Wednesday, August 16, 2006


PROBLEMAS ESTRATEGICOS DE LA GUERRA
DE GUERRILLAS CONTRA EL JAPON[*]
Mayo de 1938


CAPITULO I
¿POR QUE PLANTEAMOS LA CUESTION DE LA
ESTRATEGIA DE LA GUERRA DE GUERRILLAS?
En la Guerra de Resistencia contra el Japón, la guerra regular es lo
principal y la guerra de guerrillas lo auxiliar. Este punto ya lo hemos
resuelto correctamente. Así, parecería que sólo existen problemas tácticos en
la guerra de guerrillas; ¿por qué entonces planteamos la cuestión de la
estrategia?
Si China fuera un país pequeño donde el papel de la guerra de guerrillas
no fuese sino actuar en coordinación directa y a corta distancia con las
operaciones de las tropas regulares en sus campañas, es evidente que
únicamente existirían problemas tácticos y no problemas estratégicos. Por otra
parte, si China fuera un país tan poderoso como la Unión Soviética, de modo
que cualquier invasor pudiera ser expulsado rápidamente, o, aun demorándose
cierto tiempo su expulsión, aquel no pudiera ocupar extensas zonas, entonces
la guerra de guerrillas también desempeñaría simplemente un papel de apoyo en
las campañas, y claro está, sólo habría problemas tácticos y no problemas
estratégicos.


* En los primeros días de la Guerra de Resistencia contra el Japón, mucha
gente, tanto dentro como fuera del Partido, menospreciaba el importante papel
estratégico de la guerra de guerrillas y depositaba sus esperanzas sólo en la
guerra regular, especialmente en las operaciones de las tropas del Kuomintang.
EL camarada Mao Tse-tung refutó ese punto de vista; además, escribió este
artículo, señalando el camino correcto para el desarrollo de la guerra de
guerrillas contra el Japón. Como resultado de ello, el VIII Ejército y el
Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército, que contaban [cont. en pág. 76. -- DJR]
solamente con algo más de cuarenta mil hombres al comienzo de la Guerra de
Resistencia en 1937, crecieron hasta formar un gran ejército de un millón de
hombres cuando el Japón se rindió en 1905, establecieron muchas bases de apoyo
revolucionarias, desempeñaron un gran papel en la Guerra de Resistencia, y así
impidieron que Chiang Kai-shek se atreviera en ese período a capitular ante el
Japón y a lanzar una guerra civil en escala nacional. En 1946, cuando ésta fue
iniciada por Chiang Kai-shek, el Ejército Popular de Liberación, integrado por
el VIII Ejército y el Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército, era ya lo bastante fuerte
para hacer frente a sus ataques.
pág. 76
La cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas surge en las
siguientes circunstancias: China no es un país pequeño ni equiparable a la
Unión Soviética, sino un país grande pero débil. Este país, grande y débil, se
ve atacado por otro pequeño y fuerte; sin embargo, el país grande y débil se
encuentra en una época de progreso. He aquí el origen de todo el problema. Es
en estas circunstancias que el enemigo ha podido ocupar vastas zonas y que la
guerra ha adquirido un carácter prolongado. El enemigo ocupa extensas zonas de
este inmenso país, pero el Japón es un país pequeño, no posee tropas
suficientes y deja muchos claros dentro de las zonas ocupadas, y por eso,
nuestra guerra de guerrillas contra el Japón consiste, principalmente, no en
operaciones en líneas interiores para coordinarse con las campañas de las
tropas regulares, sino en operaciones independientes en líneas exteriores.
Además, debido al progreso de China, es decir, a la existencia de un Fuerte
ejército y amplias masas populares dirigidos por el Partido Comunista, la
guerra de guerrillas contra el Japón no es una guerra en pequeña sino en gran
escala. De ahí nace toda una serie de problemas, tales como la defensiva
estratégica y la ofensiva estratégica. El carácter prolongado de la guerra y
su consiguiente encarnizamiento han hecho imperativo que la guerra de
guerrillas realice muchas tareas inusitadas. De ahí surgen los problemas de
las bases de apoyo, de la transformación de la guerra de guerrillas en guerra
de movimientos, etc. Por todas estas razones la guerra de guerrillas de China
contra el Japón rebasa los límites de la táctica para llamar a las puertas de
la estrategia, pidiendo que se la examine desde el punto de vista estratégico.
