Sunday, March 04, 2012

"Intervención en el simposio para la redacción de la historia del Primer Grupo de Ejércitos del Ejército Rojo"



El origen de dicho grupo de ejércitos puede remontarse al año 1925, cuando, al reorganizarse el gobierno revolucionario de Guangdong, con la unificación de todas las tropas bajo su mando como Ejército Revolucionario Nacional, nuestro Partido envió al camarada Ye Ting a formar un regimiento independiente, cuyo adiestramiento había de realizarse dentro de la 12ª. división del 4° cuerpo de ejército al mando de Zang Fakui.

Durante la Expedición al Norte, este regimiento contaba con unos dos mil hombres, y sus cuadros eran en su mayoría miembros del Partido Comunista. Los camaradas Lin Biao, Zhou Shidi, Chen Yi, Nie Heting y Xiao Ke proceden todos de ese regimiento. Al estallar el Levantamiento de Nanchang [1], este regimiento ya se había ampliado y convertido en el II° cuerpo del ejército, compuesto por seis regimientos. Además, el regimiento de guardias del Gobierno Nacional de Wuhan, al mando de Lu De-ming y otros camaradas, también había sido organizado por cuadros enviados desde ese regimiento independiente. Luego, este regimiento de guardias pasó a ser dirigido por el Presidente Mao, tomó parte en el Levantamiento de la Cosecha de Otoño y subió a las montañas Jianggang[2].

Antes del Levantamiento de Nanchang, la dirección oportunista de Chen Duxiu abandonó, por una parte, el ejército en manos de la burguesía y, por la otra, subrayó unilateralmente la necesidad de dedicarse en cambio al movimiento de masas; como consecuencia de ello, los miembros de nuestro Partido renunciaron a los cargos de oficiales en las fuerzas armadas y se limitaron a ayudar a otros a realizar el trabajo político en el ejército. ¡Habráse visto tontería semejante! En aquel entonces solo teníamos ese regimiento independiente, aunque podríamos haber creado más tropas propias.

En las postrimerías de la Gran Revolución, Jiang Jieshi se volvió reaccionario, y los miembros de nuestro Partido y las masas revolucionarias fueron víctimas de matanzas por todas partes. Si, en aquella época, hubiéramos trabajado como debíamos en la construcción del ejército, conjugando el trabajo militar con el movimiento de masas, entonces, pese a que Jiang Jieshi se volvió reaccionario, habríamos podido expulsarlo de inmediato y hacernos cargo nosotros mismos de todo el trabajo. Pero, debido a nuestra ignorancia de la necesidad de contar con fuerzas armadas y de la importancia de la lucha armada, cuando Jiang Jieshi se volvió reaccionario, no fuimos nosotros quienes lo expulsamos a él, sino fue él quien nos expulsó e hizo una carnicería con nosotros. Esto demuestra que Jiang Jieshi sí tenía clara idea de la importancia de la fuerza de las armas y era más inteligente que nosotros. En consecuencia, la vigorosa Gran Revolución se fue al traste y quedó sepultada. [...]

A la formación de nuestro ejército hicieron su contribución numerosos camaradas que durante la Gran Revolución se dedicaron al trabajo militar, entre ellos los camaradas Zhou Enlai, Ni Rongshen y Li Fuchan, entonces responsables de la Comisión Militar del Comité Central del Partido, así como los camaradas que trabajaban en los cursillos de adiestramiento militar organizados secretamente por el Partido. Sin el trabajo militar que desarrollaron, no habríamos podido crear el regimiento independiente ni desatar los levantamientos de Nanchang, de la Cosecha de Otoño, de Guangzhou y del Sur de Hunan. En aquellos tiempos, la Comisión Militar del Partido seleccionó y envió a algunos cuadros a cursar estudios a la Academia de Huangpu, y muchos de ellos habían de constituir más tarde la columna vertebral del Ejército Rojo. [...]

Aparte de eso, fijamos en el período de las montañas de Jinggang la política de ganarnos a los prisioneros, política que aconsejaba atraerlos y emplearlos con audacia y atreverse a incorporar a nuestras fuerzas las tropas que se habían rendido y pasado a nuestro lado. Por ejemplo, libres de todo recelo, incorporamos a nuestras fuerzas las tropas que, bajo el mando de Bi Zhanyuan[3] y de otros camaradas, se habían sublevado y pasado a nuestro lado, y luego las tropas dirigidas por el camarada Luo Binghui[4]. Estas tropas, una vez reeducadas, llenaban los requisitos necesarios para la lucha y tenían una gran capacidad combativa. Si bien en un principio aun dejaba algo que desear su observancia de la disciplina en el trato con las masas, las cosas fueron mejorando paulatinamente mediante la educación. Hasta ahora, camaradas como Luo Binghui y Bi Zhanyun siguen siendo buenos cuadros de nuestro ejército. Se trata de una experiencia muy útil.




NOTAS

[1] El 1° de agosto de 1927 se produce en Nanchang la primer gran sublevación de tropas dirigidas por el Partido Comunista de China, frente al golpe de Estado contrarrevolucionario de Jiang Jieshi.

[2] Al año siguiente, en abril de 1928, al Ejército Revolucionario de Obreros y Campesinos dirigido por Mao Zedong se unieron las tropas remanentes de los levantamientos de Nanchang y Guangzhou dirigidas por Zhu De y Chen Yi y las fuerzas armadas campesinas del Levantamiento del Sur de Hunan. Así se conformó el 4° cuerpo de ejército del Ejército Revolucionario de obreros y campesinos, luego denominado 4° cuerpo de ejército del Ejército Rojo de obreros y campesinos de China, con Zhu De como jefe y Mao Zedong como representante del Partido. Ver “La lucha en las montañas Chingkang”, Obras Escogidas de Mao Tsetung, tomo I.

[3] Bi Zhanyun era en 1927 jefe de un batallón del ejército guomindanista. En septiembre de 1928, a la cabeza de sus unidades, se sublevó en Guidong, provincia de Hunan, para incorporarse al Ejército Rojo de Obreros y Campesinos de China. En octubre del mismo año, ingresó en el PCCh. En 1944 era subcomandante de la Zona Militar del Este de Hebei.

[4] Liu Binghui se incorporó al PCCh en julio de 1929 siendo el jefe de la brigada de pacificación del Guomindang en Ji’an, provincia de Jiangxi. En octubre, se sublevó a cabeza de sus unidades para incorporarse al Ejército Rojo de Obreros y Campesinos de China. En 1944 era jefe de la 2ª. división del Nuevo 4° Cuerpo de Ejército.


