Monday, March 12, 2007


Stalingrado:
El campo de batalla de la historia... La historia de un campo de batalla
Stalingrado
de Anthony Beevor, Editorial Crítica, Barcelona, 2000
Enemigo al acecho
Una película dirigida por Jean-Jaçques Annaud, 2001
La Batalla de Stalingrado, un choque titánico en la II Guerra Mundial entre la Alemania nazi y la Unión Soviética socialista, ha sido tema de incontables estudios, libros, películas y memorias. Sin embargo, dos obras recientes, ?el libro de Anthony Beevor, importante escritor británico en asuntos militares y la película del director francés Jean-Jaçques Annaud? han contribuido a que la nueva generación conozca lo que fue la más grande batalla de la historia. No sólo fue un choque militar en gran escala, que enfrentó a millones de soldados entre sí, sino fue el acontecimiento clave de un drama en que se enfrentaron dos sistemas sociales ?el capitalista-imperialista representado por los nazis alemanes y el socialista que nació en la Revolución de Octubre y que se desarrolló durante dos décadas con la dirección de Lenin y Stalin? en un combate de vida o muerte. Fue el punto de viraje de la II Guerra Mundial y el principio del fin de la Alemania de Hitler, la cual hasta la invasión de la URSS, había ocupado fácilmente casi todo el este y el oeste de Europa.
En relación a la grandeza del tema, el libro de Beevor y la película de Annaud quedan muy cortos. El valor del pueblo en la defensa de la URSS y el heroísmo del Ejército Rojo, de resistir y finalmente vencer a un enemigo mucho mejor equipado, es un acontecimiento histórico tan transcendental que no se puede pasarlo por alto tan fácilmente. Por injusto que parezca equiparar la erudición de Beevor con la burda ficción hollywoodesca de Annaud, ambas obras, si bien en diferentes esferas y con diferentes públicos, intentan explicar el heroísmo del proletariado desde el punto de vista de la burguesía. Aunque ambas obras son fieles a los ?hechos? (es posible aprender mucho de ellas desde el punto de vista del proletariado revolucionario), se tragaron por completo una gran mentira: que la mayor victoria militar de todo el tiempo ocurrió sin importar o hasta en oposición a la existencia del sistema socialista y a la dictadura del proletariado. De fondo, la suya es una misión sin esperanza. Sin importar cuán talentosas o financiadas fueron las obras (la película de Annaud contó con el mayor presupuesto jamás visto para una película europea), el resultado puede tener el efecto contrario: alentar a la nueva generación a descubrir por sí misma el verdadero significado de la palabra ?Stalingrado?.
ANTECEDENTES DE LA BATALLA
En respuesta a su derrota en la I Guerra Mundial y el castigo del Tratado de Versalles, la clase dominante imperialista alemana se había dedicado a impulsar un nuevo reparto imperialista del mundo. Otro objetivo que acompañó ese afán, fue su deseo de eliminar la Unión Soviética, el primer Estado socialista del mundo. El instrumento que utilizó para sus fines fue el Partido Nacional Socialista (nazi) dirigido por Hitler.
Todo el mundo imperialista compartía el objetivo de destruir a la URSS. Inglaterra, Francia y los Estados Unidos no tenían menos odio a la dictadura del proletariado. Uno de los ?objetivos de guerra? principales de Inglaterra y los Estados Unidos en la II Guerra Mundial fue hacer que los alemanes apuntaran su máquina de guerra hacia el este, para que derrotara a la URSS y se debilitara en el proceso. Mao Tsetung llamó a esta política ?quedarse sentados en la montaña como espectadores de la pelea entre los tigres?.
Para desviar esta estrategia, la Unión Soviética buscó un acuerdo con los imperialistas anglo-franceses, en pos de una defensa colectiva contra Alemania. Ese intento falló y en 1939, la URSS firmó un pacto de no agresión con Alemania. Durante los siguientes dos años, el aparato militar alemán conquistó una victoria tras otra: Polonia, Dinamarca, Holanda y Bélgica. Invadió a Francia, la que pronto capituló (la gran mayoría de la clase dominante francesa se alió con Alemania durante la guerra). El ejército británico en Europa rápidamente retrocedió al otro lado del estrecho de Dover.
Los británicos se quedaron de brazos cruzados mientras Hitler consolidaba su poder en el continente y preparaba una poderosa ofensiva contra la URSS. El 22 de junio de 1941, los alemanes emprendieron el ataque con una masiva fuerza invasora de 5.500.000 soldados (con fuerzas de los Estados satélites de Rumania, Bulgaria, etc.), 3.350 tanques y 2.000 aviones, y, por medio de la ocupación, los recursos colectivos de la Europa ocupada. Atacó en tres frentes: por el norte hacia Leningrado, en el centro hacia Moscú y en el sur hacia Kiev y, más allá, Stalingrado y la región del Cáucaso. El Ejército Rojo tuvo que defender el frente oeste de 4.500 km, con 1.100 km de costa. Además, si bien la URSS había estado preparándose para el inevitable conflicto militar, no había terminado la consolidación de sus defensas. En unos aspectos importantes, el momento, el tamaño y la dirección del ataque alemán tomaron por sorpresa a la URSS. En las zonas de su principal ataque, Alemania logró concentrar fuerzas superiores en razón de 4 ó 5 a 1, y contaba con superioridad en el combate aéreo y mandos más experimentados, en especial con tanques. Imponía el blitzkrieg, un ataque relámpago que había funcionado muy bien contra sus enemigos hasta ahora.