El hecho que merece particular atención es que una guerra de guerrillas tan
extensa y prolongada como ésta constituye un fenómeno enteramente nuevo en
toda la historia de las guerras, que no puede separarse de la época en que
vivimos -- las décadas del 30 y 40 del siglo XX -- ni de la existencia del
Partido Comunista y el Ejército Rojo. Aquí radica el quid de la cuestión. Es
probable que nuestro enemigo aún acaricie
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el sueño dorado de una conquista como la de la dinastía Sung por la dinastía
Yuan y la de la dinastía Ming por la dinastía Ching[1], la de América del
Norte y la India por Inglaterra, la de América Central y del Sur por los
países latinos, etc. Pero, tal sueño no tiene ya valor práctico en la China de
hoy, pues se dan ciertos factores que no concurrieron en aquellos
acontecimientos históricos, siendo uno de ellos el fenómeno totalmente nuevo
de la guerra de guerrillas. Si nuestro enemigo no tiene esto en cuenta, habrá
de pagarlo caro.
Estos son los motivos por los cuales la guerra de guerrillas contra el
Japón, aunque desempeña un papel auxiliar en el conjunto de la Guerra de
Resistencia, debe ser examinada desde el punto de vista estratégico.
Entonces, ¿por qué no aplicar a la guerra de guerrillas los principios
estratégicos generales de la Guerra de Resistencia?
La cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas contra el Japón
está, por cierto, estrechamente ligada a la cuestión de la estrategia de la
Guerra de Resistencia en su conjunto, y ambas tienen mucho en común. Sin
embargo, la guerra de guerrillas difiere de la guerra regular y tiene sus
propias particularidades; de ahí que la cuestión de la estrategia de la guerra
de guerrillas presente numerosos elementos peculiares. No se pueden aplicar,
sin modificaciones, los principios estratégicos generales de la Guerra de
Resistencia a la guerra de guerrillas, que posee características propias.


CAPITULO II
EL PRINCIPIO BASICO DE LA GUERRA ES CONSERVAR
LAS FUERZAS PROPIAS Y DESTRUIR LAS DEL ENEMIGO
Antes de hablar concretamente de la estrategia de la guerra de guerrillas,
es necesario decir unas palabras respecto al problema fundamental de la
guerra.
Todos los principios orientadores de las operaciones militares provienen
de un solo principio básico: esforzarse al máximo por conservar las fuerzas
propias y destruir las del enemigo. En una guerra revolucionaria, este
principio está directamente ligado al principio político fundamental. Por
ejemplo, el principio político fundamental de la Guerra de Resistencia de
China contra el Japón, es decir, su objetivo
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político, es expulsar al imperialismo japonés y establecer una nueva China,
independiente, libre y feliz. Aplicado en el terreno militar, este principio
significa el empleo de fuerzas armadas para defender nuestra patria y expulsar
a los invasores japoneses. Para lograr este objetivo, las tropas deben hacer,
en sus operaciones, todo lo posible tanto por conservar sus propias fuerzas
como por destruir las del enemigo. ¿Cómo explicar entonces el estímulo al
espíritu heroico de sacrificio en la guerra? Toda guerra impone un precio, a
veces sumamente elevado. ¿No se contradice esto con el principio de "conservar
las fuerzas propias"? En rigor no hay contradicción alguna; para decirlo con
mayor exactitud, los dos aspectos son contrarios que se condicionan entre sí.
Porque el sacrificio es necesario no sólo para destruir las fuerzas del
enemigo, sino también para conservar las propias; la "no conservación" parcial
y temporal (sacrificio o pago del precio) es indispensable para la
conservación permanente del todo. De este principio básico se desprende la
serie de principios que guían todas las operaciones militares, desde los de
tiro (ponerse a cubierto y emplear al máximo la potencia de fuego; lo primero
para conservarse, y lo último para aniquilar al enemigo) hasta los
estratégicos: todos ellos están impregnados del espíritu de ese principio
básico. Todos los principios relativos a la técnica militar, a la táctica, a
las campañas y a la estrategia, están orientados a asegurar la realización de
este principio básico. El principio de conservar las fuerzas propias y
destruir las del enemigo es la base de todos los principios militares.


CAPITULO III
SEIS PROBLEMAS ESTRATEGICOS ESPECIFICOS DE LA
GUERRA DE GUERRILLAS CONTRA EL JAPON
Veamos ahora qué orientaciones o principios debemos adoptar en las
operaciones militares de la guerra de guerrillas contra el Japón, para
alcanzar el objetivo de conservar nuestras fuerzas y destruir las del enemigo.