Friday, April 20, 2007

EN LA SECCION DE VIDEOS PODRAS VER UN FABULOSO DOCUMENTAL SOVIETICO DE LA BATALLA DE STALINGRADO

Monday, March 12, 2007


Stalingrado:
El campo de batalla de la historia... La historia de un campo de batalla
Stalingrado
de Anthony Beevor, Editorial Crítica, Barcelona, 2000
Enemigo al acecho
Una película dirigida por Jean-Jaçques Annaud, 2001
La Batalla de Stalingrado, un choque titánico en la II Guerra Mundial entre la Alemania nazi y la Unión Soviética socialista, ha sido tema de incontables estudios, libros, películas y memorias. Sin embargo, dos obras recientes, ?el libro de Anthony Beevor, importante escritor británico en asuntos militares y la película del director francés Jean-Jaçques Annaud? han contribuido a que la nueva generación conozca lo que fue la más grande batalla de la historia. No sólo fue un choque militar en gran escala, que enfrentó a millones de soldados entre sí, sino fue el acontecimiento clave de un drama en que se enfrentaron dos sistemas sociales ?el capitalista-imperialista representado por los nazis alemanes y el socialista que nació en la Revolución de Octubre y que se desarrolló durante dos décadas con la dirección de Lenin y Stalin? en un combate de vida o muerte. Fue el punto de viraje de la II Guerra Mundial y el principio del fin de la Alemania de Hitler, la cual hasta la invasión de la URSS, había ocupado fácilmente casi todo el este y el oeste de Europa.
En relación a la grandeza del tema, el libro de Beevor y la película de Annaud quedan muy cortos. El valor del pueblo en la defensa de la URSS y el heroísmo del Ejército Rojo, de resistir y finalmente vencer a un enemigo mucho mejor equipado, es un acontecimiento histórico tan transcendental que no se puede pasarlo por alto tan fácilmente. Por injusto que parezca equiparar la erudición de Beevor con la burda ficción hollywoodesca de Annaud, ambas obras, si bien en diferentes esferas y con diferentes públicos, intentan explicar el heroísmo del proletariado desde el punto de vista de la burguesía. Aunque ambas obras son fieles a los ?hechos? (es posible aprender mucho de ellas desde el punto de vista del proletariado revolucionario), se tragaron por completo una gran mentira: que la mayor victoria militar de todo el tiempo ocurrió sin importar o hasta en oposición a la existencia del sistema socialista y a la dictadura del proletariado. De fondo, la suya es una misión sin esperanza. Sin importar cuán talentosas o financiadas fueron las obras (la película de Annaud contó con el mayor presupuesto jamás visto para una película europea), el resultado puede tener el efecto contrario: alentar a la nueva generación a descubrir por sí misma el verdadero significado de la palabra ?Stalingrado?.
ANTECEDENTES DE LA BATALLA
En respuesta a su derrota en la I Guerra Mundial y el castigo del Tratado de Versalles, la clase dominante imperialista alemana se había dedicado a impulsar un nuevo reparto imperialista del mundo. Otro objetivo que acompañó ese afán, fue su deseo de eliminar la Unión Soviética, el primer Estado socialista del mundo. El instrumento que utilizó para sus fines fue el Partido Nacional Socialista (nazi) dirigido por Hitler.
Todo el mundo imperialista compartía el objetivo de destruir a la URSS. Inglaterra, Francia y los Estados Unidos no tenían menos odio a la dictadura del proletariado. Uno de los ?objetivos de guerra? principales de Inglaterra y los Estados Unidos en la II Guerra Mundial fue hacer que los alemanes apuntaran su máquina de guerra hacia el este, para que derrotara a la URSS y se debilitara en el proceso. Mao Tsetung llamó a esta política ?quedarse sentados en la montaña como espectadores de la pelea entre los tigres?.
Para desviar esta estrategia, la Unión Soviética buscó un acuerdo con los imperialistas anglo-franceses, en pos de una defensa colectiva contra Alemania. Ese intento falló y en 1939, la URSS firmó un pacto de no agresión con Alemania. Durante los siguientes dos años, el aparato militar alemán conquistó una victoria tras otra: Polonia, Dinamarca, Holanda y Bélgica. Invadió a Francia, la que pronto capituló (la gran mayoría de la clase dominante francesa se alió con Alemania durante la guerra). El ejército británico en Europa rápidamente retrocedió al otro lado del estrecho de Dover.
Los británicos se quedaron de brazos cruzados mientras Hitler consolidaba su poder en el continente y preparaba una poderosa ofensiva contra la URSS. El 22 de junio de 1941, los alemanes emprendieron el ataque con una masiva fuerza invasora de 5.500.000 soldados (con fuerzas de los Estados satélites de Rumania, Bulgaria, etc.), 3.350 tanques y 2.000 aviones, y, por medio de la ocupación, los recursos colectivos de la Europa ocupada. Atacó en tres frentes: por el norte hacia Leningrado, en el centro hacia Moscú y en el sur hacia Kiev y, más allá, Stalingrado y la región del Cáucaso. El Ejército Rojo tuvo que defender el frente oeste de 4.500 km, con 1.100 km de costa. Además, si bien la URSS había estado preparándose para el inevitable conflicto militar, no había terminado la consolidación de sus defensas. En unos aspectos importantes, el momento, el tamaño y la dirección del ataque alemán tomaron por sorpresa a la URSS. En las zonas de su principal ataque, Alemania logró concentrar fuerzas superiores en razón de 4 ó 5 a 1, y contaba con superioridad en el combate aéreo y mandos más experimentados, en especial con tanques. Imponía el blitzkrieg, un ataque relámpago que había funcionado muy bien contra sus enemigos hasta ahora.
Los primeros días y semanas de la guerra constituyeron casi un desastre para la URSS. En cada frente, el Ejército Rojo sufrió derrotas y retrocedió y sus unidades desorganizadas e incomunicadas salieron abatidas a manos de los alemanes. En las primeras 3 semanas de combate, según Beevor, el Ejército Rojo perdió 2.000.000 soldados, 3.500 tanques, 6.000 aeroplanos y un gran porcentaje del cuerpo de oficiales. En septiembre, los alemanes ya estaban en las afueras de Leningrado. En el sur, Kiev, la capital de Ucrania, la segunda república de la URSS, estuvo a punto de ser arrasada por los alemanes. Stalin y el liderato soviético, en el que tal vez fuera su mayor error militar de la guerra, llamaron al Ejército Rojo a defender a Kiev a toda costa. El Ejército Rojo opuso una inquebrantable y heroica defensa, pero contra tal fuerza abrumadora, la derrota fue inevitable y cerca de 500.000 soldados del Ejército Rojo fueron capturados.
Según el guión que los alemanes habían representado y vuelto a representar en todo el continente, el colapso de la URSS tendría que ser inminente. A fines de septiembre, un confiado y arrogante Hitler dio órdenes de arrasar a Leningrado y después, desaparecer a Moscú con un gran lago artificial. Las potencias aliadas también esperaban llenas de expectativas, la inminente caída de Leningrado y Moscú. El secretario de Guerra yanqui, Henry Stimson, sintetizó el punto de vista casi unánime de su comando militar escribiendo que la victoria alemana requeriría ?un máximo posible de tres meses?.
El Partido Comunista de la Unión Soviética respondió dirigiendo y organizando una movilización militar sin precedente de todo el país y libró lo que hoy llamamos una guerra popular. Con la clase trabajadora y las masas de Leningrado fue posible impedir la entrada a la ciudad de las fuerzas militares superiores de Alemania, con la movilización de 250.000 personas, principalmente mujeres, para excavar kilométricas defensas antitanque. Los habitantes de la ciudad resistieron con heroísmo un sitio que iba a durar 900 días, en que hasta un millón de personas, en su mayoría mujeres, perecieron. En Moscú, el gobierno sopesaba seriamente la posibilidad de abandonar la ciudad; el cuerpo de Lenin fue trasladado a un lugar seguro. En lugar de salir, Stalin decidió, contra el consejo de otras personas, sostener un desafiante desfile militar con motivo del aniversario de la Revolución de Octubre. De ahí, el Ejército Rojo marchó directamente a combatir en el frente contra los invasores alemanes.
El pueblo se movilizaba por doquier. Muchísimos comunistas fueron al frente para elevar la capacidad de combate y espíritu de la tropa. Los comunistas organizaron unidades de partisanos detrás de todos los puntos de las líneas enemigas, a fin de librar una guerra de guerrillas contra los invasores. Los partisanos sobrevivieron en difíciles condiciones en el bosque con el apoyo de las masas quienes dieron apoyo vital a pesar de la política genocida alemana de masacrar a los civiles por cada acto de resistencia. En la retaguardia, el pueblo trabajaba día y noche para transportar fábricas enteras a lugares lejos de los invasores e incrementaron dramáticamente la producción ante la necesidad de material de guerra.
En diciembre de 1941, con el comienzo del crudo invierno (con temperaturas de menos 20 grados centígrados), el ejército alemán había avanzado a las puertas de Leningrado y Moscú y a lo largo de la línea norte-sur del mar de Crimea. No obstante, la ofensiva se había detenido y algunos contraataques empezaron a cobrarle facturas a los alemanes.
Los alemanes habían subestimado muchísimo la capacidad de resistir del ejército y el pueblo soviéticos. Con una arrogancia nacida de su punto de vista de clase, pensaban que podrían atacar con más o menos igual intensidad en tres frentes al mismo tiempo. Con la llegada de la primavera, los generales alemanes ya habían comenzado a ajustar los planes. Decidieron lanzar el grueso de sus fuerzas en un masivo asalto hacia el sudeste, en dirección de la ciudad con el nombre del líder soviético.
Stalingrado (hoy llamado Volgogrado) está ubicado a la orilla del río Volga, uno de los principales ríos de Rusia y una importante vía de transportación entre Europa y Asia. Es la entrada al Cáucaso, donde muchas nacionalidades no rusas vivían en las diversas repúblicas socialistas unidas en la URSS. El alto mando alemán esperaba hacer uso de las contradicciones entre los pueblos de la Unión Soviética para socavar su capacidad de combate. Por ejemplo, los alemanes concentraron entre los ríos Don y Volga a muchos cosacos, a los cuales en su época el zar había engañado o apresado como fuerza de choque contra la revolución.
Los campos petrolíferos de Bakú del Azerbaiyán soviético, cerca de la frontera con Irán, fueron un blanco muy importante para la máquina de guerra alemana. Con su captura, podrían privar a los soviéticos del petróleo. Además, el ejército alemán pensó que capturando Stalingrado y cruzando el Volga, podía después regresar al norte y cercar a Moscú, que aún estaba bajo ataque desde el oeste. En una palabra, todos los planes de los alemanes dependían ahora de la conquista de Stalingrado.
Aunque los comunistas, los obreros conscientes de clase y los sectores más avanzados del pueblo soviético estaban resueltos a no ceder ante ningún sacrificio en el combate a los agresores alemanes, existía un pequeño sector de contrarrevolucionarios quienes recibían con brazos abiertos a los alemanes, con la esperanza de que éstos los rescataran de los bolcheviques. Hubo, también, un importante número de personas quienes, asustadas por los avances iniciales del ejército alemán, no creían en la posibilidad de la victoria. (Luego, los soviéticos hicieron un balance de que el derrotismo se había alimentado en particular por la excesiva simplificación de la propaganda antes de la guerra que tendía a menospreciar el poder el enemigo, generando sorpresa y incredulidad cuando el enemigo resultó ser un adversario formidable. Mao sintetizó la orientación correcta escribiendo que los imperialistas y todos los reaccionarios son tigres de papel con colmillos de verdad y que el pueblo tiene que despreciarlos estratégicamente pero tomarlos en serio tácticamente.) En el ejército y el partido soviéticos, incluso a los más altos niveles, cundían fuertes manifestaciones de derrotismo y huidismo.
En los primeros meses de la campaña sur, el reorganizado ejército alemán volvió a dar duras derrotas sobre el Ejército Rojo. Stalin y el liderato soviético comprendieron correctamente los retos de la campaña venidera. El 27 de julio de 1942, Stalin, en su capacidad de jefe del ejército, emitió la orden #227, la cual decía en parte:
?Los combates se desarrollan en la región Voronezh, el Don, el sur de Rusia, en las puertas del Cáucaso norte. Los invasores alemanes se dirigen hacia Stalingrado, hacia el Volga y quieren capturar a cualquier precio Kubán y el Cáucaso norte, con las riquezas de petróleo y pan. El enemigo ya ha capturado a Voroshilovgrado, Starobelsk, Rossosh', Kupyansk, Valuiki, Novocherkassk, Rostov en el Don y la mitad de Voronezh. Algunas unidades del frente sur, siguiendo a la cola de los apanicados, han abandonado a Rostov y Novocherkassk sin una resistencia efectiva y sin órdenes de Moscú, así cubriendo los estandartes de vergüenzas. El pueblo de nuestro país, quien trata al Ejército Rojo con amor y respeto, está empezando a desilusionarse y a perder la fe en él, y muchas personas lo maldicen por su huida al este y por dejar a la población bajo el yugo alemán. Algunos ingenuos en el frente se conforman con los argumentos de que podemos continuar la retirada al este, ya que tenemos vastos territorios, abundantes tierras y una gran población, y siempre tendremos abundancia de pan. Con esos argumentos, tratan de justificar su vergonzosa conducta en el frente. Todos esos argumentos son completamente falsos y equivocados, y sirven a nuestros enemigos. Cada comandante, soldado y comisario político tiene que comprender que nuestros recursos no son infinitos. El territorio de la Unión Soviética no es un desierto, sino que está poblado de obreros, campesinos, intelectuales, nuestros padres y madres, esposas, hermanos y niños. El territorio de la URSS que ha capturado el enemigo y en el que el enemigo lucha con impaciencia por capturar, representa el pan y otros recursos para el ejército y los civiles, hierro y petróleo para las industrias, fábricas, ferrocarriles y plantas que abastecen a las fuerzas armadas con equipo y municiones. También contiene nuestras vías ferroviarias. Con la pérdida de Ucrania, Bielorrusia, las repúblicas bálticas, la cuenca de Donetsk y otras regiones, hemos perdido vastos territorios. Eso significa que hemos perdido muchísimo en materia de personas, pan, metales, fábricas y plantas. No tenemos gran superioridad sobre el enemigo en recursos humanos y en el abastecimiento de pan. Continuar la retirada significa destruirnos a nosotros mismos y a nuestra patria. Cada pedazo de territorio que dejamos al enemigo lo fortalece y nos debilita a nosotros, a nuestras defensas y a nuestra patria. Por eso, debemos dejar de hablar de que podemos retroceder infinitamente so pretexto de que tenemos mucho territorio, que nuestro país es grande y rico, que tenemos una gran población y que siempre tendremos suficiente pan. Hablar así es falso y nocivo. Nos debilita y fortalece al enemigo. Si no paramos la retirada, nos quedaremos sin pan, sin gasolina, sin metales, sin materias primas, sin fábricas ni plantas, sin vías ferroviarias. La conclusión: ya es hora de parar la retirada, ¡ni un paso atrás! Esta debe ser nuestra consigna de ahora en adelante. Necesitamos proteger cada punto fuerte, cada metro de tierra soviética, inquebrantablemente, hasta la última gota de sangre. Debemos aferrarnos a cada centímetro de nuestra patria y defenderlo tanto como sea posible. Nuestra patria vive tiempos difíciles. Tenemos que parar, enfrentar y destruir al enemigo, cualquiera que sea el costo para nosotros. Los alemanes no son tan fuertes como lo claman los apanicados. Sus fuerzas se han tensado hasta el límite. Aguantar sus golpes ahora quiere decir asegurar la victoria en el futuro?1.
