Monday, August 21, 2006


VIII. LA GUERRA POPULAR

La guerra revolucionaria es la guerra de las masas, y sólo puede realizarse movilizando a las masas y apoyándose en ellas.
Preocupémonos par el bienestar de las masas,
prestemos atención a nuestros métodos de trabajo
(27 de enero de 1934),
Obras Escogidas, t. I.
Cuál es la verdadera muralla de hierro? Son las masas, los millones y millones de hombres que apoyan con toda sinceridad la revolución. Esta es la verdadera muralla de hierro, que ninguna fuerza podrá romper, podrá en absoluto romper. La contrarrevolución no logrará destruirnos; por el contrario, nosotros la destruiremos a ella. Uniendo a los millones y millones de hombres del pueblo en torno al gobierno revolucionario y desarrollando nuestra guerra revolucionaria, podremos aniquilar toda contrarrevolución y tomar el Poder en toda China.
Ibíd.
El más rico manantial de fuerza para librar la guerra está en las masas populares. El Japón se atreve a atropellarnos principalmente porque las masas populares de China no están organizadas. Cuando este defecto sea superado, el agresor japonés se verá rodeado por los centenares de millones de hombres de nuestro pueblo en pie, y, como un búfalo salvaje que irrumpe en un cerco de fuego, se estremecerá de pavor a nuestras solas voces y morirá abrasado en las llamas.
Sobre la guerra prolongada
(mayo de 1938),
Obras Escogidas, t. II.
Como los imperialistas cometen tantos atropellos contra nosotros, tenemos que tratarlos con toda seriedad. No solamente debemos poseer un poderoso ejército regular, sino también organizar contingentes de milicia popular en todas partes, de modo que los imperialistas, en caso de agredirnos, difícilmente puedan moverse un solo palmo en nuestro país.
Entrevista con un corresponsal de la Agencia de Noticias Sinjua
(29 de septiembre de 1958).
Desde el punto de vista de la guerra revolucionaria en su conjunto, la guerra de guerrillas populares y las operaciones del Ejército Rojo, que es la fuerza principal, se complementan como las dos manos del hombre. Contar sólo con la fuerza principal, o sea, el Ejército Rojo, sin desarrollar la guerra popular de guerrillas, significaría luchar con una solo mano. En términos concretas, y especialmente desde el punto de vista de las operaciones militares, cuando hablamos de la población de la base de apoyo como un factor, queremos decir que contamos con un pueblo armada. Esta es la razón fundamental por la cual el enemigo considera peligroso aproximarse a nuestra base de apoyo.
Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria de China
(diciembre de 1936),
Obras Escogidas, t. I.
No cabe duda que el desenlace de una guerra está determinado principalmente por las condiciones militares, políticos, económicas y naturales en que se encuentra cada una de las dos partes beligerantes. Pero no sólo por ellas; está determinado también por la capacidad subjetiva de las partes beligerantes para dirigir la guerra. Un jefe militar no puede pretender ganar la guerra traspasando los limites impuestos por las condiciones materiales, pero si puede y debe esforzarse par vencer dentro de tales límites. El escenario de acción para un jefe militar está construido sobre las condiciones materiales objetivas, pero en este escenario puede dirigir magnificas acciones de épica grandiosidad.
Ibíd.
El objetivo de la guerra no es otro que conservar las fuerzas propias y destruir las enemigas (destruir las fuerzas enemigas significa desarmarlas o privarlas de su capacidad para resistir, y no significa aniquilarlas todas físicamente). En las guerras antiguas, se usaban la lanza y el escudo: la lanza para atacar y destruir las fuerzas enemigas, y el escudo para defenderse y conservarse a si mismo. Hasta hoy, las armas no son más que una extensión de la lanza y el escudo. El bombardero, la ametralladora, el cañón de largo alcance y los gases tóxicos son desarrollos de la lanza, en tanto que el refugio antiaéreo, el casco de acero, las defensas de hormigón y la careta antigás, lo son del escudo. El tanque es una nueva arma que combina las funciones de la lanza y el escudo. El ataque es el medio principal para destruir las fuerzas enemigas, pero no se puede prescindir de la defensa. El ataque se realiza con el objetivo inmediato de aniquilar las fuerzas del enemigo, pero al mismo tiempo para conservar las fuerzas propias, porque si no aniquilas al enemigo, serás aniquilado. La defensa tiene como objetivo inmediato conservar las fuerzas propias, pero al mismo tiempo es un media de complementar el ataque o prepararse para pasar al ataque. La retirada pertenece a la categoría de la defensa y es una continuación de ésta, en tanto que la persecución es una continuación del ataque. Hay que señalar que la destrucción de las fuerzas enemigas es el objetivo primario de la guerra y la conservación de las fuerzas propias, el secundario, porque sólo se puede conservar eficazmente las fuerzas propias destruyendo las enemigas en gran número. Por lo tanto, el ataque, como media principal para destruir las fuerzas del enemigo, es lo primario, en tanto que la defensa, como media auxiliar para destruir las fuerzas enemigas y como uno de los medios para conservar las fuerzas propias, es lo secundario. Es cierto que en la práctica de la guerra, la defensa desempeña el papel principal en muchas ocasiones, mientras que en las demás lo desempeña el ataque, pero si la guerra se considera en su conjunto, el ataque sigue siendo lo primario.
Sobre la guerra prolongada
(mayo de 1938),
Obras Escogidas, t. II.