Los primeros días y semanas de la guerra constituyeron casi un desastre para la URSS. En cada frente, el Ejército Rojo sufrió derrotas y retrocedió y sus unidades desorganizadas e incomunicadas salieron abatidas a manos de los alemanes. En las primeras 3 semanas de combate, según Beevor, el Ejército Rojo perdió 2.000.000 soldados, 3.500 tanques, 6.000 aeroplanos y un gran porcentaje del cuerpo de oficiales. En septiembre, los alemanes ya estaban en las afueras de Leningrado. En el sur, Kiev, la capital de Ucrania, la segunda república de la URSS, estuvo a punto de ser arrasada por los alemanes. Stalin y el liderato soviético, en el que tal vez fuera su mayor error militar de la guerra, llamaron al Ejército Rojo a defender a Kiev a toda costa. El Ejército Rojo opuso una inquebrantable y heroica defensa, pero contra tal fuerza abrumadora, la derrota fue inevitable y cerca de 500.000 soldados del Ejército Rojo fueron capturados.
Según el guión que los alemanes habían representado y vuelto a representar en todo el continente, el colapso de la URSS tendría que ser inminente. A fines de septiembre, un confiado y arrogante Hitler dio órdenes de arrasar a Leningrado y después, desaparecer a Moscú con un gran lago artificial. Las potencias aliadas también esperaban llenas de expectativas, la inminente caída de Leningrado y Moscú. El secretario de Guerra yanqui, Henry Stimson, sintetizó el punto de vista casi unánime de su comando militar escribiendo que la victoria alemana requeriría ?un máximo posible de tres meses?.
El Partido Comunista de la Unión Soviética respondió dirigiendo y organizando una movilización militar sin precedente de todo el país y libró lo que hoy llamamos una guerra popular. Con la clase trabajadora y las masas de Leningrado fue posible impedir la entrada a la ciudad de las fuerzas militares superiores de Alemania, con la movilización de 250.000 personas, principalmente mujeres, para excavar kilométricas defensas antitanque. Los habitantes de la ciudad resistieron con heroísmo un sitio que iba a durar 900 días, en que hasta un millón de personas, en su mayoría mujeres, perecieron. En Moscú, el gobierno sopesaba seriamente la posibilidad de abandonar la ciudad; el cuerpo de Lenin fue trasladado a un lugar seguro. En lugar de salir, Stalin decidió, contra el consejo de otras personas, sostener un desafiante desfile militar con motivo del aniversario de la Revolución de Octubre. De ahí, el Ejército Rojo marchó directamente a combatir en el frente contra los invasores alemanes.
El pueblo se movilizaba por doquier. Muchísimos comunistas fueron al frente para elevar la capacidad de combate y espíritu de la tropa. Los comunistas organizaron unidades de partisanos detrás de todos los puntos de las líneas enemigas, a fin de librar una guerra de guerrillas contra los invasores. Los partisanos sobrevivieron en difíciles condiciones en el bosque con el apoyo de las masas quienes dieron apoyo vital a pesar de la política genocida alemana de masacrar a los civiles por cada acto de resistencia. En la retaguardia, el pueblo trabajaba día y noche para transportar fábricas enteras a lugares lejos de los invasores e incrementaron dramáticamente la producción ante la necesidad de material de guerra.
En diciembre de 1941, con el comienzo del crudo invierno (con temperaturas de menos 20 grados centígrados), el ejército alemán había avanzado a las puertas de Leningrado y Moscú y a lo largo de la línea norte-sur del mar de Crimea. No obstante, la ofensiva se había detenido y algunos contraataques empezaron a cobrarle facturas a los alemanes.
Los alemanes habían subestimado muchísimo la capacidad de resistir del ejército y el pueblo soviéticos. Con una arrogancia nacida de su punto de vista de clase, pensaban que podrían atacar con más o menos igual intensidad en tres frentes al mismo tiempo. Con la llegada de la primavera, los generales alemanes ya habían comenzado a ajustar los planes. Decidieron lanzar el grueso de sus fuerzas en un masivo asalto hacia el sudeste, en dirección de la ciudad con el nombre del líder soviético.
Stalingrado (hoy llamado Volgogrado) está ubicado a la orilla del río Volga, uno de los principales ríos de Rusia y una importante vía de transportación entre Europa y Asia. Es la entrada al Cáucaso, donde muchas nacionalidades no rusas vivían en las diversas repúblicas socialistas unidas en la URSS. El alto mando alemán esperaba hacer uso de las contradicciones entre los pueblos de la Unión Soviética para socavar su capacidad de combate. Por ejemplo, los alemanes concentraron entre los ríos Don y Volga a muchos cosacos, a los cuales en su época el zar había engañado o apresado como fuerza de choque contra la revolución.
Los campos petrolíferos de Bakú del Azerbaiyán soviético, cerca de la frontera con Irán, fueron un blanco muy importante para la máquina de guerra alemana. Con su captura, podrían privar a los soviéticos del petróleo. Además, el ejército alemán pensó que capturando Stalingrado y cruzando el Volga, podía después regresar al norte y cercar a Moscú, que aún estaba bajo ataque desde el oeste. En una palabra, todos los planes de los alemanes dependían ahora de la conquista de Stalingrado.
Aunque los comunistas, los obreros conscientes de clase y los sectores más avanzados del pueblo soviético estaban resueltos a no ceder ante ningún sacrificio en el combate a los agresores alemanes, existía un pequeño sector de contrarrevolucionarios quienes recibían con brazos abiertos a los alemanes, con la esperanza de que éstos los rescataran de los bolcheviques. Hubo, también, un importante número de personas quienes, asustadas por los avances iniciales del ejército alemán, no creían en la posibilidad de la victoria. (Luego, los soviéticos hicieron un balance de que el derrotismo se había alimentado en particular por la excesiva simplificación de la propaganda antes de la guerra que tendía a menospreciar el poder el enemigo, generando sorpresa y incredulidad cuando el enemigo resultó ser un adversario formidable. Mao sintetizó la orientación correcta escribiendo que los imperialistas y todos los reaccionarios son tigres de papel con colmillos de verdad y que el pueblo tiene que despreciarlos estratégicamente pero tomarlos en serio tácticamente.) En el ejército y el partido soviéticos, incluso a los más altos niveles, cundían fuertes manifestaciones de derrotismo y huidismo.