Esta combinación de voluntad de acero y una penetrante evaluación de la situación general refleja la clase de liderato que Stalin dio al pueblo durante la guerra. Por ello, se ganó el amor y respeto no sólo de las masas de la tierra del socialismo sino también de las masas del mundo, quienes como Mao dijo, observaban con emoción el drama que se representaba. La consigna ?¡ni un paso atrás!? se transformó en el grito de batalla del Ejército Rojo y un principio-guía de la Batalla de Stalingrado.
Mao escribió: ?La guerra revolucionaria es la guerra de las masas, y sólo puede realizarse movilizando a las masas y apoyándose en ellas? (Citas, p. 91). Ello es verdad no sólo para los soldados en el frente sino también para cada aspecto de la guerra. Toda la población soviética se movilizó y todo se subordinó a las necesidades de combate del Ejército Rojo. En 1941, se fabricaron 6.000 tanques y en 1942, 25.000, a pesar de las inmensas pérdidas del territorio y capacidad productiva.
La defensa de la Unión Soviética fue indudablemente una guerra popular, aunque distinta a la mayoría de las etapas de la guerra popular de China o de las guerras populares que hemos conocido en las últimas décadas. No era, en líneas generales, una guerra de guerrillas. Fue una guerra de movimientos y de posiciones con una enorme cantidad de tropas y municiones que requirió de la acción coordinada de toda las ramas de las fuerzas armadas (infantería, tanques, aviación, artillería, armada, etc.). Esta clase de guerra tiene sus propias particularidades, sus propias leyes, las cuales los líderes políticos y militares necesitan dominar.
Mao destaca la ?actividad consciente del hombre? en la guerra. Es más fácil comprender este hecho en el contexto de la guerra de guerrillas, en que todo depende tanto de la osadía, iniciativa, voluntad de sacrificio y tenacidad de unidades relativamente pequeñas de soldados, pero es igual de verdad en los combates masivos altamente coordinados que tuvieron lugar en la Unión Soviética. Y si alguna vez faltara pruebas de ese principio, fue la batalla de Stalingrado la que lo demostró.
Desde el principio de la guerra, el ejército alemán se sorprendió por el espíritu de combate de los soldados soviéticos. El general alemán Halder escribió: ?En todas partes los rusos lucharán hasta el último hombre. Capitulan sólo de vez en cuando? (p. 33). Beevor comenta: ?El mayor error cometido por los jefes alemanes fue haber subestimado a `Iván', el soldado raso del Ejército Rojo? (p. 33). Es obvio que los soviéticos combatieron como nadie lo había hecho contra la máquina de guerra alemana. Como ilustra el primer año de la guerra, el valor y moral no fueron suficientes. Para desencadenar la ?actividad consciente del hombre?, es necesario aplicar, también, estrategia y tácticas correctas.
STALINGRADO
La Batalla de Stalingrado empezó el 21 de agosto de 1942, cuando el ejército alemán cruzó el río Don que en esa parte del sur de Rusia se encuentra a unas decenas de km del Volga. Dos días después, intensos bombardeos aéreos provocaron una destrucción bárbara en la ciudad. Divisiones de tanques Panzer irrumpieron en la ciudad y llegaron a la ribera del Volga. Según Beevor, de una población de 600.000, murieron 40.000 hombres, mujeres y niños en la primera semana de bombardeos. El 25 de agosto de 1942, ya se había evacuado a la mayoría de los no combatientes en lanchas mientras la aviación alemana realizaba cruentos bombardeos.
Quienes permanecieron en los barrios y fábricas se integraron de lleno al trabajo de defensa. Al norte de la ciudad, estuvo una zona industrial con gran cantidad de fábricas que se habían convertido para la producción militar. La Fábrica de Tractores Dzerzhinski, la fábrica Barricada y la planta Octubre Rojo ahora producían tanques que iban de la línea de montaje directo al frente, que para el 30 de septiembre, estaba a sólo unos minutos de distancia de la zona fabril. El principal mando soviético se trasladó al lado asiático del Volga, hacia el este, que aún estaba firmemente en manos soviéticas. El LXII Ejército soviético estableció posiciones en una estrecha franja del centro de la ciudad; sólo unos cuantos cientos de metros de tierra separaban el Volga y el frente del VI Ejército alemán. Los alemanes se establecieron entre el LXII y el LXIV Ejércitos los cuales habían tomado posiciones en la parte sur de la ciudad. El anterior comandante del LXII Ejército no estaba a la altura del reto y había empezado una retirada hacia el otro lado del Volga. Por ello, el general Vasili Chuikov asumió el mando y ordenó proteger a Stalingrado a toda costa. En ese momento, el LXII Ejército se había reducido a sólo 20.000 efectivos que combatían al grueso del VI Ejército alemán, que bajo las órdenes de Hitler, debía tomar Stalingrado a cualquier costo.
En septiembre, Stalin y el general Zhukov, segundo al mando de las fuerzas soviéticas, elaboraron un gran plan para empantanar al VI Ejército alemán en Stalingrado, mientras las fuerzas soviéticas preparaban una gigantesca contraofensiva para cercar y atrapar a todo el VI Ejército. La operación, con el nombre en clave Urano, se guardó en secreto; Stalin y Zhukov no la trataban por radio o teléfono, ni por medio de un código.
Los soviéticos libraron un encarnizado combate. Se dice que ningún edificio quedó en pie después del bombardeo, pero los soviéticos transformaron los escombros en un campo de muerte para los alemanes. Chuikov formó pequeñas unidades de 6 a 9 efectivos para llevar a cabo combates callejeros. La terminal del tren cambió de bando hasta cinco veces durante la batalla. En un momento, un punto importante del frente fue una bodega de granos, en que los alemanes defendían un piso mientras que los soviéticos defendían los pisos justamente arriba y abajo. Chuikov ordenó a la tropa a permanecer a no más de 50 m, o la distancia de un tiro de granada de mano, del frente enemigo, en todo momento.
En esta clase de tenaz combate cuerpo a cuerpo, las fuerzas soviéticas usaron tácticas que les dieron plena capacidad ?coraje, audacia y autosacrificio? y minimizaron las ventajas de los alemanes, en especial su superioridad en armas y efectivos. Como el Ejército Rojo mantuvo las líneas tan cerca y tan estrechamente entremezcladas con el enemigo, eso hacía difícil que los alemanes bombardearan por aire o usaran artillería sin poner en peligro a sus propios soldados. Chuikov escribió que los soldados alemanes odiaban combatir cuerpo a cuerpo: ?Su moral no lo podía tolerar. No tenían suficiente valor como para mirar al soldado soviético cara a cara. Se podía identificar a un soldado enemigo en su puesto de avanzada desde lejos, especialmente durante la noche, porque constantemente, cada 5 ó 10 minutos, disparaba su metralleta con el fin de reforzar su moral. De esa manera nuestros soldados encontraban a esos `guerreros', se les acercaban sigilosamente y los aniquilaban con una bala o bayoneta? (citado en Obrero Revolucionario, 22 abril 2001). El método de guerra imperialista de bombardear todo, real o imaginario, contribuyó a que los alemanes lanzaran 25 millones de municiones sólo en septiembre, lo que agravó sus problemas de abastecimiento. (No es sorpresa que después de que la Unión Soviética se transformó en país imperialista, sus fuerzas armadas reaccionarias invadieran y ocuparan a Afganistán con un masivo bombardeo exactamente como lo hizo previamente los Estados Unidos en Vietnam. Este es el carácter de clase de la bestia reaccionaria que la hace combatir de esa forma.)
El movimiento de francotiradores del Ejército Rojo el cual popularizó a Zeitov (?La liebre?), entre otros francotiradores, que presenta la película Enemigo al acecho, dio golpes contundentes a la máquina de combate alemán. Los francotiradores que se escondieron en los desagües y en los escombros mataron a un gran número de soldados alemanes. (Zeitov aniquiló a cerca de 200 alemanes, según los registros de la época.) Tuvieron el efecto, según Chuikov, de ?obligar a los alemanes a gatear, no a caminar? (p. 134).
Aunque en la batalla participaron un total de 2.000.000 soldados, una tremenda parte de los combates dependió de escaramuzas, pequeñas unidades y aun individuos. Por ejemplo, durante el cerco unos centenares de soldados defendieron los cerros que dominaban Stalingrado, llamados Mamaev Kurgan. Esos soldados comprendieron la importancia de defender esa posición para la victoria final y eso les infundió una determinación para defender los cerros a toda costa a pesar de una situación que muchas veces parecía insostenible.
Una de las hazañas más celebradas en Stalingrado es la defensa de la casa Pavlov, a nombre del sargento Iakov Pavlov, quien dirigiera un puñado de soldados en la defensa de un edificio ubicado en una posición estratégica en la esquina de una principal avenida. Por 50 días y noches, sin descanso, los soldados alemanes los atacaron, en vano, con artillería, tanques, bombardeos aéreos. Es de notar que la defendió un mosaico de diferentes nacionalidades del pueblo soviético: rusos, ucranianos, uzbekos, tártaros, tadzhikíes, kazakos y otros. Aunque Beevor desconoce con arrogancia el papel de esos ?incultos? combatientes asiáticos, las nacionalidades minoritarias no rusas jugaron un papel vital en la defensa y el abastecimiento de la ciudad y en los contraataques siguientes.
Los defensores de la ciudad llegaron a ser expertos en destruir o estropear tanques alemanes, que fueron tan importantes para los triunfos alemanes en la primera fase de la II Guerra Mundial. Las tácticas eran rodear y atacar a los tanques a una distancia de sólo unos cuantos metros. Huelga decir, esa clase de heroísmo representaba enormes sacrificios: fuentes oficiales soviéticas señalan que el 84% de todos los hombres y mujeres movilizados en Stalingrado fueron muertos, heridos o capturados.
Otro elemento de la defensa fue la inquebrantable unidad entre los oficiales y soldados rasos, un hecho que hace mucho más exasperante la manera en que la película Enemigo al acecho presenta a los comandos soviéticos. Chuikov describe su decisión de no trasladar su puesto de mando a un lugar relativamente más seguro en una isla cercana en el río Volga: ?Esto habría tenido un efecto inmediato sobre la moral de los líderes de las unidades, su personal y todos los combatientes. Nosotros comprendemos... la importancia de no permanecer todo el tiempo en nuestros cuarteles generales e ir con frecuencia a los puestos de observación de las divisiones y regimientos y hasta en las trincheras a fin de que los combatientes vieran con los propios ojos que sus generales ?miembros del Consejo Militar? siempre estaban con ellos?.
En una de las escenas más reaccionarias, Enemigo al acecho presenta a los mandos soviéticos balaceando a sus propios soldados por retirarse. Como la mayoría de la desinformación, toma un gramo de verdad ?el exagerado uso de la coacción? para regar una gran mentira. Una ley de la guerra es que ningún ejército, de ninguna clase, puede tolerar la deserción bajo fuego. Nunca se puede permitir los actos de cobardía egoísta porque ponen en peligro la vida de los otros soldados y el desenlace de la batalla. La guerra es la máxima ?coacción? y el interés de un individuo está subordinado y debe subordinarse al todo. Es verdad que el Ejército Rojo, como los ejércitos en general, tenía órdenes de disparar a cualquier desertor. Por otro lado, concluir de ello que las grandes hazañas del Ejército Rojo pudieran explicarse de alguna manera por alguna clase de miedo o terror, es absolutamente ridículo. Sin embargo, el análisis de Stalin sobre el problema de los desertores y la cobardía tuvo debilidades que reflejaban unos errores a que Mao más tarde criticó.
En el texto de la orden citado arriba, ?¡Ni un paso atrás!?, Stalin da un énfasis desproporcionado a hacer obedecer la disciplina con medios militares. Elogia abiertamente al sistema alemán en la formación de batallones penales, en los cuales a todos aquellos que han desertado se les dio una oportunidad para ?redimirse? combatiendo en las condiciones más difíciles del frente, y llama a formar un sistema similar en el Ejército Rojo. Stalin destacó de manera exagerada la similitud entre los dos ejércitos y la necesidad de hacer obedecer la disciplina y borra el carácter fundamentalmente diferente del Ejército Rojo. Aunque todo ejército requiere de una férrea disciplina militar, cómo obtenerla y garantizarla depende de qué clase gobierna y qué sistema social se refleja en ese ejército. Eso es parte del significado de lo que dijo Mao en su síntesis de la estrategia militar: ?Ellos combaten a su manera y nosotros a la nuestra?.
Para asegurar la disciplina, el ejército dirigido por el proletariado puede aplicar y efectivamente aplica un método diferente al del ejército reaccionario. El Estado socialista puede y debe usar diferentes formas de ?presión? (por ejemplo, el reclutamiento), pero en lo fundamental debe partir de la justeza de su causa, de la conciencia de los soldados y de la solidaridad entre los oficiales y los soldados como fuente de disciplina. Mao señaló: ?El trabajo político es la arteria vital del ejército?. En lo principal y sobre todo eso es lo que Stalin practicó, despertando a las masas y asegurando su unidad y disciplina. Con la práctica de enviar a los más resueltos comunistas de todos los niveles a asumir las tareas más importantes y peligrosas en el frente, el Partido dio un poderoso ejemplo que tuvo un efecto mucho más poderoso que el temor a una corte marcial.
Es más, el ejército mismo está conformado de fuerzas avanzadas, intermedias y atrasadas. Si bien la ideología proletaria es un poderoso motivo para los avanzados, es ingenuo pensar que con llamamientos a un nivel más alto de conciencia, es posible superar el atraso de otros sectores de la tropa con un temor a perder la vida. Claramente, la presión o la fuerza desempeña un papel en toda organización militar y más aún en la batalla, pero aun así, las formas de presión y las políticas que se adoptan varían enormemente de acuerdo a qué clase tenga la dirección. Es interesante estudiar la política sobre deserción llevada a cabo por las fuerzas armadas revolucionarias vietnamitas durante la guerra contra el imperialismo yanqui. Los desertores, hasta reincidentes, fueron reintegrados a sus unidades originales después de haber sido sujetos a agudas críticas por las masas de sus propias aldeas. La política soviética de favorecer la ejecución de los desertores y cobardes parece apoyar el aspecto equivocado (y declarar que las familias de los desertores serían castigadas es totalmente erróneo). Además, la sugerencia de Stalin de formar batallones penales a partir del modelo del ejército alemán es absurda: concentrar a los atrasados con la dirección de los oficiales aún más atrasados no puede generar en absoluto condiciones favorables para la genuina reeducación que se necesita.