Como en la Guerra de Resistencia (y también en todas las demás guerras
revolucionarias) las guerrillas generalmente surgen de la nada y se
transforman de fuerza pequeña en grande, no sólo deben conservar sus fuerzas
sino también desarrollarlas. En consecuencia, el problema es: ¿qué
orientaciones o principios debemos adoptar
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para alcanzar el objetivo de conservar y desarrollar nuestras fuerzas y
destruir las del enemigo?
En general, las orientaciones cardinales son las siguientes:
1) Iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de
operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión
rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores
dentro de la guerra en líneas interiores;
2) Coordinación con la guerra regular;
3) Creación de bases de apoyo;
4) Defensiva y ofensiva estratégicas;
5) Transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos, y

6) Correctas relaciones de mando.
Estos seis puntos constituyen todo el programa estratégico de la guerra de
guerrillas contra el Japón y son los medios necesarios para la conservación y
desarrollo de nuestras fuerzas, el aniquilamiento y expulsión del enemigo, la
coordinación con la guerra regular y el logro de la victoria final.


CAPITULO IV
INICIATIVA, FLEXIBILIDAD Y PLANIFICACION EN LA
REALIZACION DE OPERACIONES OFENSIVAS DENTRO
DE LA GUERRA DEFENSIVA, OPERACIONES DE DECISION
RAPIDA DENTRO DE LA GUERRA PROLONGADA Y
OPERACIONES EN LINEAS EXTERIORES DENTRO
DE LA GUERRA EN LINEAS INTERIORES
Este tema puede ser tratado en cuatro puntos: 1) relación entre la guerra
defensiva y las operaciones ofensivas, entre la guerra prolongada y las
operaciones de decisión rápida, y entre la guerra en líneas interiores y las
operaciones en líneas exteriores; 2) iniciativa en todas las operaciones; 3)
flexibilidad en el empleo de las fuerzas, y 4) planificación en todas las
operaciones.
Comencemos por el primer punto.
Considerando la Guerra de Resistencia en su conjunto, el hecho de que el
Japón sea un país fuerte y esté a la ofensiva, y nosotros, un
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país débil y a la defensiva, determina que estratégicamente la nuestra sea una
guerra defensiva y prolongada. En lo referente a las líneas en que se realizan
las acciones, el enemigo opera en líneas exteriores, y nosotros, en líneas
interiores. Este es un aspecto de la situación. Pero hay otro que es
justamente el reverso. Las tropas enemigas, aunque fuertes (desde el punto de
vista de ciertas cualidades y condiciones de su armamento y sus efectivos),
numéricamente son débiles, mientras las nuestras, aunque débiles (igualmente,
sólo desde el punto de vista de ciertas cualidades y condiciones de su
armamento y sus efectivos), son numéricamente muy fuertes. Además, hay que
tener en cuenta que el enemigo es una nación extranjera que invade nuestro
país, en tanto que nosotros resistimos a su invasión en nuestro propio suelo.
Todo esto determina la siguiente orientación estratégica: es posible y
necesario realizar campañas y combates ofensivos dentro de la guerra
estratégicamente defensiva, sostener campañas y combates de decisión rápida
dentro de la guerra estratégicamente prolongada, y conducir campañas y
combates en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas estratégicamente
interiores. Esta es la orientación estratégica que debe aplicarse en toda la
Guerra de Resistencia. Y es valedera tanto para la guerra regular como para la
de guerrillas. La única diferencia en lo que concierne a la guerra de
guerrillas consiste en el grado y la forma de su aplicación. En la guerra de
guerrillas, la ofensiva toma generalmente la forma de ataques por sorpresa. En
la guerra regular, si bien deben y pueden utilizarse también estos ataques, el
grado de sorpresa es menor. En la guerra de guerrillas se exige, en una medida
muy grande, la decisión rápida de las operaciones, y los cercos que imponemos
al enemigo durante las campañas y combates en líneas exteriores son muy
pequeños. Todo esto distingue a la guerra de guerrillas de la guerra regular.