En los primeros meses de la campaña sur, el reorganizado ejército alemán volvió a dar duras derrotas sobre el Ejército Rojo. Stalin y el liderato soviético comprendieron correctamente los retos de la campaña venidera. El 27 de julio de 1942, Stalin, en su capacidad de jefe del ejército, emitió la orden #227, la cual decía en parte:
?Los combates se desarrollan en la región Voronezh, el Don, el sur de Rusia, en las puertas del Cáucaso norte. Los invasores alemanes se dirigen hacia Stalingrado, hacia el Volga y quieren capturar a cualquier precio Kubán y el Cáucaso norte, con las riquezas de petróleo y pan. El enemigo ya ha capturado a Voroshilovgrado, Starobelsk, Rossosh', Kupyansk, Valuiki, Novocherkassk, Rostov en el Don y la mitad de Voronezh. Algunas unidades del frente sur, siguiendo a la cola de los apanicados, han abandonado a Rostov y Novocherkassk sin una resistencia efectiva y sin órdenes de Moscú, así cubriendo los estandartes de vergüenzas. El pueblo de nuestro país, quien trata al Ejército Rojo con amor y respeto, está empezando a desilusionarse y a perder la fe en él, y muchas personas lo maldicen por su huida al este y por dejar a la población bajo el yugo alemán. Algunos ingenuos en el frente se conforman con los argumentos de que podemos continuar la retirada al este, ya que tenemos vastos territorios, abundantes tierras y una gran población, y siempre tendremos abundancia de pan. Con esos argumentos, tratan de justificar su vergonzosa conducta en el frente. Todos esos argumentos son completamente falsos y equivocados, y sirven a nuestros enemigos. Cada comandante, soldado y comisario político tiene que comprender que nuestros recursos no son infinitos. El territorio de la Unión Soviética no es un desierto, sino que está poblado de obreros, campesinos, intelectuales, nuestros padres y madres, esposas, hermanos y niños. El territorio de la URSS que ha capturado el enemigo y en el que el enemigo lucha con impaciencia por capturar, representa el pan y otros recursos para el ejército y los civiles, hierro y petróleo para las industrias, fábricas, ferrocarriles y plantas que abastecen a las fuerzas armadas con equipo y municiones. También contiene nuestras vías ferroviarias. Con la pérdida de Ucrania, Bielorrusia, las repúblicas bálticas, la cuenca de Donetsk y otras regiones, hemos perdido vastos territorios. Eso significa que hemos perdido muchísimo en materia de personas, pan, metales, fábricas y plantas. No tenemos gran superioridad sobre el enemigo en recursos humanos y en el abastecimiento de pan. Continuar la retirada significa destruirnos a nosotros mismos y a nuestra patria. Cada pedazo de territorio que dejamos al enemigo lo fortalece y nos debilita a nosotros, a nuestras defensas y a nuestra patria. Por eso, debemos dejar de hablar de que podemos retroceder infinitamente so pretexto de que tenemos mucho territorio, que nuestro país es grande y rico, que tenemos una gran población y que siempre tendremos suficiente pan. Hablar así es falso y nocivo. Nos debilita y fortalece al enemigo. Si no paramos la retirada, nos quedaremos sin pan, sin gasolina, sin metales, sin materias primas, sin fábricas ni plantas, sin vías ferroviarias. La conclusión: ya es hora de parar la retirada, ¡ni un paso atrás! Esta debe ser nuestra consigna de ahora en adelante. Necesitamos proteger cada punto fuerte, cada metro de tierra soviética, inquebrantablemente, hasta la última gota de sangre. Debemos aferrarnos a cada centímetro de nuestra patria y defenderlo tanto como sea posible. Nuestra patria vive tiempos difíciles. Tenemos que parar, enfrentar y destruir al enemigo, cualquiera que sea el costo para nosotros. Los alemanes no son tan fuertes como lo claman los apanicados. Sus fuerzas se han tensado hasta el límite. Aguantar sus golpes ahora quiere decir asegurar la victoria en el futuro?1.
Esta combinación de voluntad de acero y una penetrante evaluación de la situación general refleja la clase de liderato que Stalin dio al pueblo durante la guerra. Por ello, se ganó el amor y respeto no sólo de las masas de la tierra del socialismo sino también de las masas del mundo, quienes como Mao dijo, observaban con emoción el drama que se representaba. La consigna ?¡ni un paso atrás!? se transformó en el grito de batalla del Ejército Rojo y un principio-guía de la Batalla de Stalingrado.
Mao escribió: ?La guerra revolucionaria es la guerra de las masas, y sólo puede realizarse movilizando a las masas y apoyándose en ellas? (Citas, p. 91). Ello es verdad no sólo para los soldados en el frente sino también para cada aspecto de la guerra. Toda la población soviética se movilizó y todo se subordinó a las necesidades de combate del Ejército Rojo. En 1941, se fabricaron 6.000 tanques y en 1942, 25.000, a pesar de las inmensas pérdidas del territorio y capacidad productiva.