SOBRE LA ?GRAN GUERRA PATRIOTICA?
Tanto el libro de Beevor como la película de Annaud tienen la misma explicación básica para el gran heroísmo de los combatientes soviéticos que sale a relucir con vigor, a pesar de las calumnias y distorsiones. Y esa explicación es el patriotismo. En otras palabras, los soldados hicieron lo que ningún otro ejército de Europa simplemente por el odio al agresor extranjero y por el instintivo amor a la patria. Cada Estado europeo movilizó a sus tropas a partir del patriotismo. ¿No había ningún ejército más ?patriota?, o más chovinista, que el del imperialismo francés? Aun así, los soldados y el ejército franceses cayeron en muchísima desgracia durante la II Guerra Mundial.
¿O, quieren decir que hubo algo en particular acerca del patriotismo ruso, que había una cualidad mágica que lo hizo más poderoso que aquél de otros países? Basta recalcar el curso de la I Guerra Mundial, cuando las tropas imperialistas alemanas también invadieron a Rusia, para mostrar cuán hueco es ese argumento. Es sabido que el zar y la burguesía rusa intentaron movilizar a las masas, en especial a los campesinos, con llamamientos a ?defender la patria?. Por otro lado, el ejército ruso sufrió derrota tras derrota en el frente y cundió la desmoralización en su interior. La convocatoria de Lenin a oponerse a la defensa de la ?patria? entonces imperialista y a transformar la guerra imperialista en una guerra civil revolucionaria, jugó un papel decisivo en la movilización de los soldados al lado de los bolcheviques. Convocó a un fin inmediato a la participación de Rusia en la I Guerra Mundial, como parte de la famosa consigna ?tierra, pan y paz? de la Revolución de Octubre.
Así que, ¿cuál fue la diferencia entre la Rusia zarista durante la I Guerra Mundial, y la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial? Un mundo de diferencia. En el segundo caso, una dictadura del proletariado, un Estado en el cual la clase obrera, en alianza con los campesinos y otros trabajadores, gobernaba la sociedad. Los viejos explotadores habían sido derrotados y sometidos a la fuerza, y se habían dado pasos agigantados en la construcción de una nueva economía socialista, no basada en la explotación. Libre de la esclavitud asalariada capitalista, el poder productivo de las masas trabajadoras como nunca antes fue desencadenado y hacía milagros que nunca dejaban de sorprender a los observadores de otros países de la época. (Nota: Fue mucho más tarde, después de la traición revisionista en la Unión Soviética tras la muerte de José Stalin en 1953, que la burguesía se atrevió a vomitar sus mentiras sobre una sociedad ?aterrorizada? por el gobierno comunista. Durante la construcción socialista antes de la II Guerra Mundial, la efervescencia de la sociedad, el entusiasmo revolucionario del pueblo y el enorme apoyo que la URSS recibía de los oprimidos de todo el mundo, fueron tan evidentes y tan fuertes que no admitían tal propaganda. Vemos una similar ?racha de calumnias? de los imperialistas a la China socialista: Sólo después de la derrota del socialismo ahí, pudieron echar pestes al socialismo y revocar veredictos.)
Cuando Hitler atacó a la Unión Soviética en 1941, las masas de ahí como ningún otro país de Europa, tenían algo muy valioso que defender: el Estado socialista que habían arrebatado a la burguesía mediante la Revolución de Octubre y en la cual habían vertido sus energías y esperanzas por una generación. Su defensa distaba de la estrecha propaganda nacionalista de las otras llamadas Grandes Potencias que se oponían a la Alemania imperialista, pero sólo para protegerse (como en el caso del imperio británico) o para expandir (como en el caso del advenedizo imperialismo yanqui) su propia explotación y opresión de los pueblos del mundo.
Al mismo tiempo, un gran número de medidas que tomaron Stalin y los líderes soviéticos hicieron más posible para los enemigos del socialismo esconder el carácter de clase de la guerra popular sostenida por la Unión Soviética. Desde las primeras horas del conflicto, los soviéticos la llamaron la ?gran guerra patriótica?. Fue un recordatorio de lo que se conoce en la historia de Rusia como la ?Guerra Patriótica?, cuando en 1812 Napoleón invadió la Rusia zarista al frente del ejército francés y que al final fue repelido en las puertas de Moscú. La Internacional fue reemplazada por un nuevo himno en los actos oficiales. Se realizó una gran campaña para propagar y realzar el sentimiento patriótico ruso. El cineasta soviético Einstein, reconocido en todo el mundo, hizo una poderosa película que glorifica a Alejandro Nevski, una figura de la historia medieval de Rusia que unió la nación contra los invasores teutones. Otro interesante ejemplo es la Orden #4, firmada por el general Yeremenko, el líder militar del frente del sudoeste y Nikita Jruschov, quien luego fue principal comisario del ejército del sudoeste. La orden aplica la directiva de Stalin, ?¡Ni un paso atrás!?, refiriéndose al ?partido bolchevique, a nuestra nación y a nuestro gran país?. En otras palabras, Jruschov y Yeremenko evocaron por igual a la nación, es decir, a Rusia, así como al país (URSS). Esto es particularmente irónico dada la ubicación estratégica de Stalingrado, uniendo a Rusia con la mayoría de las repúblicas no rusas y dado el gran número de soldados y civiles no rusos que participaron directamente en los combates.
En general, en la línea política soviética de ese tiempo, se combinaron la necesidad de la defensa del Estado socialista y llamamientos al nacionalismo ruso. No hay duda de que los líderes soviéticos tenían una enorme necesidad de unificar a los más amplios sectores posibles de la población. Es difícil encontrar el error en la política de hacer uso de ciertos sentimientos patrióticos, hasta de sectores de la población cuya actitud hacia el socialismo variaba desde tibieza hasta franca hostilidad. Algunos personajes de Enemigo al acecho representan a estas fuerzas atrasadas, tomando parte en una especie de frente único con el régimen soviético contra los invasores fascistas.
No obstante, no queda duda de que el corazón y el alma de los combates soviéticos fueron los comunistas y el proletariado consciente de clase. Saltaron cada brecha y con su ejemplo, dirigieron a otros. Beevor informa, por ejemplo, que durante la Batalla de Stalingrado, una fábrica localizada al este de los Urales, a salvo, producía los famosos tanques T-34. Se decidió solicitar voluntarios de entre los trabajadores de la planta para acompañar a los tanques al frente, como parte del Ejército Rojo. Aunque todos conocían los extremos peligros, en menos de 36 horas se apuntaron 4.363, de los cuales 1.253 eran mujeres.
Durante la guerra, diversos cambios operados en el ejército tendían a fortalecer los métodos y fuerzas burgueses, por ejemplo, la restauración de los rangos y del título ?oficiales? de la época prerrevolucionaria, para los comandantes del Ejército Rojo, hasta entonces tratados como ?camaradas?; la abolición del sistema de mando dual entre comandantes militares y comisarios políticos (al parecer, para deleite de los oficiales de la vieja escuela resentidos por los ?entrometidos? comisarios comunistas). Beevor escribe, textualmente:
?Los generales del Ejército Rojo fueron premiados de modo ostensible. La reciente suspensión del mando dual de comisarios fue coronada con el reestablecimiento formal del rango y la definición de oficial.... las charreteras (símbolos de privilegio que algunas chusmas bolcheviques en 1917 al linchar a los zaristas que las ostentaban se las habían clavado en el cadáver) fueron reestablecidas.... Un soldado en la división de guardas escuchó las noticias sobre las charreteras de un viejo limpiabotas en la estación de tren: `Están usando de nuevo las charreteras ?dijo con indignada incredulidad?. Exactamente como el ejército blanco'. Sus compañeros también quedaron estupefactos cuando les dio las noticias al regresar al tren. `¿Por qué en el Ejército Rojo?', preguntaron? (p. 364).
Rebasa el ámbito de esta reseña analizar cuáles concesiones hechas por Stalin a la burguesía y cuáles métodos eran necesarios debido a las realidades de la guerra. Sin duda, algunos ajustes de las políticas anteriores fueron necesarios y posibles. Por otro lado, es importante ver que tales ajustes, algunos probablemente correctos y otros al parecer cuestionables, tuvieran consecuencias, efectos concretos y muy negativos. Los avanzados se confundieron y se desorientaron, y las tendencias atrasadas tuvieron mayor campo de acción. Es muy difícil, por ejemplo, comprender cómo los llamados al nacionalismo ruso pudieran haber fortalecido la solidaridad de las diferentes nacionalidades de la URSS, las cuales habían sido un pilar de tanta fuerza de la guerra.
Además, algunas ideas incorrectas de Stalin acerca de la naturaleza contradictoria del socialismo hicieron que fácilmente cayera en algunos errores. Los métodos burgueses que el liderato introdujo reforzaron muchísimo a la burguesía al interior del Partido y minaron la fuerza del proletariado en un momento en que éste conquistaba grandes victorias militares. Un buen porcentaje de quienes posteriormente tomaron el Poder y restauraron el capitalismo participaron en los combates, como el Jruschov mismo. Como ministro de Defensa a mediados de los años 1950, el mariscal Zhukov apoyó en una medida importante al golpe de Estado de Jruschov. La burguesía al interior del Partido defendía a Rusia y no los logros del socialismo, y deseaba con vehemencia echarlos al lodo. Más tarde, para legitimar su gobierno, los revisionistas se dedicaron a usurpar el legado de la Gran Guerra Patriótica.
MUJERES
Una característica común de las guerras populares es la participación de las masas de mujeres. Esta fue una verdad conmovedora de la Batalla de Stalingrado. Enemigo al acecho presenta a una heroína del Ejército Rojo, una joven judía cuya familia había sido víctima del exterminio nazi. La película la presenta como un elemento intermedio y no una combatienta comunista avanzada. La verdad es que el papel histórico de cientos de mujeres con conciencia de clase en las líneas del frente caracterizó al Ejército Rojo soviético.
Es verdad que aun las potencias aliadas imperialistas, como Inglaterra y los Estados Unidos, tuvieron que movilizar, por necesidad de la guerra, a las mujeres en diversas actividades relacionadas con la guerra, exactamente como el ejército yanqui hace hoy día. No obstante, un ejército reaccionario refleja una sociedad burguesa y patriarcal que nunca puede desencadenar el potencial de las mujeres. Por otra parte, un ejército popular, como lo fue el Ejército Rojo, no puede existir sin liberar la energía revolucionaria de la mitad femenina de la población. Una guerra popular derrota al enemigo movilizando a las masas y apoyándose en ellas, echando a un lado los obstáculos de opresión, tradición y costumbre que impiden que el pueblo domine la sociedad. Aunque los líderes soviéticos hicieron concesiones a los valores tradicionales rusos, las mujeres de la URSS se movilizaron de acuerdo al espíritu de la Comuna de París, no de Catalina II la Grande2. Al final de la guerra, había más de 246.000 combatientas en el frente, como el regimiento 467 de Guardias Femeninas de Bombardeos Ligeros Nocturnos, de puras mujeres, desde pilotos hasta armeras y mecánicas.
Las mujeres de Stalingrado aniquilaron a muchos soldados fascistas en los combates del frente, y su presencia fue muy desconcertante para los alemanes. Beevor cita una carta de un cabo alemán a su padre: ?Usted siempre me decía: `Sé leal a nuestra bandera, y triunfarás'. Nunca olvidaré estas palabras porque ha llegado el tiempo de que todo hombre sensato en Alemania maldiga la locura de esta guerra. Es imposible describir lo que está pasando aquí. Toda persona en Stalingrado que todavía tienen cabeza y manos, hombres y mujeres, continúa luchando? (p. 192).
La firme defensa de Stalingrado dio resultados. El ejército alemán sufrió muchísimas bajas y, con la llegada del invierno, comenzó a tener graves problemas de aprovisionamiento. Cundió la desmoralización en la tropa, pues había esperado una victoria fácil.
El 10 de noviembre de 1942, después de cuidadosos y urgentes preparativos, se lanzó el contraataque Urano. Todo el VI Ejército alemán fue cercado. De acuerdo a Beevor, muchos soldados soviéticos recuerdan el principio del contraataque como el día más grande de la guerra. El Ejército Rojo asestaba poderosos golpes a las fuerzas alemanas y a sus aliados. Los alemanes estaban atrapados. Por más de dos meses, con la llegada de refuerzos en paracaídas, el VI Ejército alemán resistió. Su comandante, Paulus, rechazó un ultimátum del gobierno soviético para rendirse por su imposible posición. Al final, los alemanes se rindieron el 31 de enero de 1943, cuando Paulus, recién ascendido a mariscal de campo por Hitler, y sus principales oficiales fueron capturados. Los soviéticos tomaron presos a cerca de 80.000 sobrevivientes. En todo el mundo, los pueblos se regocijaban. Aunque la máquina de guerra alemana siguió siendo un fuerte adversario unos años más, la corriente había cambiado. Como Mao escribió, Stalingrado fue el ?punto de viraje de la II Guerra Mundial?3.
Stalingrado sigue siendo una de las más grandes experiencias de la guerra revolucionaria. El proletariado de todo el mundo, con razón, está orgulloso de lo que nuestros antepasados cumplieron en las riberas del Volga. Jamás debemos permitir a nuestros enemigos denigrar o distorsionar la hazaña de esos fatídicos meses cuando se estaba decidiendo el curso de la historia mundial. Y nunca olvidaremos las lecciones de las batallas anteriores de modo que podamos combatir con mayor resolución y efectividad en las batallas por venir.
NOTAS
1. La orden de Stalin se leyó a todo oficial y comisario político del Ejército Rojo. No se divulgó sino hasta los años 1980.
2. Catalina II la Grande fue la zarina de Rusia quien expandió Rusia e impulsó una especie de ?renacimiento?.
3. Los imperialistas yanquis y británicos ocultaron el papel de la URSS en la derrota de Alemania. Cuando la invasión yanqui-británica de Europa continental en mayo de 1944, la suerte del gobierno nazi ya había tocado fin en el frente oriental. En ese momento, los yanquis y británicos se apresuraron a llevar sus tropas a Berlín antes de que llegara el Ejército Rojo, para así tener una posición más óptima para la posguerra.
Nota: En nuestro número anterior, 2000/26, apareció una reseña de una novela de Barbara Kingsolver. Desde entonces, ha salido una edición en español: La Biblia envenenada (C.E.C./Ediciones del Bronce, Barcelona, España).