Así se ve que, en sus operaciones, las guerrillas deben concentrar la mayor
cantidad posible de fuerzas, actuar secreta y velozmente, atacar al enemigo
por sorpresa y decidir rápidamente los combates; deben evitar por todos los
medios la defensa pasiva, la prolongación de los combates y la dispersión de
sus fuerzas en el momento de emprender una acción. Por supuesto, la guerra de
guerrillas recurre no sólo a la defensiva estratégica sino también a la
defensiva táctica. Esta última comprende, entre otras cosas, las operaciones
de contención y la vigilancia durante los combates, la disposición de fuerzas
para la resistencia en desfiladeros, lugares de difícil acceso, ríos o aldeas,
con el fin de desgastar y agotar al enemigo, y las acciones para cubrir la
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retirada. Pero el principio fundamental de la guerra de guerrillas debe ser la
ofensiva; ésta es, por su carácter, más ofensiva que la guerra regular.
Además, esa ofensiva debe tomar la forma de ataques por sorpresa; en la guerra
de guerrillas es aún menos permisible que en la guerra regular exponernos
haciendo ostentación de nuestras fuerzas. Aunque en algunas ocasiones las
acciones guerrilleras pueden prolongarse varios días, como en el caso de un
asalto a una pequeña fuerza enemiga aislada y privada de todo auxilio, en
general, más deben decidirse los combates con rapidez en la guerra de
guerrillas que en la guerra regular, a causa de que el enemigo es fuerte y
nosotros, débiles. Dado su carácter disperso, la guerra de guerrillas se
extiende por todas partes. Además, muchas de sus tareas, tales como el
hostigamiento, la contención, el sabotaje y el trabajo de masas exigen la
dispersión de las fuerzas; pero una unidad o cuerpo guerrillero debe
concentrar sus fuerzas principales cuando lleva a cabo la tarea de aniquilar
al enemigo, y en especial cuando trata de romper una ofensiva enemiga.
"Concentrar una gran fuerza para golpear a una fuerza enemiga pequeña" sigue
siendo uno de los principios para las operaciones en el campo de batalla de la
guerra de guerrillas.
Así queda claro también que, considerando la Guerra de Resistencia contra
el Japón en su conjunto, no podremos alcanzar los objetivos de nuestra
defensiva estratégica ni vencer definitivamente al imperialismo japonés sino
después de numerosas campañas y combates ofensivos, tanto en la guerra regular
como en la de guerrillas, esto es, después de haber acumulado muchas victorias
en acciones ofensivas. Solamente después de numerosas campañas y combates de
decisión rápida, es decir, una vez que hayamos acumulado muchas victorias por
medio de la decisión rápida en campañas y combates ofensivos, podremos lograr
los objetivos estratégicos de una guerra prolongada: por una parte, ganar
tiempo para aumentar nuestra capacidad de resistencia, y por la otra, acelerar
y a la vez aguardar los cambios en la situación internacional y el
derrumbamiento interno del enemigo, a fin de lanzar una contraofensiva
estratégica y expulsar de China a los invasores japoneses. Hay que concentrar
fuerzas superiores en cada acción y operar en líneas exteriores en toda
campaña o combate, ya sea en la fase de defensiva estratégica o en la de
contraofensiva estratégica, para cercar y destruir las fuerzas enemigas:
cercar una parte de ellas si no podemos cercarlas todas, destruir una parte de
las fuerzas cercadas si no podemos destruir su totalidad, e infligir un
elevado número de bajas a las fuerzas cercadas si no podemos hacerles
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un número grande de prisioneros. Sólo después de muchas de estas batallas de
aniquilamiento podremos hacer que la situación cambie a nuestro favor,
desbaratar definitivamente el cerco estratégico del enemigo, es decir, su plan
de operaciones en líneas exteriores y, finalmente, en coordinación con las
fuerzas internacionales y la lucha revolucionaria del pueblo japonés, cercar a
los imperialistas japoneses y asustarles el golpe de gracia. Estos resultados
se alcanzarán principalmente por medio de la guerra regular, en tanto que la
guerra de guerrillas desempeñará sólo un papel secundario. Pero es común a las
dos la acumulación de muchas pequeñas victorias para hacer de ellas una gran
victoria. Precisamente en esto reside el gran papel estratégico de la guerra
de guerrillas en la Guerra de Resistencia.
Analicemos ahora el problema de la iniciativa, la flexibilidad y la
planificación en la guerra de guerrillas.
¿En que consiste la iniciativa en la guerra de guerrillas? En toda guerra,
las partes beligerantes se disputan la iniciativa en un campo de batalla, en
un teatro de operaciones, en una zona de guerra e incluso en el conjunto de la
guerra, ya que la iniciativa significa la libertad de acción para un ejército.