La defensa de la Unión Soviética fue indudablemente una guerra popular, aunque distinta a la mayoría de las etapas de la guerra popular de China o de las guerras populares que hemos conocido en las últimas décadas. No era, en líneas generales, una guerra de guerrillas. Fue una guerra de movimientos y de posiciones con una enorme cantidad de tropas y municiones que requirió de la acción coordinada de toda las ramas de las fuerzas armadas (infantería, tanques, aviación, artillería, armada, etc.). Esta clase de guerra tiene sus propias particularidades, sus propias leyes, las cuales los líderes políticos y militares necesitan dominar.
Mao destaca la ?actividad consciente del hombre? en la guerra. Es más fácil comprender este hecho en el contexto de la guerra de guerrillas, en que todo depende tanto de la osadía, iniciativa, voluntad de sacrificio y tenacidad de unidades relativamente pequeñas de soldados, pero es igual de verdad en los combates masivos altamente coordinados que tuvieron lugar en la Unión Soviética. Y si alguna vez faltara pruebas de ese principio, fue la batalla de Stalingrado la que lo demostró.
Desde el principio de la guerra, el ejército alemán se sorprendió por el espíritu de combate de los soldados soviéticos. El general alemán Halder escribió: ?En todas partes los rusos lucharán hasta el último hombre. Capitulan sólo de vez en cuando? (p. 33). Beevor comenta: ?El mayor error cometido por los jefes alemanes fue haber subestimado a `Iván', el soldado raso del Ejército Rojo? (p. 33). Es obvio que los soviéticos combatieron como nadie lo había hecho contra la máquina de guerra alemana. Como ilustra el primer año de la guerra, el valor y moral no fueron suficientes. Para desencadenar la ?actividad consciente del hombre?, es necesario aplicar, también, estrategia y tácticas correctas.
STALINGRADO
La Batalla de Stalingrado empezó el 21 de agosto de 1942, cuando el ejército alemán cruzó el río Don que en esa parte del sur de Rusia se encuentra a unas decenas de km del Volga. Dos días después, intensos bombardeos aéreos provocaron una destrucción bárbara en la ciudad. Divisiones de tanques Panzer irrumpieron en la ciudad y llegaron a la ribera del Volga. Según Beevor, de una población de 600.000, murieron 40.000 hombres, mujeres y niños en la primera semana de bombardeos. El 25 de agosto de 1942, ya se había evacuado a la mayoría de los no combatientes en lanchas mientras la aviación alemana realizaba cruentos bombardeos.
Quienes permanecieron en los barrios y fábricas se integraron de lleno al trabajo de defensa. Al norte de la ciudad, estuvo una zona industrial con gran cantidad de fábricas que se habían convertido para la producción militar. La Fábrica de Tractores Dzerzhinski, la fábrica Barricada y la planta Octubre Rojo ahora producían tanques que iban de la línea de montaje directo al frente, que para el 30 de septiembre, estaba a sólo unos minutos de distancia de la zona fabril. El principal mando soviético se trasladó al lado asiático del Volga, hacia el este, que aún estaba firmemente en manos soviéticas. El LXII Ejército soviético estableció posiciones en una estrecha franja del centro de la ciudad; sólo unos cuantos cientos de metros de tierra separaban el Volga y el frente del VI Ejército alemán. Los alemanes se establecieron entre el LXII y el LXIV Ejércitos los cuales habían tomado posiciones en la parte sur de la ciudad. El anterior comandante del LXII Ejército no estaba a la altura del reto y había empezado una retirada hacia el otro lado del Volga. Por ello, el general Vasili Chuikov asumió el mando y ordenó proteger a Stalingrado a toda costa. En ese momento, el LXII Ejército se había reducido a sólo 20.000 efectivos que combatían al grueso del VI Ejército alemán, que bajo las órdenes de Hitler, debía tomar Stalingrado a cualquier costo.
En septiembre, Stalin y el general Zhukov, segundo al mando de las fuerzas soviéticas, elaboraron un gran plan para empantanar al VI Ejército alemán en Stalingrado, mientras las fuerzas soviéticas preparaban una gigantesca contraofensiva para cercar y atrapar a todo el VI Ejército. La operación, con el nombre en clave Urano, se guardó en secreto; Stalin y Zhukov no la trataban por radio o teléfono, ni por medio de un código.
Los soviéticos libraron un encarnizado combate. Se dice que ningún edificio quedó en pie después del bombardeo, pero los soviéticos transformaron los escombros en un campo de muerte para los alemanes. Chuikov formó pequeñas unidades de 6 a 9 efectivos para llevar a cabo combates callejeros. La terminal del tren cambió de bando hasta cinco veces durante la batalla. En un momento, un punto importante del frente fue una bodega de granos, en que los alemanes defendían un piso mientras que los soviéticos defendían los pisos justamente arriba y abajo. Chuikov ordenó a la tropa a permanecer a no más de 50 m, o la distancia de un tiro de granada de mano, del frente enemigo, en todo momento.
En esta clase de tenaz combate cuerpo a cuerpo, las fuerzas soviéticas usaron tácticas que les dieron plena capacidad ?coraje, audacia y autosacrificio? y minimizaron las ventajas de los alemanes, en especial su superioridad en armas y efectivos. Como el Ejército Rojo mantuvo las líneas tan cerca y tan estrechamente entremezcladas con el enemigo, eso hacía difícil que los alemanes bombardearan por aire o usaran artillería sin poner en peligro a sus propios soldados. Chuikov escribió que los soldados alemanes odiaban combatir cuerpo a cuerpo: ?Su moral no lo podía tolerar. No tenían suficiente valor como para mirar al soldado soviético cara a cara. Se podía identificar a un soldado enemigo en su puesto de avanzada desde lejos, especialmente durante la noche, porque constantemente, cada 5 ó 10 minutos, disparaba su metralleta con el fin de reforzar su moral. De esa manera nuestros soldados encontraban a esos `guerreros', se les acercaban sigilosamente y los aniquilaban con una bala o bayoneta? (citado en Obrero Revolucionario, 22 abril 2001). El método de guerra imperialista de bombardear todo, real o imaginario, contribuyó a que los alemanes lanzaran 25 millones de municiones sólo en septiembre, lo que agravó sus problemas de abastecimiento. (No es sorpresa que después de que la Unión Soviética se transformó en país imperialista, sus fuerzas armadas reaccionarias invadieran y ocuparan a Afganistán con un masivo bombardeo exactamente como lo hizo previamente los Estados Unidos en Vietnam. Este es el carácter de clase de la bestia reaccionaria que la hace combatir de esa forma.)