Friday, December 22, 2006

EL PROGRAMA MILITAR DE LA REVOLUCIÓN PROLETARIA [*]
V. I. Lenin




En Holanda, Escandinavia y Suiza, entre los socialdemócratas revolucionarios, que luchan contra esa mentira socialchovinista de la "defensa de la patria" en la actual guerra imperialista, suenan voces en favor de la sustitución del antiguo punto del programa minimo socialdemócrata: "milicia" o "armamento del pueblo", por uno nuevo: "desarme". Jugend-Internationale ha abierto una discusión sobre este problema, y en su numero 3 ha publicado un editorial en favor del desarme. En las últimas tesis de R. Grimm[1] encontramos también, por desgracia, concesiones a la idea del "desarme". Se ha abierto una discusión en las revistas Neues Leben [2] y Vorbote [El Precursor]. Examinemos la posición de los defensores del desarme.


I
Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra.

Pero precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.

Los socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.

En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberacion? En el 5ƒ punto de las tesis del grupo "La internacional", leemos: "En la epoca de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales de ninguna clase" -- esto es evidentemente erróneo.

La historia del siglo XX, siglo del "imperialismo desenfrenado", está llena de guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores imperialistas de la mayoría de los pueblos del mundo, con el repugnante chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos "guerras coloniales", son a menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos pueblos oprimidos. Una de las caracteristicas esenciales del imperialismo consiste, precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional. Esto es un hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos casos el imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales. Junius, que en un folleto suyo defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice que en la época imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes potencias imperialistas conduce a la intervencion de otra gran potencia, también imperialista, que compite con la primera, y que, de este modo, toda guerra nacional se conviate en guerra imperialista. Mas también este argu mento es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron este camino. Y sería sencillamente ridiculo decir que, por ejemplo, después de la guerra actual, si termina por un agotamiento extremo de los países beligerantes, "no puede" haber "ninguna" guerra nacional, progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por caso, en unión de la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.

Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es teóricamente falso, erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y equivalente, en la práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que oprimen a centenares de millones de personas en Europa, en Africa, en Asia, etc., tenemos que decir a los pueblos oprimidos que su guerra contra "nuestras" naciones es "imposible"!

En segundo lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento -- naturales y en determinadas circunstancias inevitables -- de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista.

En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe, todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el regimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultaneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habra de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882,[3] reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas" del socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la burguesía de los demás países.

Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precísamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir.

No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos les es odiosa la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas francos y los kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la burguesía en la actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se deduce que debamos olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la "defensa de la patria" en la guerra actual equivaldría a considerarla "justa", adecuada a los intereses del proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no está descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la "defensa de la patria" por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado victorioso en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgues.

Desde el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no es más que la continuación de la politica por otros medios. La actual guerra imperialista es la continuación de la política imperialista de dos grupos de gran des potencias, y esa política es originada y nutrida por el con junto de las relaciones de la época imperialista. Pero esta misma época ha de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar, de las insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc.




II
A lo dicho hay que añadir la siguiente consideración general. Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -- ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado -- , la clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual -- incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza -- , representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas.

El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la "reivindicación" del "desarme"! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este desarrollo. Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces ; de ningún modo antes.

Si la guerra actual despierta entre los reaccionarios socialistas cristianos y entre los jeremias pequeños burgueses sólo susto y horror, sólo repugnancia hacia todo empleo de las armas, hacia la sangre, la muerte, etc., nosotros, en cambio, debemos decir: la sociedad capitalista ha sido y es siempre un horror sin fin. Y si ahora la guerra actual, la más reaccionaria de todas las guerras, prepara a esa sociedad un fin con horror, no tenemos ningún motivo para entregarnos a la desesperación. Y en una época en que, a la vista de todo el mundo, se esta preparando por la misma burguesía la única guerra legítima y revolucionaria, a saber: la guerra civil contra la burguesía imperialista, la "reivindicación" del desarme, o mejor dicho, la ilusión del desarme es única y exclusivamente, por su significado objetivo, una prueba de desesperación.