Todo ejército que, perdida su iniciativa, se ve forzado a la pasividad, deja
de ser libre y corre el peligro de ser derrotado o exterminado. Como es
natural, ganar la iniciativa es más difícil en la defensiva estratégica y en
las operaciones en líneas interiores que en las operaciones ofensivas en
líneas exteriores. No obstante, el imperialismo japonés adolece de dos
debilidades básicas: no tiene tropas suficientes y combate en suelo
extranjero. Más aún, la subestimación de la fuerza de China y las
contradicciones internas entre los militaristas japoneses han conducido al
mando japonés a cometer muchos errores, tales como el aumento paulatino de sus
fuerzas, la ausencia de coordinación estratégica, la Falta de una dirección
principal de ataque en ciertas ocasiones, haber dejado escapar el momento
propicio para algunas operaciones y no haber aniquilado las tropas cercadas.
Todo esto puede ser considerado como la tercera debilidad del imperialismo
japonés. Así, a pesar de la ventaja de estar a la ofensiva y de operar en
líneas exteriores, los militaristas japoneses están perdiendo gradualmente la
iniciativa, por su insuficiencia de tropas (el Japón es un país pequeño, de
limitada población y recursos insuficientes, de tipo imperialista feudal,
etc.), porque combaten en suelo extranjero (su guerra es imperialista y
bárbara, y otros factores) y por su torpeza en el mando. En la actualidad, el
Japón todavía no quiere ni puede concluir la guerra, y su ofen-
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siva estratégica aún no ha terminado; pero la tendencia general demuestra que
su ofensiva no puede pasar de ciertos límites, lo cual es consecuencia
inevitable de sus tres debilidades. El Japón no puede seguir devorando
indefinidamente a China. Llegará el día en que se encuentre en una posición
totalmente pasiva, cuyos signos ya empiezan a verse. China, a su vez, se
encontraba en una posición bastante pasiva al inicio de la guerra, pero,
habiendo adquirido experiencia, comienza ahora a adoptar una nueva
orientación, la guerra de movimientos, es decir, operaciones ofensivas, de
decisión rápida y en líneas exteriores en campañas y combates, lo cual, junto
con la orientación de desarrollar en todas partes la guerra de guerrillas,
está ayudándola a ganar la iniciativa día a día.
La cuestión de la iniciativa es aún más vital para la guerra de
guerrillas. Pues las guerrillas, en su mayoría, combaten en circunstancias muy
difíciles: operan sin retaguardia, se enfrentan con sus débiles fuerzas a las
poderosas fuerzas del enemigo, carecen de experiencia (cuando se trata de
guerrillas recién organizadas), están aisladas unas de otras, etc. No
obstante, en la guerra de guerrillas puede obtenerse la iniciativa, siendo la
condición esencial explotar las tres debilidades del enemigo antes
mencionadas. Sacando partido de la insuficiencia en efectivos de las fuerzas
enemigas (desde el punto de vista de la guerra en su conjunto), las guerrillas
pueden arrebatar y utilizar audazmente vastas zonas como terreno de
operaciones. Aprovechando que el enemigo es un invasor extranjero y lleva a
cabo una política de extrema barbarie, las guerrillas pueden actuar con
audacia para granjearse el apoyo de millones y millones de hombres. Explotando
la torpeza del mando enemigo, las guerrillas pueden dar libre curso a su
ingenio. También las fuerzas regulares deben aprovechar todas estas
debilidades del enemigo como ventajas para vencerlo, pero son las guerrillas
las que han de prestar particular atención a este respecto. A su vez, las
debilidades de las propias guerrillas pueden ser superadas de modo gradual en
el curso de la lucha. Más aún, en ocasiones constituyen precisamente la
condición para conquistar la iniciativa; por ejemplo, justamente porque las
guerrillas son pequeñas, les es fácil operar tras las líneas enemigas
apareciendo y desapareciendo en forma misteriosa, sin que el enemigo pueda
hacer nada contra ellas. Una libertad de acción tan amplia jamás pueden
tenerla los ejércitos regulares masivos.
Cuando el enemigo realiza un ataque convergente desde varias direcciones,
para una unidad guerrillera es difícil mantener la iniciativa
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y fácil perderla. En tal caso, si hace una apreciación incorrecta de la
situación y adopta disposiciones erróneas, caerá fácilmente en una posición
pasiva y, por lo tanto, no podrá desbaratar el ataque convergente del enemigo.