El movimiento de francotiradores del Ejército Rojo el cual popularizó a Zeitov (?La liebre?), entre otros francotiradores, que presenta la película Enemigo al acecho, dio golpes contundentes a la máquina de combate alemán. Los francotiradores que se escondieron en los desagües y en los escombros mataron a un gran número de soldados alemanes. (Zeitov aniquiló a cerca de 200 alemanes, según los registros de la época.) Tuvieron el efecto, según Chuikov, de ?obligar a los alemanes a gatear, no a caminar? (p. 134).
Aunque en la batalla participaron un total de 2.000.000 soldados, una tremenda parte de los combates dependió de escaramuzas, pequeñas unidades y aun individuos. Por ejemplo, durante el cerco unos centenares de soldados defendieron los cerros que dominaban Stalingrado, llamados Mamaev Kurgan. Esos soldados comprendieron la importancia de defender esa posición para la victoria final y eso les infundió una determinación para defender los cerros a toda costa a pesar de una situación que muchas veces parecía insostenible.
Una de las hazañas más celebradas en Stalingrado es la defensa de la casa Pavlov, a nombre del sargento Iakov Pavlov, quien dirigiera un puñado de soldados en la defensa de un edificio ubicado en una posición estratégica en la esquina de una principal avenida. Por 50 días y noches, sin descanso, los soldados alemanes los atacaron, en vano, con artillería, tanques, bombardeos aéreos. Es de notar que la defendió un mosaico de diferentes nacionalidades del pueblo soviético: rusos, ucranianos, uzbekos, tártaros, tadzhikíes, kazakos y otros. Aunque Beevor desconoce con arrogancia el papel de esos ?incultos? combatientes asiáticos, las nacionalidades minoritarias no rusas jugaron un papel vital en la defensa y el abastecimiento de la ciudad y en los contraataques siguientes.
Los defensores de la ciudad llegaron a ser expertos en destruir o estropear tanques alemanes, que fueron tan importantes para los triunfos alemanes en la primera fase de la II Guerra Mundial. Las tácticas eran rodear y atacar a los tanques a una distancia de sólo unos cuantos metros. Huelga decir, esa clase de heroísmo representaba enormes sacrificios: fuentes oficiales soviéticas señalan que el 84% de todos los hombres y mujeres movilizados en Stalingrado fueron muertos, heridos o capturados.
Otro elemento de la defensa fue la inquebrantable unidad entre los oficiales y soldados rasos, un hecho que hace mucho más exasperante la manera en que la película Enemigo al acecho presenta a los comandos soviéticos. Chuikov describe su decisión de no trasladar su puesto de mando a un lugar relativamente más seguro en una isla cercana en el río Volga: ?Esto habría tenido un efecto inmediato sobre la moral de los líderes de las unidades, su personal y todos los combatientes. Nosotros comprendemos... la importancia de no permanecer todo el tiempo en nuestros cuarteles generales e ir con frecuencia a los puestos de observación de las divisiones y regimientos y hasta en las trincheras a fin de que los combatientes vieran con los propios ojos que sus generales ?miembros del Consejo Militar? siempre estaban con ellos?.
En una de las escenas más reaccionarias, Enemigo al acecho presenta a los mandos soviéticos balaceando a sus propios soldados por retirarse. Como la mayoría de la desinformación, toma un gramo de verdad ?el exagerado uso de la coacción? para regar una gran mentira. Una ley de la guerra es que ningún ejército, de ninguna clase, puede tolerar la deserción bajo fuego. Nunca se puede permitir los actos de cobardía egoísta porque ponen en peligro la vida de los otros soldados y el desenlace de la batalla. La guerra es la máxima ?coacción? y el interés de un individuo está subordinado y debe subordinarse al todo. Es verdad que el Ejército Rojo, como los ejércitos en general, tenía órdenes de disparar a cualquier desertor. Por otro lado, concluir de ello que las grandes hazañas del Ejército Rojo pudieran explicarse de alguna manera por alguna clase de miedo o terror, es absolutamente ridículo. Sin embargo, el análisis de Stalin sobre el problema de los desertores y la cobardía tuvo debilidades que reflejaban unos errores a que Mao más tarde criticó.
En el texto de la orden citado arriba, ?¡Ni un paso atrás!?, Stalin da un énfasis desproporcionado a hacer obedecer la disciplina con medios militares. Elogia abiertamente al sistema alemán en la formación de batallones penales, en los cuales a todos aquellos que han desertado se les dio una oportunidad para ?redimirse? combatiendo en las condiciones más difíciles del frente, y llama a formar un sistema similar en el Ejército Rojo. Stalin destacó de manera exagerada la similitud entre los dos ejércitos y la necesidad de hacer obedecer la disciplina y borra el carácter fundamentalmente diferente del Ejército Rojo. Aunque todo ejército requiere de una férrea disciplina militar, cómo obtenerla y garantizarla depende de qué clase gobierna y qué sistema social se refleja en ese ejército. Eso es parte del significado de lo que dijo Mao en su síntesis de la estrategia militar: ?Ellos combaten a su manera y nosotros a la nuestra?.