Al que diga que esto es una teoría al margen de la vida, le recordaremos dos hechos de carácter histórico universal: el papel de los trusts y del trabajo de las mujeres en las fábricas, por un lado, y la Comuna de 1871 y la insurrección de diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.

El propósito de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y mujeres a las fábricas, donde los tortura, los pervierte y los condena a la extrema miseria. Nosotros no "exigimos" semejante desarrollo, no lo "apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿como luchamos? Sabemos que los trusts y el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas. No queremos volver atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo premonopolista, al trabajo doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través de los trusts, etc., y más allá de ellos, hacia el socialismo!

Este razonamiento, con las correspondientes modificaciones, es también aplicable a la actual militarización del pueblo. Hoy la burguesía imperialista no sólo militariza a todo el pueblo, sino también a la juventud. Mañana tal vez empiece a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos decir ante esto: ¡tanto mejor! ¡Adelante, rapidamente! Cuanto más rapidamente, tanto más cerca se estará de la insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los socialdemócratas dejarse intimidar por la militarización de la juventud, etc., si no olvidan el ejemplo de la Comuna? Eso no es una "teoría al margen de la vida", no es una ilusión, sino un hecho. Y sería en verdad gravisimo que los socialdemócratas, pese a todos los hechos económicos y políticos, comenzaran a dudar de que la época imperialista y las guerras imperialistas deben conducir inevitablemente a la repetición de tales hechos.

Cierto observador burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un periódico inglés: "¡Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, qué nación tan horrible sería!" Mujeres y niños hasta de trece años lucharon en los días de la Comuna al lado de los hombres. Y no podrá suceder de otro modo en las futuras batallas por el derrocamiento de la burguesía. Las mujeres proletarias no contemplarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada, ametralla a los obreros, mal armados o inermes. Tomarán las armas, como en 1871, y de las asustadas naciones de ahora, o mejor dicho, del actual movimiento obrero, desorganizado más por los oportunistas que por los gobiernos, surgirá indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo absolutamente indudable, la unión internacional de las "horribles naciones" del proletariado revolucionario.

La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo, y por ello tiene que conclucir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias?? ¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir el desarme? Nunca se conformarán con papel tan vergonzoso las mujeres de una clase oprimida que sea verdaderamente revolucionaria. Les dirán a sus hijos: "Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la guerra actual, y como te aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu propio país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino venciendo a la burguesía y desarmándola".

De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta ptopaganda, en relación con la guerra actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia revolucionaria internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra contra la guerra.




III
Los partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del programa referente al "armamento del pueblo", entre otras razones, porque, según dicen, esta reivindicación conduce más fácilmente a las concesiones al oportunismo. Ya hemos examinado más arriba lo más importante: la relación entre el desarme y la lucha de clases y la revolución social. Examinaremos ahora qué relación guarda la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una de las razones más importantes de que esta reivindicación sea inadmisible consiste precisamente en que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y enervan inevitablemente nuestra lucha contra el oportunismo.

No cabe duda de que esta lucha es el principal problema inmediato de la Internacional. Una lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha contra el oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de los principales defectos de Zimmerwald y de Kienthal,[4] una de las principales causas del posible fracaso de estos germenes de la III Internacional, consiste precisamente en que ni siquiera se ha planteado francamente el problema de la lucha contra el opor tunismo, sin hablar ya de una solución de este problema que señale la necesidad de romper con los oportunistas. El oportunismo triunfó, temporalmente, en el seno del movimiento obrero europeo. En todos los países más importantes han aparecido dos matices fundamentales del oportunismo: primero, el socialimperialismo franco, cínico, y por ello menos peligroso, de los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los Albert Thomas y los Sembat, los Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.; segundo, el encubierto, kautskiano: Kautsky-Haase y el "Grupo Socialdemócrata del Trabajo"[5] en Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras, etc., en Francia Ramsay McDonald y otros jefes del "Partido Laborista Independiente", en Inglaterra; Mártov, Chjeídse, etc., en Rusia; Treves y otros reformistas llamados de izquierda, en Italia.

El oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la revolución y contra los movimientos y explosiones revolucionarias que se están iniciando, y ha establecido una alianza directa con los gobiernos, por muy diversas que sean las formas de esta alianza, desde la participación en los ministerios hasta la participación en los comites de la industria armamentista (en Rusia)[6]. Los oportunistas encubiertos, los kautskianos, son mucho más nocivos y peligrosos para el movimiento obrero porque la defensa que hacen de la alianza con los primeros la encubren con palabrejas "marxistas" y consignas pacifistas que suenan plausiblemente. La lucha contra estas dos formas del oportunismo dominante debe ser desarrollada en todos los terrenos de la política proletaria: parlamento, sindicatos, huelgas, en la cuestión militar, etc. La particularidad principal que distingue a estas dos formas del oportunismo dominante consiste en que el problema concreto de la relación entre la guerra actual y la revolución y otros problemas concretos de la revolución se silencian y se encubren, o se tratan con la mirada puesta en las prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de que antes de la guerra se había señalado infinidad de veces, tanto en forma no oficial como con carácter oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación que guardaba precisamente esa guerra inminente con la revolución proletaria. Mas el defecto prin cipal de la reivindicación del desarme consiste precisamente en que se pasan por alto todos los problemas concretos de la revolución. ¿O es que los partidarios del desarme están a favor de un tipo completamente nuevo de revolución sin armas?

Prosigamos. En modo alguno estamos contra la lucha por las reformas. No queremos desconocer la triste posibilidad de que la humanidad -- en el peor de los casos -- pase todavía por una segunda guerra imperialista, si la revolución no surge de la guerra actual, a pesar de las numerosas explosiones de efervescencia y descontento de las masas y a pesar de nuestros esfuerzos. Nosotros somos partidarios de un programa de reformas que también debe ser dirigido contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sino alegrarse en el caso de que les dejasemos por entero la lucha por las reformas y nos eleváramos a las nubes de un vago "desarme", para huir de una realidad lamentable. El "desarme" es precisamente la huida frente a una realidad detestable, y en modo alguno la lucha contra ella.

En semejante programa nosotros diríamos aproximadamente: "La consigna y el reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916 no sirven más que para corromper el movimiento obrero con mentiras burguesas". Esa respuesta concreta a cuestiones concretas sería teóricamente más justa, mucho más útil para el proletariado y más insoportable para los oportunistas que la reivindicación del desarme y la renuncia a "toda" defensa de la patria. Y podríamos añadir: "La burguesía de todas las grandes potencias imperialistas, de Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia, Italia, el Japón y los Estados Unidos, es hoy hasta tal punto reaccionaria y está tan penetrada de la tendencia a la dominación mundial, que toda guerra por parte de la burguesía de estos países no puede ser más que reaccionaria. El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de este tipo, sino que debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales guerras y utilizar esa derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa la insurrección destinada a impedir la guerra".

En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios de la milicia burguesa, sino únicamente de una milicia proletaria. Por eso, "ni un céntimo, ni un hombre", no sólo para el ejército regular, sino tampoco para la milicia burguesa, incluso en países como los Estados Unidos o Suiza, Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países republicanos más libres (por ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación cada vez mayor de la milicia, sobre todo en 1907 y 1911, y que se la prostituye, movilizándola contra los huelguistas. Nosotros podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el pueblo, que sea abolida toda justicia militar, que los obreros extranjeros tengan los mismos derechos que los obreros nacionales (punto de especial importancia para los Estados imperialistas que, como Suiza, explotan cada vez en mayor número y cada vez con mayor descaro a obreros extranjeros, sin otorgarles derechos). Y además, que cada cien habitantes de un país, por ejemplo, tengan derecho a formar asociaciones libres para aprender el manejo de las armas, eligiendo libremente instructores retribuidos por el Estado, etc. Sólo en tales condiciones podría el proletariado aprender el manejo de las armas efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y los intereses del proletariado exigen absolutamente ese aprendizaje. La revolución rusa ha demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del movimiento revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un poblado fabril, una parte del ejército -- obligará inevitablemente al proletariado vencedor a poner en práctica precisamente ese programa.

Por último, contra el oportunismo no se puede luchar, naturalmente, sólo con programas, sino vigilando sin descanso para que se los ponga en práctica de una manera efectiva. El mayor error, el error fatal de la fracasada II Internacional, consistió en que sus palabras no correspondian a sus hechos, en que se inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresia y a una desvergonzada fraseologia revolucionaria (vease la actitud de hoy de Kautsky y Cía. ante el Manifiesto de Basilea). El desarme como idea social -- es decir, como idea engendrada por determinado ambiente social, como idea capaz de actuar sobre determinado medio social, y no como simple extravagancia de un individuo -- tiene su origen, evidentemente, en las condiciones particulares de vida, "tranquilas" excepcionalmente, de algunos Estados pequeños, que durante un periodo bastante largo han estado al margen del sangriento camino mundial de las guerras, y que confían poder seguir apartados de él. Para convencerse de ello basta reflexionar, por ejemplo, en los argu mentos de los partidarios del desarme en Noruega: "Somos un país pequeño, nuestro ejército es pequeño, nada podemos hacer contra las grandes potencias" (y por ello nada pueden hacer tampoco si se les impone por la fuerza una alianza imperialista con uno u otro grupo de grandes potencias) . . . , "queremos seguir en paz en nuestro apartado rinconcito y proseguir nuestra política pueblerina, exigir el desarme, tribunales de arbitraje obligatorios, una neutralidad permanente, etc." (¿"permanente", como la de Bélgica?).

La mezquina aspiración de los pequeños Estados a quedarse al margen, el deseo pequeñoburgues de estar lo más lejos posible de las grandes batallas de la historia mundial, de aprovechar su situación relativamente monopolista para seguir en una pasividad acorchada, tal es la situación social objetiva que puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del desarme en algunos pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es reaccionaria y descansa toda ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u otro modo, arrastra a los pequeños Estados a la vorágine de la economía mundial y de la política mundial.

En Suiza, por ejemplo, su situación imperialista prescribe objetivamente dos lineas del movimiento obrero: los oportunistas, en alianza con la burguesía, aspiran a hacer de Suiza una unión monopolista republicano-democrática, a fin de obtener ganancias con los turistas de la burguesía imperialista y de aprovechar del modo más lucrativo y más tranquilo posible esta "tranquila" situación monopolista.

Los verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar la relativa libertad del país y su situación "internacional" para ayudar a la estrecha alianza de los elementos revolucionarios de los partidos obreros europeos a alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un "idioma propio", sino tres idiomas universales, los tres, precisamente, que se hablan en los países beligerantes que limitan con ella.

Si los 20.000 miembros del Partido suizo contribuyeran semanalmente con dos céntimos como "impuesto extraordinario de guerra", obtendríamos al año 20.000 francos, cantidad más que suficiente para imprimir periódicamente y difundir en tres idiomas, entre los obreros y soldados de los países beligerantes, a pesar de las prohibiciones de los Estados Mayores Generales, todo cuanto diga la verdad sobre la indignación que comienza a cundir entre los obreros, sobre su fraternización en las trincheras, sobre sus esperanzas de utilizar revolucionariamente las armas contra la burguesía imperialista de sus "pro pios" países, etc.