Esto puede ocurrir también cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y
nosotros a la ofensiva. Por consiguiente, la iniciativa es producto de una
correcta apreciación de la situación (tanto la del enemigo como la nuestra) y
de acertadas disposiciones militares y políticas. Una apreciación pesimista,
disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones de
carácter pasivo, nos privarán sin duda de la iniciativa y nos lanzarán a la
pasividad. Del mismo modo, una apreciación demasiado optimista, disconforme
con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones arriesgadas
(injustificadamente arriesgadas), nos privarán de la iniciativa y al Final nos
conducirán al mismo camino que la apreciación pesimista. La iniciativa no es
atributo innato de un genio, sino algo que un jefe inteligente alcanza
mediante un estudio exento de prejuicios y una apreciación correcta de las
condiciones objetivas y gracias a acertadas disposiciones militares y
políticas. De ello se desprende que la iniciativa no es algo ya hecho, sino
que requiere un esfuerzo consciente.
Cuando, a consecuencia de una apreciación y disposiciones erróneas o de
una presión irresistible del enemigo, una guerrilla se ve reducida a una
posición pasiva, su tarea consiste en esforzarse por salir de ella. La forma
de conseguirlo depende de las circunstancias. En muchos casos es necesario
"marcharse". Saber marcharse es uno de los rasgos característicos de la
guerrilla. Marcharse es el medio principal, pero no el único, de escapar a la
pasividad y reconquistar la iniciativa. El momento en que el enemigo ejerce la
máxima presión y en que nosotros afrontamos las mayores dificultades, es con
frecuencia el mismo momento en que las cosas comienzan a volverse contra el
enemigo y a favor nuestro. A menudo, una situación favorable reaparece y la
iniciativa se recupera como resultado de los esfuerzos para "sostenerse un
poco más".
Pasemos ahora a la flexibilidad.
La flexibilidad es la expresión concreta de la iniciativa. El empleo
flexible de las fuerzas es aún más indispensable en la guerra de guerrillas
que en la guerra regular.
Es necesario que los mandos de la guerra de guerrillas comprendan que el
empleo flexible de sus fuerzas es el medio más importante de hacer que la
situación cambie a nuestro favor y de conseguir la iniciativa. El carácter
particular de la guerra de guerrillas exige que las
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fuerzas se empleen en forma flexible, con arreglo a la tarea asignada y a
condiciones tales como la situación del enemigo, el terreno y la población
local. Las principales formas de utilización de las fuerzas son la dispersión,
la concentración y el desplazamiento. Al emplear sus fuerzas, un jefe
guerrillero ha de actuar del mismo modo que el pescador maneja su red: debe
saber echarla y también recogerla. Al echar su red, el pescador tiene que
averiguar bien la profundidad del agua, la velocidad de la corriente y si hay
o no obstáculos. De igual manera, al dispersar sus unidades, el jefe
guerrillero debe tener cuidado de no sufrir pérdidas por ignorancia de la
situación y las acciones equivocadas que de ello se derivan. Así como el
pescador, para recoger la red, debe sostener con firmeza la cuerda, así el
jefe guerrillero ha de mantener el enlace y la comunicación con todas sus
tropas y tener a su disposición una parte suficiente de sus fuerzas
principales. Así como en la pesca es necesario el frecuente cambio de lugar,
también para la guerrilla es necesario desplazarse frecuentemente. La
dispersión, la concentración y el desplazamiento son las tres formas de empleo
flexible de las fuerzas en la guerra de guerrillas.
En general, la dispersión de fuerzas en la guerra de guerrillas o, como
suele decirse, "la división del todo en partes", se aplica principalmente en
los siguientes casos: 1) cuando nos proponernos amenazar al enemigo en un
frente amplio porque este se encuentra a la defensiva y por el momento nos es
imposible combatir con fuerzas concentradas; 2) cuando, en los lugares donde
las fuerzas del enemigo son débiles, nos disponernos a hostigarlo y a realizar
actividades de sabotaje por todas partes; 3) cuando no podemos desbaratar el
ataque convergente del enemigo y tratamos de librarnos de él haciéndonos menos
localizabais; 4) cuando nos vemos obligados a ello por las condiciones del
terreno o las dificultades del avituallamiento, y 5) cuando hacemos trabajo de
masas en una vasta zona. Pero al dispersaron para la acción, cualesquiera que
fueren las circunstancias, debemos prestar atención a lo siguiente: 1) no hay
que realizar una dispersión de fuerzas absolutamente pareja, sino mantener una
parte bastante considerable en una zona conveniente para maniobrar, lo que nos
permitirá estar en condiciones de afrontar cualquier eventualidad y emplearla
en cumplir la principal de las tareas asignadas a las fuerzas dispersadas; 2)
hay que asignar a cada una de las unidades dispersas una misión definida e
indicarle con precisión la zona de operaciones, el plazo para la acción, el
lugar de reunión, los medios de enlace, etc.
