido. Estoy de acuerdo en que esta cuestión debe ser resuelta
por los militantes locales activos, en que no es cosa fácil reajustar el
trabajo de organizaciones débiles y no preparadas. Pero cuando veo que un
teórico o que un publicista de la socialdemocracia, no lamenta esta falta de
preparación, sino que repite con or-

gullosa suficiencia y entusiasmo narcisista las frases aprendidas en su
primera juventud sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo, me causa
una gran pena el ver rebajar así la doctrina más revolucionaria del mundo.
Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a
la categoría de los vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de
esto sólo se desprende que el partido del proletariado no puede nunca
considerar la guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el
principal procedimiento de lucha; que este procedimiento debe estar
subordinado a los otros, debe ser proporcionado a los procedimientos
esenciales de lucha, ennoblecido por la influencia educadora y organizadora
del socialismo. Sin esta última condición, todos, absolutamente todos los
procedimientos de lucha, en la sociedad burguesa, aproximan al proletariado a
las diversas capas no proletarias, situadas por encima o por debajo de él, y,
abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se desgastan, se
pervierten, se prostituyen. Las huelgas, abandonadas al censo espontáneo de
los acontecimientos, degeneran en Alliances, en acuerdos entre obreros y
patronos contra los consumidores. El parlamento degenera en un burdel, donde
una banda de politicastros burgueses comercia al por mayor y al por menor con
la "libertad popular", el "liberalismo", la "democracia", el republicanismo,
el anticlericalismo, el socialismo y demás mercancías de fácil colocación. La
prensa se transforma en alcahueta barata, en instrumento de corrupción de las
masas, de adulación grosera de los bajos instintos de la muchedumbre, etc.,
etc. La socialdemocracia no conoce procedimientos de lucha universales que
separen al proletariado con una muralla china de las capas situadas un poco
más arriba o un poco más abajo de él. La socialdemocracia emplea, en di-

versas épocas, diversos procedimientos, rodeando siempre su aplicación de
condiciones ideológicas y de organización rigurosamente determinadas[*].


IV
Las formas de lucha de la revolución rusa, comparadas con las revoluciones
burguesas de Europa, se distinguen por su extraordinaria variedad. Kautsky lo
había previsto en parte cuando decía en 1902 que la futura revolución (tal vez
con excepción de Rusia, añadía) sería no tanto una lucha del pueblo contra el
gobierno, como una lucha entre dos partes del pueblo. En Rusia vemos que esta
segunda lucha toma indudablemente un desarrollo más extenso que en las
revoluciones burguesas de Occidente. Los enemigos de


* Se acusa frecuentemente a los socialdemócratas bolcheviques de asumir
una actitud irreflexiva y parcial frente a las acciones de guerrillas. Por
esto no será superfluo recoldar que en el proyecto de resolución sobre las
acciones de guerrillas (Nƒ 2 de Partinie Izvestia [144] e informe de Lenin
acerca del Congreso[145]) el sector de bolcheviques que las defiende ha puesto
las condiciones siguientes para su aprobación: no son toleradas en absoluto
las "expropiacioncs" de bienes privados; las "expropiacioncs" de bienes del
Estado no son recomendadas; sólo son toleradas a condición de que se hagan
bajo el control del Partido y de que los recursos sean destinados a las
necesidades de la insurrección. Las acciones de guerrillas que revisten la
forma de actos terroristas son recomendadas contra los opresores
gubernamentales y los elementos activos de las "centurias negras", pero con
las condiciones siguientes: 1) tener en cuenta el estado de ánimo de las
grandes masas; 2) tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero
local; 3) preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del proletariado.
La diferencia práctica entre este proyecto y la resolución adoptada en el
Congreso de Unificación[146] consiste, exclusivamente, en que las
"expropiaciones" de bienes del Estado no han sido admitidas.

nuestra revolución son poco numerosos entre el pueblo, pero se organizan más y
más a medida que la lucha se agudiza y reciben apoyo de las capas
reaccionarias de la burguesía. Es, pues, completamente natural e inevitable
que en una época semejante, en una época de huelgas políticas en escala
nacional, la insurrección no puede adoptar la antigua forma de actos aislados,
limitados a un lapso de tiempo muy breve y a una zona muy reducida. Es
completamente natural e inevitable que la insurrección tome formas más
elevadas y complejas de una guerra civil prolongada y que abarca a todo el
país, es decir, de una lucha armada entre dos partes del pueblo. Semejante
guerra no puede concebirse más que como una serie de pocas grandes batallas,
separadas unas de otras por intervalos relativamente considerables y una gran
cantidad de pequeños encuentros librados durante estos intervalos. Si esto es
así -- y lo es sin duda --, la socialdemocracia debe sin falta plantearse la
tarea de constituir organizaciones que sean lo más aptas posibles para dirigir
a las masas en estas grandes batallas y, en lo posible, en estos pequeños
encuentros. La socialdemocracia debe proponerse, en la época en que la lucha
de clases se agudiza hasta llegar a la guerra civil, no solamente tomar parte
en esta guerra civil, sino también desempeñar la función dirigente en ella. La
socialdemocracia debe educar y preparar a sus organizaciones para que
realmente sean capaces de actuar como una parte beligerante, no dejando pasar
ninguna ocasión de asestar un golpe a las fuerzas del adversario.
Esta es -- no es posible negarlo -- una tarea difícil, que no se puede
resolver de golpe. Lo mismo que todo el pueblo se reeduca y se instruye en la
lucha en el curso de la guerra civil, nuestras organizaciones deben ser
educadas, deben ser

reorganizadas sobre la base de lo que enseña la experiencia, a fin de estar a
la altura de su misión.
No tenemos la menor pretensión de imponer a los militantes activos una
forma de lucha cualquiera inventada por nosotros, ni siquiera resolver, desde
nuestro gabinete, la cuestión del papel que una u otra forma de guerra de
guerrillas puede desempeñar en el curso general de la guerra civil en Rusia.
Lejos de nosotros la idea de ver en la apreciación concreta hecha de una u
otra acción de guerrillas una cuestión de tendencia en la socialdemocracia.
Pero consideramos que constituye para nosotros un deber contribuir en la
medida de nuestras fuerzas a la justa apreciación teórica de las formas nuevas
de lucha que la vida hace aparecer; que debemos combatir sin cuartel la rutina
y los prejuicios que impiden a los obreros conscientes plantear como conviene
esta nueva y difícil cuestión y abordar como es debido su solución.

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