Nada de esto es nuevo. Precisamente es lo que hacen los mejores periódicos, como La Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht,[7] pero, por desgracia, en medida insuficiente. Sólo semejante actividad puede hacer de la magnífica resolución del Congreso de Aarau algo mís que una mera resolución magnífica.

La cuestión que ahora nos interesa se plantea en la forma siguiente: ccorresponde la reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria entre los socialdemócratas suizos? Es evidente que no. El "desarme" es, objetivamente, el programa más nacional, el más especificamente nacional de los pequeños Estados, pero en manera alguna el programa internacional de la socialdemocracia revolucionaria internacional.




Firmado: N. Lenin

Escrito en aleman en septiembre de 1916. Publicado por primera vez en septiembre y octubre de 1917, en los numeros 9 y 10 de Jugend-Internationale.










NOTAS:

[*] El artículo "El programa militar de la revolución proletaria " fue escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de los socialdemócratas escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra Mundial se manifestaron en contra del punto del programa socialdemócrata relativo al "armamento del pueblo" y lanzaron la errónea consigna del "desarme". En diciembre de 1916 el articulo, redactado de nuevo, fue publicado en la Recopilación del Socialdemócrata, t. II, con el titulo de "La consigna del 'desarme'" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII). En abril de 1917, poco antes de salir para Rusia, Lenin entregó el texto en alemán del artículo a la redacción de la revista Jugend-Internationale ; el articulo fue publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10. Jugend-Internationale órgano de la Liga Internacional de las Organizaciones Socialistas de la Juventud, adherida a la izquierda de Zimmerwald, se publicó desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918 en Zurich. Lenin emite su juicio acerca de esta revista en la nota "La Internacional de la Juventud" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII).


[1] Se alude a las tesis sobre la cuestión militar escritas por R. Grimm (uno de los lideres del Partido Socialdemócrata de Suiza) en el verano de 1916 con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario del mismo Partido. Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para febrero de 1917, tenía que resolver la cuestión de la actitud de los socialistas suizos ante la guerra.

[2] Neues Leben (Vida Nueva ) órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza; se publicó en Berna desde enero de 1915 hasta diciembre de 1917. La revista difundia los puntos de vista de los zimmerwaldianos de derecha; desde comienzos de 1917 adopto la posición socialchovinista.

[3] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXXV.

[4] Se alude a las Conferencias Socialistas Internacionales celebradas por los internacionalistas en Zimmerwald y Kienthal (Suiza).

La Primera Conferencia Socialista Internacional se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la Conferencia se enfrentaron los internacionalistar revolucionarios, encabezador por Lenin, y la mayoría kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de izquierda el grupo de izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido Bolchevique mantuvo una posición acertada y consecuentemente internacionalista contra la guerra.
La Conferencia aprobó un manifiesto en el que se calificaba de imperialista la guerra mundial; asimismo condenó la conducta de los "socialistas" que votaron por los creditos de guerra y tomaron parte en los gobiernos burgueses, y llamo a los obreros de Europa a desarrollar la lucha contra la guerra y por la conclusion de un tratado de paz sin anexiones ni contribuciones.

La Conferencia aprobó también una resolución de simpatía a las victimas de la guerra y eligió una Comisión Socialista Internacional.

Acerca de la significación de la Conferencia de Zimmerwald, veanse los articulos de Lenin "El primer paso" y "Los marxistas revolucionarios en la Conferencia Socialista Internacional del 5 al 8 de septiembre de 1915" (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).
La Segunda Conferencia Socialista Internacional se celebró en Kienthal del 24 al 30 de abril de 1916. En esta Conferencia el ala izquierda actuó más unida y fue más fuerte que en la Conferencia de Zimmerwald. Gracias a los esfuerzos de Lenin, la Conferencia aprobó una resolución que criticaba el socialpacifismo y la actividad oportunista del Buró Ejecutivo Socialista Internacional. El manifiesto y las resoluciones aprobados en Kienthal fueron un nuevo paso en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra.

Las Conferencias de Zimmerwald y de Kienthal contribuyeron a destacar y agrupar a los elementos internacionalistas, pero no formularon abiertamente el problema de la lucha contra el oportunismo, no adoptaron una posición consecuentemente internacionalista y no aceptaron las tesis fundamentales de la política de los bolcheviques: transformación de la guerra imperialista en guerra civil, derrota del gobierno propio en la guerra y organización de la III Internacional.

[5] Grupo Socialdemocrata del Trabajo (Arbeitsgemeinschaft: Comunidad del Trabajo ): organización de los centristas alemanes, fundada en marzo de 1916 por los diputados al Reichstag que se habían separado de la fracción socialdemócrata del Reichstag. Este grupo fue el núcleo fundamental del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, organización centrista constituida en 1917 que justificaba a los social chovinistas abiertos y propugnaba el mantenimiento de la unidad con ellos.

[6] Los comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía imperialista. Tratando de someter a los obreros a su influencia y de inculcarles ideas defensistas, la burguesía ideó la organización de "grupos obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos grupos hubiese representantes de los obreros, encargados de hacer propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares. Los mencheviques partidparon activamente en esta empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron eficazmente con el apoyo de la mayoría de los obreros.

[7] La Sentinelle, órgano de la organización socialdemócrata suiza del cantón de Neuchatel (Suiza francesa), fundado en Chaux de Fonds en 1884. En los primeros años de la Primera Guerra Mundial, el periódico mantuvo una posición internacionalista. El 13 de noviembre de 1914, en el núm. 265 del periódico fue publicado, en forma abreviada, el Manifiesto del C.C. del P.O.S.D.R. "La guerra y la socialdemocracia de Rusia" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).

Volksrecht (El Derecbo del Pueblo ), órgano del Partido Social demócrata de Suiza y de la organización socialdemócrata del cantón de Zurich. Se publica en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el periódico presentó artículos de los Zimmerwaldianos de izquierda. En el aparecieron tambión artículos de Lenin, como por ejemplo, "Doce breves tesis sobre la defensa hecha por G. Greulich de la defensa de la patria", "Sobre las tareas del P.O.S.D.R. en la revolución rusa", "Las maniobras de los chovinistas republicanos". Más tarde el periódico adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.

Berner Tagwacht (El Centinela de Berna ), órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en Berna. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F. Mehring y de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó abiertamente a los socialchovinistas y más tarde adoptó una posición anticomunista y antidemocrática.

Saturday, December 16, 2006

RECORDANDO LOS GENOCIDIOS CONTRA PRISIONEROS POLITICOS Y DE GUERRA EN PERU



TESTIMONIOS SOBRE EL GENOCIDIO DEL 19 DE JUNIO 1986
SOBRE LOS SUCESOS EN EL FRONTON




El día miércoles 18 de junio de 1986 a la hora del desencierro tomamos tres rehenes de la Guardia Republicana, tres FAL y una metralleta. El Cabo de la Guardia Republicana ingresó muerto al Pabellón, los otros dos heridos, los tres rehenes heridos por sus propios compañeros; de nuestra parte no hubo ni un sólo herido; dentro de los guardias republicanos que lograron irse dos más salieron heridos por cuchillo. A los guardias republicanos se les atendió, a uno se le hizo transfusión de sangre.

Desde las 7.30 am. a 9 am. se cohesionó al contingente. A las 10 am. nos enteranos de la reunión del mequetrefe y sus compinches, hubo tensión en la LTC porque de ahí salía lo que teníamos que enfrentar.

Al llegar la Comisión Cabieses, aproximadamente 2 pm., entregó un megáfono a los delegados y de esa manera poder escucharse mutuamente, éste llegó una hora después. La Comisión tuvo que plantear que no era oficial sino por su propia iniciativa aunque con permiso del gobierno. Los delegados le entregaron por escrito el pliego de reclamos planteando la necesidad que ubiquen a los familiares y abogados y que junto con los representantes del Estado conformen una Comisión Unitaria para solucionar la situación. Ante lo cual la Comisión Cabieses accedió pidiendo conversar con los rehenes, cosa que hicieron.

Eran aproximadamente 3.30 ó 4 pm. cuando la Comisión se retira. Ya para esto la Marina que llegó en lanchas y en helicópteros comenzaba a tomar posiciones, ubicaciones, por el lado del Pabellón Playa de los comunes. El ataque lo inició a las 5 0 5.30 pm. aproximadamente. Primero fusilería con granadas que caían alrededor del Pabellón, en este ataque cayeron en el 2do. piso entre muertos y heridos, un promedio de cinco. Prosiguen el ataque hasta las 6.30 pm. A las 7 pm. acompañaron con cantidad de bombas lacrimógenas. Los respiraderos cumplen su papel. A las 8 pm. segundo ataque con bombas lacrimógenas, se respondió con agitaciones, canciones; no se atrevieron a entrar, se agitó al hombre y al arma. Desde las 9 a 10.30 pm. aproximadamente ataques con mortero, bazucas, fusilería más contundente, uso de granadas. De los medios que contábamos se usó principalmente los tres FAL y las ''dinas'' aunque varias de ellas no funcionaron.

Ya para esta hora estaba destruida la parte trasera del primero y segundo pisos y laterales del primer piso, así como el tubo de baño del primer piso.

Luego de aparente alto reanudan aproximadamente a las 12 pm. hasta las 4 am. con fusilería, bazuca, granada, con intervalos de 15 a 20 minutos. Es en esta parte final que el baño del segundo piso ya es destruido, de los cuatro encargados dos quedamos con vida a más de seis que estaban replegados, ante ello cogimos nuestras armas y nos replegamos a la cocina donde estaban concentrados la mayoría, unos cuarenta aproximadamente, ahí estaban los camaradas Alejandro, Teófilo, Amílcar, Félix. Hasta ese momento el único que estuvo herido en el pie era Amílcar pero podía desplazarse.

A las 5.30 am. reanudan su ataque concentrado en la cocina, a las 6 am. perforan la cocina, hacen un boquete. A las 6.30 salimos aproximadamente unos doce combatientes al Pabellón pero todo está descubierto, ocho regresamos a la cocina, y cuatro se ubicaron en el pasadizo de entrada, pared que da al baño y pared que da a la cocina, entre los cuatro, un compañero con FAL causa bajas a los marinos y comienza mayor ataque a ese lado.

A las 10 u 11 am. del día jueves 19 se logró hacer un hueco regular que comunica la cocina con el pasadizo y éste a su vez con el baño. Entran Amílcar, Félix y seis más. El ataque a la cocina y al baño prosiguió, al ingresar al pasadizo se descongestionó un poco la cocina. Los marinos habían tirado gasolina, los combatientes se mudaron con agua. Prosiguieron las consignas y los cantos y respondiéndole a los marinos el que entreguemos las armas y nos entreguemos; el ataque prosiguió también por las trincheras y túneles del primer piso.