Para asegurar la disciplina, el ejército dirigido por el proletariado puede aplicar y efectivamente aplica un método diferente al del ejército reaccionario. El Estado socialista puede y debe usar diferentes formas de ?presión? (por ejemplo, el reclutamiento), pero en lo fundamental debe partir de la justeza de su causa, de la conciencia de los soldados y de la solidaridad entre los oficiales y los soldados como fuente de disciplina. Mao señaló: ?El trabajo político es la arteria vital del ejército?. En lo principal y sobre todo eso es lo que Stalin practicó, despertando a las masas y asegurando su unidad y disciplina. Con la práctica de enviar a los más resueltos comunistas de todos los niveles a asumir las tareas más importantes y peligrosas en el frente, el Partido dio un poderoso ejemplo que tuvo un efecto mucho más poderoso que el temor a una corte marcial.
Es más, el ejército mismo está conformado de fuerzas avanzadas, intermedias y atrasadas. Si bien la ideología proletaria es un poderoso motivo para los avanzados, es ingenuo pensar que con llamamientos a un nivel más alto de conciencia, es posible superar el atraso de otros sectores de la tropa con un temor a perder la vida. Claramente, la presión o la fuerza desempeña un papel en toda organización militar y más aún en la batalla, pero aun así, las formas de presión y las políticas que se adoptan varían enormemente de acuerdo a qué clase tenga la dirección. Es interesante estudiar la política sobre deserción llevada a cabo por las fuerzas armadas revolucionarias vietnamitas durante la guerra contra el imperialismo yanqui. Los desertores, hasta reincidentes, fueron reintegrados a sus unidades originales después de haber sido sujetos a agudas críticas por las masas de sus propias aldeas. La política soviética de favorecer la ejecución de los desertores y cobardes parece apoyar el aspecto equivocado (y declarar que las familias de los desertores serían castigadas es totalmente erróneo). Además, la sugerencia de Stalin de formar batallones penales a partir del modelo del ejército alemán es absurda: concentrar a los atrasados con la dirección de los oficiales aún más atrasados no puede generar en absoluto condiciones favorables para la genuina reeducación que se necesita.
SOBRE LA ?GRAN GUERRA PATRIOTICA?
Tanto el libro de Beevor como la película de Annaud tienen la misma explicación básica para el gran heroísmo de los combatientes soviéticos que sale a relucir con vigor, a pesar de las calumnias y distorsiones. Y esa explicación es el patriotismo. En otras palabras, los soldados hicieron lo que ningún otro ejército de Europa simplemente por el odio al agresor extranjero y por el instintivo amor a la patria. Cada Estado europeo movilizó a sus tropas a partir del patriotismo. ¿No había ningún ejército más ?patriota?, o más chovinista, que el del imperialismo francés? Aun así, los soldados y el ejército franceses cayeron en muchísima desgracia durante la II Guerra Mundial.
¿O, quieren decir que hubo algo en particular acerca del patriotismo ruso, que había una cualidad mágica que lo hizo más poderoso que aquél de otros países? Basta recalcar el curso de la I Guerra Mundial, cuando las tropas imperialistas alemanas también invadieron a Rusia, para mostrar cuán hueco es ese argumento. Es sabido que el zar y la burguesía rusa intentaron movilizar a las masas, en especial a los campesinos, con llamamientos a ?defender la patria?. Por otro lado, el ejército ruso sufrió derrota tras derrota en el frente y cundió la desmoralización en su interior. La convocatoria de Lenin a oponerse a la defensa de la ?patria? entonces imperialista y a transformar la guerra imperialista en una guerra civil revolucionaria, jugó un papel decisivo en la movilización de los soldados al lado de los bolcheviques. Convocó a un fin inmediato a la participación de Rusia en la I Guerra Mundial, como parte de la famosa consigna ?tierra, pan y paz? de la Revolución de Octubre.
Así que, ¿cuál fue la diferencia entre la Rusia zarista durante la I Guerra Mundial, y la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial? Un mundo de diferencia. En el segundo caso, una dictadura del proletariado, un Estado en el cual la clase obrera, en alianza con los campesinos y otros trabajadores, gobernaba la sociedad. Los viejos explotadores habían sido derrotados y sometidos a la fuerza, y se habían dado pasos agigantados en la construcción de una nueva economía socialista, no basada en la explotación. Libre de la esclavitud asalariada capitalista, el poder productivo de las masas trabajadoras como nunca antes fue desencadenado y hacía milagros que nunca dejaban de sorprender a los observadores de otros países de la época. (Nota: Fue mucho más tarde, después de la traición revisionista en la Unión Soviética tras la muerte de José Stalin en 1953, que la burguesía se atrevió a vomitar sus mentiras sobre una sociedad ?aterrorizada? por el gobierno comunista. Durante la construcción socialista antes de la II Guerra Mundial, la efervescencia de la sociedad, el entusiasmo revolucionario del pueblo y el enorme apoyo que la URSS recibía de los oprimidos de todo el mundo, fueron tan evidentes y tan fuertes que no admitían tal propaganda. Vemos una similar ?racha de calumnias? de los imperialistas a la China socialista: Sólo después de la derrota del socialismo ahí, pudieron echar pestes al socialismo y revocar veredictos.)