Todos los principios orientadores de las operaciones militares provienen de un solo principio básico: esforzarse al máximo par conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo. (...) Cómo explicar entonces la promoción del espíritu heroico de autosacrificio en la guerra? Toda guerra impone un precio, a veces sumamente elevado. No se contradice esto con el principio de conservar las fuerzas propias? En rigor no hay contradicción alguna; para decirlo con mayor exactitud, los dos aspectos son contrarios que se complementan. Porque el sacrificio es necesario no sólo para aniquilar las fuerzas del enemigo, sino también para conservar las propias; la no conservación (sacrificio o pago del precio) parcial y temporal es indispensable para la conservación permanente de las fuerzas propias en su conjunto. De este principio básico se desprende la serie de principios que guían todas las operaciones militares, desde los principios de tiro (ponerse a cubierto para conservarse y emplear al máximo la potencia de fuego para aniquilar al enemigo) hasta los principios estratégicos: todos ellos están impregnados del espíritu de ese principio fundamental. Todos los principios relativos a la técnica militar, a la táctica, a las campañas y a la estrategia, están orientados a asegurar la realización de este principio básico. El principio de conservar las propias fuerzas y destruir las del enemigo es la base de todos los principios militares.
Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón
(mayo de 1938),
Obras Escogidas, t. II.
He aquí nuestros principios militares:
1. Asestar golpes primero a las fuerzas enemigas dispersas y aisladas, y luego a las fuerzas enemigas concentradas y poderosas.
2. Tomar primero las ciudades pequeñas y medianas y las vastas zonas rurales, y luego las grandes ciudades.
3. Tener por objetivo principal el aniquilamiento de la fuerza viva del enemigo y no el mantenimiento o conquista de ciudades o territorios. El mantenimiento o conquista de una ciudad o un territorio es el resultado del aniquilamiento de la fuerza viva del enemigo, y, a menudo, una ciudad o territorio puede ser mantenido o conquistado en definitiva sólo después de cambiar de manos repetidas veces.
4. En cada batalla, concentrar fuerzas absolutamente superiores (dos, tres, cuatro y en ocasiones hasta cinco o seis veces las fuerzas del enemigo), cercar totalmente las fuerzas enemigas y procurar aniquilarlas por completo, sin dejar que nadie se escape de la red. En circunstancias especiales, usar el método de asestar golpes demoledores al enemigo, esto es, concentrar todas nuestras fuerzas para hacer un ataque frontal y un ataque sobre uno o ambos flancos del enemigo, con el propósito de aniquilar una parte de sus tropas y desbaratar la otra, de modo que nuestro ejército pueda trasladar rápidamente sus fuerzas para aplastar otras tropas enemigas. Hacer lo posible par evitar las batallas de desgaste, en las que lo ganado no compensa lo perdido o sólo resulta equivalente. De este modo, aunque somos inferiores en el conjunto (hablando en términos numéricos), somos absolutamente superiores en cada caso y en cada batalla concreta, y esto nos asegura la victoria en las batallas. Con el tiempo, llegaremos a ser superiores en el conjunto y finalmente liquidaremos a todas las fuerzas enemigas.
5. No dar ninguna batalla sin preparación, ni dar ninguna batalla sin tener la seguridad de ganarla; hacer todos los esfuerzos para estar bien preparados para cada batalla, hacer todo lo posible para que la correlación existente entre las condiciones del enemigo y las nuestras nos asegure la victoria.
6. Poner en pleno juego nuestro estilo de lucha: valentía en el combate, espíritu de sacrificio, desprecio a la fatiga y tenacidad en los combates continuos (es decir, entablar combates sucesivos en un corto lapso y sin tomar repose).
7. Esforzarse por aniquilar al enemigo en la guerra de maniobras. Al mismo tiempo, dar importancia a la táctica de ataque a posiciones con el propósito de apoderarse de los puntos fortificados y ciudades en manos del enemigo.
8. Con respecto a la toma de las ciudades, apoderarse resueltamente de todos los puntos fortificados y ciudades débilmente defendidas por el enemigo. Apoderarse, en el momento conveniente y si las circunstancias lo permiten, de todos los puntos fortificados y ciudades que el enemigo defienda con medianas fuerzas. En cuanto a los puntos fortificados y ciudades poderosamente defendidos por el enemigo, tomarlos cuando las condiciones para ello hayan madurado.
9. Reforzar nuestro ejército con todas las armas y la mayor parte de los hombres capturados al enemigo. La fuente principal de los recursos humanos y materiales para nuestro ejército está en el frente.
10. Aprovechar bien el intervalo entre dos campañas para que nuestras tropas descansen, se adiestren y consoliden. Los períodos de descanso, adiestramiento y consolidación no deben, en general, ser muy prolongados para no dar, hasta donde sea posible, ningún respiro al enemigo.
Estos son los principales métodos que emplea el Ejército Popular de Liberación para derrotar a Chiang Kai-shek. Han sido forjados por el Ejército Popular de Liberación en largos años de lucha contra los enemigos nacionales y extranjeros, y corresponden completamente a nuestra situación actual. (...) Nuestra estrategia y táctica se basan en la guerra popular y ningún ejército antipopular puede utilizarlas.
La situación actual y nuestras tareas
(25 de diciembre de 1947),
Obras Escogidas, t. IV.
Sin preparación, la superioridad de fuerzas no es superioridad real ni puede haber tampoco iniciativa. Sabiendo esta verdad, una fuerza inferior pero bien preparada, a menudo puede derrotar a una fuerza enemiga superior mediante ataques por sorpresa.
Sobre la guerra prolongada
(mayo de 1938),
Obras Escogidas, t. II.

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