Aproximadamente a la 1 ó 2 pm. caí herido, pensé mi muerte, tenía en mente proseguir el camino de nuestros camaradas y también me despedí con las tres consiguas acordadas en la preparación de la acción: ¡Viva el Presidente Gonzalo!, ¡Viva el PCP!, ¡Viva la Guerra Popular! De ahí para adelante perdí el conocimiento, me dicen que estuve hablando dando ánimo a quienes estaban en el pasadizo. A las 4 ó 4.30 pm. el compañero Nelson me levantó, me cubría la herida y me dijo te voy a sacar con vida. Vi que los combatientes que podían caminar salían, uno delante Rubén. Ahí vi al camarada Félix que decía ¡Vamos a salir con los heridos!, ¡Respeten los heridos!. Rubén gritó ¡Me rindo, me rindo!, el camarada Félix le dijo ¡Vete a la mierda!, ¡Hemos dicho respeten los heridos!, entonces lo bajó al campañero Victor y Nelson me bajó a mi, detrás bajó Félix. Para esto eran prácticamente las 5 pm., momentos en que llegaba el canal 7 y periodistas. Ya en el campo deportivo separaron a los heridos más graves al Tópico, los doctores del Penal. La Marina separó a los delegados con otro objetivo, fueron reconociendo al camarada Félix, compañero Victor, camarada Cirilo y otros.

Los doctores nos curan, luego la Marina nos quita la venoclisis, nos torturan, nos embarcan al muelle a eso de las 7 pm., a donde llegamos a las 9 de la noche. Nos ficharon, nos traen al Hospital, nos curan, nos colocan venoclisis.

El día viernes aparecemos en Canto Grande.

I.- Los prisioneros de guerra: Toma de rehenes; lucha conjunta; resistencia feroz.

Los marinos: Exterminio total, no lo hicieron por nuestra resistencia y porque llegó en ese momento el Canal 7 y periodistas.

II.- Armas, medios - Prisioneros: machetes, lanzas, cuchillos, ballestas tres tipos, fabricadas por nosotros mismos; tres FAL arrancadas al enemigo; útiles, el lanza llamas no se usó; chalecos útil; respiraderos útil.

Marinos: FAL; helicópteros; bazucas; mortero; cañón; dinamitas; usó mar, aire y tierra; lacrimógenas, bengalas, incendios; granadas.

III.- Prisioneros de guerra: política y moralmente superiores, en la lucha conjunta, en la resistencia feroz, en los últimos momentos, en las torturas, canciones y consignas.

Marinos: mostraron su cobardía, su crueldad, vesania, sevicia, su temor, su miedo.

Todos los hechos muestran la heroicidad, el ejemplo de comunistas y combatientes, la valía de la combatividad, el sustento mismo: el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento guía, forja toda del Presidente Gonzalo, verdadera garantía de triunfo; muestra además cómo arrancamos lauros a la misma muerte para gloria del Presidente Gonzalo, del Partido, de la Revolución.

Expreso sujeción y reafirmación plena e incondicional al Presidente Gonzalo, a su justo y correcto pensamiento guía a su grandiosa y magistral dirección, garantía de triunfo. Reafirmación a nuestra poderosa e invencible ideología: el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento guía fuente y luz de los oprimidos, base de unidad partidaria. Reafirmación en el desarrollo grandioso y de brillante perspectiva de nuestra guerra popular y ¡Rematar el Gran Salto con Sello de Oro!.

Rematar el Gran Salto que es gozne, eslabón para el Plan de Desarrollar Bases que desarrollará más nuestra guerra popular.

NICOLAS,SOBREVIVIENTE DEL GENOCIDIO



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Jueves 19, 5 pm., se ha dispuesto salir con los heridos.

Ha sido todo un día de feroz resistencia, de heroica resistencia. Hemos combatido con firmeza, con resolución. Los cobardes asesinos no han entrado ni tenido la intención de entrar a sacarnos.

Se ha combatido como el Partido nos ha enseñado, hemos agitado y cantado nuestra canción "Somos los iniciadores", es muy apropiada:

"Si morimos en la guerra con el
cuerpo mutilado,
si morimos en la guerra con el
cuerpo desgarrado,
bienvenida sea la muerte
porque es una muerte digna".

Compañeros han sido destrozados pero han muerto con alegría, con el triunfo en el rostro, su alma estará siempre viva en nosotros.

También hemos estado dándonos remociones entre nosotros, hablando de todo lo que nos corresponde: nuestra revolución, nuestro Partido, nuestro Presidente, de nuestra invencible ideología; dispuestos a morir luchando juntos con nuestros compañeros.

Así hemos pasado las 24 horas de heroico combate. Se ha dispuesto que salgamos con los heridos y los rehenes. Primero han salido los compañeros del segundo piso para la cancha de fulbito hacia el muelle. Luego hemos salido los del primer piso hacia la plazita Chuschi, con los heridos y tres rehenes (a uno de ellos lo han asesinado las hienas).

Nos han hecho desvestir y metido en celdas de la Playa, luego de cinco en cinco han ido sacando y fusilando. Hemos caído agitando y vivando a nuestra ideología, a nuestro Presidente, a nuestro Partido, a nuestra revolución. No nos han callado ni en la agonía.

Han rematado y arrastrado los cadáveres a una trinchera en que hemos combatido, la han usado como fosa. Entre treinta y cuarenta compañeros asesinados hemos estado ahí agitando hasta el último aliento de vida. No tenía bala en partes vitales y he logrado salir de la fosa.

Luego que nos arrojaron a esa fosa, tiraron una granada tratando de acallarnos; después se echaron abajo la cocina y el baño del segundo piso, que era lo único que quedaba del Pabellón, cayó sobre la fosa para sepultarnos. De ahí he salido el día viernes, me cogieron los asesinos y me llevaron a San Lorenzo, querían información; he sabido guardar la regla de oro. En la noche discutieron sobre mi situación y me mandaron al hospital. A la media noche, ya sábado, he sido atendido en el Alcides Carrión y a la media noche junto con cuatro compañeros hemos sido trasladados a Canto Grande a podrirnos con nuestras heridas. Luego de cinco días nos han devuelto al mismo hospital que ahora estamos.

Lo que somos es lo que el Partido nos ha enseñado. Mi moral esta más alta, mi odio de clase más exacerbado para aplastar este régimen genocida.

Esto es lo que he podido escribir por ahora, en estas circunstancias.

JOSE, SOBREVIVIENTE DEL FUSILAMIENTO EN EL GENOCIDIO.



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Día miércoles 18 de junio de 1986, hora 6.30 am., Guardia Republicana y empleados ingresan a abrir la puerta de Pabellón Azul, se procedió a toma de rehenes: tres guardias republicanos, uno de ellos ya herido gravemente por las balas de los mismos repuchos, se obtuvo tres FAL, una metralleta; los guardias respondieron con balas hiriendo a un compañero; se procedió al atrincheramiento con mucha rapidez, luego cada uno se puso en su puesto de combate. Los repuchos se corrieron asustados, uno botó una metralleta al mar, se fueron con dirección a la guarnición. Un repucho murío por heridas de gravedad (bala).

A eso de las 4.30 o 5 pm. vino la Comisión de Paz y conversó con los delegados a través de unos parlantes que nos dieron, conversaron con los rehenes, luego quedamos en que irían a buscar a los familiares, abogados y autoridades del INPE para solucionar en forma dizque pacifica, así quedamos, luego ellos se fueron a la guarnición.

Después de media hora los infantes de marina llegaron poniéndose en puntos de ataque y comenzaron a disparar por todos los lados, estábamos cercados. Primeros en caer fueron: Ray, Saúl y otros heridos, Arturo, todos en sus puestos de combate; en cada momento se agita consignas revolucionarias acordadas, se expresaba la moral alta de los combatientes.

Cerca de las 6.30 pm. dinamitaron el Pabellón en la parte de atrás que da a la guarnición. Caímos al primer piso con algunas contusiones, nos hicimos los muertos, luego subimos al segundo piso (no había posibilidades de ingresar al primer piso); Raúl, Omar, Armando, Cirilo, todos con heridas leves.

Hicieron alto al fuego, retornaron a la guarnición a aprovisionarse de municiones. Más o menos a las 8.30 pm. regresaron y atacaron con bombas lacrimógenas, lo que fue superado, se manejó bien la situación; varios cayeron bajo las balas asesinas. Las ráfagas continuaban con bazuca y FAL, luego volvieron a volar las paredes del Pabellón; uno a uno fueron cayendo con los puños en alto dando vivas al Presidente Gonzalo, a causa de la explosión.

Luego cesó el ataque, del Pabellón sólo quedaban restos y polvos, se atendieron a los heridos, la resistencia feroz se expresaba. Al día siguiente sólo quedaba la parte de la cocina, estaban varios combatientes: Alejandro, Daniel, Wille, Ignacio, Osvaldo, Armando, Julio, Lucho y varios más; los bazucas centraron su ataque a la cocina. La mayoría murió siempre agitando, buscando la bala del enemigo, Américo murió con puño en alto, Jonás fue destrozado por la explosión, Daniel fue volado sus dos pies por la explosión.

Luego los genocidas ingresaron a buscarnos y se aplicó ir al hombre y coger el arma, salimos Angel, Julio, Albino y yo, allí cayó Albino agitando, fuimos rodeados después de treinta minutos regresamos al lugar de antes lo que vi fue espantoso, cabezas, brazos, piernas. volados en pedazos.

Luego Rubén conversó con Julián y gritó que iban a bajar con los heridos, eso hicimos, fuimos tirados al suelo en la cancha, fuimos seleccionados por los marinos, fusilaron a Julián, Wille, David, Ignacio y otros. Yo me he sujetado a la regla de oro, fuimos golpeados, preguntaban nuestra condición, luego se escuchó una detonación fuertísima. habían volado por completo el Pabellón Azul; fuimos llevados al muelle de la Marina, fuimos golpeados, fichados, mataron a Peter en la tortura, comportamiento bueno. Los marinos preguntaron ¿Quién es el camarada Gonzalo? Péter respondió: "El Presidente del Contingente", los marinos lo mataron; nos hicieron subir al carro, nos llevaron al Hospital Alcides Carrión, nos hicieron limpieza externa, creo que éramos cerca de quince compañeros, a media noche nos sacaron desnudos con traslado a Canto Grande donde fuimos golpeados duramente y colocados en la sala de recuperación. Ahí hasta ahora no tenemos ningún tipo de atención médica, salvo jabón y agua, nos han aislado de nuestros abogados, familiares, estamos incomunicados, los heridos han empeorado, siguen con su plan de aniquilamiento, pero no podrán, nosotros seguimos combatiendo y resistiendo, denunciando sus planes genocidas, jamás podrán quebrarnos la moral.

(Todo lo acontecido es sólo del segundo piso).

JULIO, SOBREVIVIENTE DEL GENOCIDIO.





Fuente: The Maoist Documentation Project (http://www.maoism.org/misc/peru/doh/spanish/heroismo12.htm)