Cuando Hitler atacó a la Unión Soviética en 1941, las masas de ahí como ningún otro país de Europa, tenían algo muy valioso que defender: el Estado socialista que habían arrebatado a la burguesía mediante la Revolución de Octubre y en la cual habían vertido sus energías y esperanzas por una generación. Su defensa distaba de la estrecha propaganda nacionalista de las otras llamadas Grandes Potencias que se oponían a la Alemania imperialista, pero sólo para protegerse (como en el caso del imperio británico) o para expandir (como en el caso del advenedizo imperialismo yanqui) su propia explotación y opresión de los pueblos del mundo.
Al mismo tiempo, un gran número de medidas que tomaron Stalin y los líderes soviéticos hicieron más posible para los enemigos del socialismo esconder el carácter de clase de la guerra popular sostenida por la Unión Soviética. Desde las primeras horas del conflicto, los soviéticos la llamaron la ?gran guerra patriótica?. Fue un recordatorio de lo que se conoce en la historia de Rusia como la ?Guerra Patriótica?, cuando en 1812 Napoleón invadió la Rusia zarista al frente del ejército francés y que al final fue repelido en las puertas de Moscú. La Internacional fue reemplazada por un nuevo himno en los actos oficiales. Se realizó una gran campaña para propagar y realzar el sentimiento patriótico ruso. El cineasta soviético Einstein, reconocido en todo el mundo, hizo una poderosa película que glorifica a Alejandro Nevski, una figura de la historia medieval de Rusia que unió la nación contra los invasores teutones. Otro interesante ejemplo es la Orden #4, firmada por el general Yeremenko, el líder militar del frente del sudoeste y Nikita Jruschov, quien luego fue principal comisario del ejército del sudoeste. La orden aplica la directiva de Stalin, ?¡Ni un paso atrás!?, refiriéndose al ?partido bolchevique, a nuestra nación y a nuestro gran país?. En otras palabras, Jruschov y Yeremenko evocaron por igual a la nación, es decir, a Rusia, así como al país (URSS). Esto es particularmente irónico dada la ubicación estratégica de Stalingrado, uniendo a Rusia con la mayoría de las repúblicas no rusas y dado el gran número de soldados y civiles no rusos que participaron directamente en los combates.
En general, en la línea política soviética de ese tiempo, se combinaron la necesidad de la defensa del Estado socialista y llamamientos al nacionalismo ruso. No hay duda de que los líderes soviéticos tenían una enorme necesidad de unificar a los más amplios sectores posibles de la población. Es difícil encontrar el error en la política de hacer uso de ciertos sentimientos patrióticos, hasta de sectores de la población cuya actitud hacia el socialismo variaba desde tibieza hasta franca hostilidad. Algunos personajes de Enemigo al acecho representan a estas fuerzas atrasadas, tomando parte en una especie de frente único con el régimen soviético contra los invasores fascistas.
No obstante, no queda duda de que el corazón y el alma de los combates soviéticos fueron los comunistas y el proletariado consciente de clase. Saltaron cada brecha y con su ejemplo, dirigieron a otros. Beevor informa, por ejemplo, que durante la Batalla de Stalingrado, una fábrica localizada al este de los Urales, a salvo, producía los famosos tanques T-34. Se decidió solicitar voluntarios de entre los trabajadores de la planta para acompañar a los tanques al frente, como parte del Ejército Rojo. Aunque todos conocían los extremos peligros, en menos de 36 horas se apuntaron 4.363, de los cuales 1.253 eran mujeres.
Durante la guerra, diversos cambios operados en el ejército tendían a fortalecer los métodos y fuerzas burgueses, por ejemplo, la restauración de los rangos y del título ?oficiales? de la época prerrevolucionaria, para los comandantes del Ejército Rojo, hasta entonces tratados como ?camaradas?; la abolición del sistema de mando dual entre comandantes militares y comisarios políticos (al parecer, para deleite de los oficiales de la vieja escuela resentidos por los ?entrometidos? comisarios comunistas). Beevor escribe, textualmente:
?Los generales del Ejército Rojo fueron premiados de modo ostensible. La reciente suspensión del mando dual de comisarios fue coronada con el reestablecimiento formal del rango y la definición de oficial.... las charreteras (símbolos de privilegio que algunas chusmas bolcheviques en 1917 al linchar a los zaristas que las ostentaban se las habían clavado en el cadáver) fueron reestablecidas.... Un soldado en la división de guardas escuchó las noticias sobre las charreteras de un viejo limpiabotas en la estación de tren: `Están usando de nuevo las charreteras ?dijo con indignada incredulidad?. Exactamente como el ejército blanco'. Sus compañeros también quedaron estupefactos cuando les dio las noticias al regresar al tren. `¿Por qué en el Ejército Rojo?', preguntaron? (p. 364).
Rebasa el ámbito de esta reseña analizar cuáles concesiones hechas por Stalin a la burguesía y cuáles métodos eran necesarios debido a las realidades de la guerra. Sin duda, algunos ajustes de las políticas anteriores fueron necesarios y posibles. Por otro lado, es importante ver que tales ajustes, algunos probablemente correctos y otros al parecer cuestionables, tuvieran consecuencias, efectos concretos y muy negativos. Los avanzados se confundieron y se desorientaron, y las tendencias atrasadas tuvieron mayor campo de acción. Es muy difícil, por ejemplo, comprender cómo los llamados al nacionalismo ruso pudieran haber fortalecido la solidaridad de las diferentes nacionalidades de la URSS, las cuales habían sido un pilar de tanta fuerza de la guerra.
Además, algunas ideas incorrectas de Stalin acerca de la naturaleza contradictoria del socialismo hicieron que fácilmente cayera en algunos errores. Los métodos burgueses que el liderato introdujo reforzaron muchísimo a la burguesía al interior del Partido y minaron la fuerza del proletariado en un momento en que éste conquistaba grandes victorias militares. Un buen porcentaje de quienes posteriormente tomaron el Poder y restauraron el capitalismo participaron en los combates, como el Jruschov mismo. Como ministro de Defensa a mediados de los años 1950, el mariscal Zhukov apoyó en una medida importante al golpe de Estado de Jruschov. La burguesía al interior del Partido defendía a Rusia y no los logros del socialismo, y deseaba con vehemencia echarlos al lodo. Más tarde, para legitimar su gobierno, los revisionistas se dedicaron a usurpar el legado de la Gran Guerra Patriótica.
MUJERES
Una característica común de las guerras populares es la participación de las masas de mujeres. Esta fue una verdad conmovedora de la Batalla de Stalingrado. Enemigo al acecho presenta a una heroína del Ejército Rojo, una joven judía cuya familia había sido víctima del exterminio nazi. La película la presenta como un elemento intermedio y no una combatienta comunista avanzada. La verdad es que el papel histórico de cientos de mujeres con conciencia de clase en las líneas del frente caracterizó al Ejército Rojo soviético.
Es verdad que aun las potencias aliadas imperialistas, como Inglaterra y los Estados Unidos, tuvieron que movilizar, por necesidad de la guerra, a las mujeres en diversas actividades relacionadas con la guerra, exactamente como el ejército yanqui hace hoy día. No obstante, un ejército reaccionario refleja una sociedad burguesa y patriarcal que nunca puede desencadenar el potencial de las mujeres. Por otra parte, un ejército popular, como lo fue el Ejército Rojo, no puede existir sin liberar la energía revolucionaria de la mitad femenina de la población. Una guerra popular derrota al enemigo movilizando a las masas y apoyándose en ellas, echando a un lado los obstáculos de opresión, tradición y costumbre que impiden que el pueblo domine la sociedad. Aunque los líderes soviéticos hicieron concesiones a los valores tradicionales rusos, las mujeres de la URSS se movilizaron de acuerdo al espíritu de la Comuna de París, no de Catalina II la Grande2. Al final de la guerra, había más de 246.000 combatientas en el frente, como el regimiento 467 de Guardias Femeninas de Bombardeos Ligeros Nocturnos, de puras mujeres, desde pilotos hasta armeras y mecánicas.
Las mujeres de Stalingrado aniquilaron a muchos soldados fascistas en los combates del frente, y su presencia fue muy desconcertante para los alemanes. Beevor cita una carta de un cabo alemán a su padre: ?Usted siempre me decía: `Sé leal a nuestra bandera, y triunfarás'. Nunca olvidaré estas palabras porque ha llegado el tiempo de que todo hombre sensato en Alemania maldiga la locura de esta guerra. Es imposible describir lo que está pasando aquí. Toda persona en Stalingrado que todavía tienen cabeza y manos, hombres y mujeres, continúa luchando? (p. 192).
La firme defensa de Stalingrado dio resultados. El ejército alemán sufrió muchísimas bajas y, con la llegada del invierno, comenzó a tener graves problemas de aprovisionamiento. Cundió la desmoralización en la tropa, pues había esperado una victoria fácil.
El 10 de noviembre de 1942, después de cuidadosos y urgentes preparativos, se lanzó el contraataque Urano. Todo el VI Ejército alemán fue cercado. De acuerdo a Beevor, muchos soldados soviéticos recuerdan el principio del contraataque como el día más grande de la guerra. El Ejército Rojo asestaba poderosos golpes a las fuerzas alemanas y a sus aliados. Los alemanes estaban atrapados. Por más de dos meses, con la llegada de refuerzos en paracaídas, el VI Ejército alemán resistió. Su comandante, Paulus, rechazó un ultimátum del gobierno soviético para rendirse por su imposible posición. Al final, los alemanes se rindieron el 31 de enero de 1943, cuando Paulus, recién ascendido a mariscal de campo por Hitler, y sus principales oficiales fueron capturados. Los soviéticos tomaron presos a cerca de 80.000 sobrevivientes. En todo el mundo, los pueblos se regocijaban. Aunque la máquina de guerra alemana siguió siendo un fuerte adversario unos años más, la corriente había cambiado. Como Mao escribió, Stalingrado fue el ?punto de viraje de la II Guerra Mundial?3.
Stalingrado sigue siendo una de las más grandes experiencias de la guerra revolucionaria. El proletariado de todo el mundo, con razón, está orgulloso de lo que nuestros antepasados cumplieron en las riberas del Volga. Jamás debemos permitir a nuestros enemigos denigrar o distorsionar la hazaña de esos fatídicos meses cuando se estaba decidiendo el curso de la historia mundial. Y nunca olvidaremos las lecciones de las batallas anteriores de modo que podamos combatir con mayor resolución y efectividad en las batallas por venir.
NOTAS
1. La orden de Stalin se leyó a todo oficial y comisario político del Ejército Rojo. No se divulgó sino hasta los años 1980.
2. Catalina II la Grande fue la zarina de Rusia quien expandió Rusia e impulsó una especie de ?renacimiento?.
3. Los imperialistas yanquis y británicos ocultaron el papel de la URSS en la derrota de Alemania. Cuando la invasión yanqui-británica de Europa continental en mayo de 1944, la suerte del gobierno nazi ya había tocado fin en el frente oriental. En ese momento, los yanquis y británicos se apresuraron a llevar sus tropas a Berlín antes de que llegara el Ejército Rojo, para así tener una posición más óptima para la posguerra.
Nota: En nuestro número anterior, 2000/26, apareció una reseña de una novela de Barbara Kingsolver. Desde entonces, ha salido una edición en español: La Biblia envenenada (C.E.C./Ediciones del Bronce, Barcelona, España).