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La concentración de fuerzas o, como suele decirse, "la integración de las
partes en un todo", es el método aplicado generalmente para liquidar al
enemigo cuando desata una ofensiva y, a veces, para destruir algunas de sus
fuerzas estacionadas cuando se encuentra a la defensiva. La concentración de
fuerzas no significa concentrarlas en términos absolutos, sino reunir las
fuerzas principales para emplearlas en una dirección importante, mientras se
mantiene o se envía parte de las fuerzas en otras direcciones a fin de
contener al enemigo, hostigarlo, realizar actividades de sabotaje o hacer
trabajo de masas.
Si bien la dispersión o concentración flexible de fuerzas de acuerdo con
las circunstancias es el método principal en la guerra de guerrillas, también
debemos saber desplazar (trasladar) nuestras fuerzas con flexibilidad. Al
sentirse seriamente amenazado por las guerrillas, el enemigo no tardará en
enviar tropas para atacarlas o aplastarlas. Por lo tanto, las guerrillas deben
examinar la situación: si es conveniente, combatir allí donde están; si no,
desplazarse en el momento oportuno y hacerlo rápidamente. A veces, con el
objeto de aplastar a las fuerzas enemigas por separado, las guerrillas,
después de destruir en un lugar a una de esas fuerzas, deben desplazarse de
inmediato a otro para destruir a una nueva fuerza enemiga. En otras ocasiones,
cuando la situación en un sitio resulta desfavorable para el combate, las
guerrillas tienen que romper en seguida el contacto con el enemigo y pasar a
trabar combate en otra parte. Si las fuerzas enemigas constituyen una amenaza
particularmente seria, las guerrillas no deben permanecer por largo tiempo en
un mismo lugar, sino desplazarse con la rapidez del torrente y del viento. En
general, el desplazamiento debe hacerse en secreto y velozmente. A fin de
engañar al enemigo, tenderle un lazo o confundirlo, deben emplearse
constantemente estratagemas tales como amagar en el Este pero atacar por el
Oeste, aparecer ya en el Sur ya en el Norte, tan pronto atacar como alejarse y
operar de noche.
La flexibilidad en la dispersión, en la concentración y en el
desplazamiento es la manifestación concreta de la iniciativa en la guerra de
guerrillas, mientras que la rutina y la rigidez conducen inevitablemente a la
pasividad y causan pérdidas innecesarias. Sin embargo, el mérito de un mando
inteligente no reside en comprender la importancia del empleo flexible de sus
fuerzas, sino en saber dispersarlas, concentrarlas y desplazarlas a tiempo y
conforme a las circunstancias concretas. La capacidad de percibir los cambios
y escoger el momento oportuno para la acción no es fácil de adquirir; sólo
pueden adquirirla quienes realizan un estudio exento de prejuicios e
investigan y refle-
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xionan con diligencia. A fin de que la flexibilidad no se traduzca en acciones
impulsivas, es necesario el examen cuidadoso de las circunstancias.
Pasemos por último a la planificación.
Sin planificación es imposible obtener victorias en la guerra de
guerrillas. Actuar al azar significa jugar a la guerra de guerrillas o ser
profano en la materia. Es siempre menester elaborar de antemano un plan lo más
minucioso posible, tanto para las operaciones de una zona guerrillera en su
conjunto como para las de una unidad o cuerpo guerrillero. Esta es la labor
preparatoria para toda acción. El conocimiento de la situación, la
determinación de las tareas, la disposición de las fuerzas, la instrucción
militar y la educación política, el avituallamiento, el mantenimiento del
equipo, la conquista del apoyo popular, etc., forman parte del trabajo de los
jefes guerrilleros, quienes deben considerar todo ello cuidadosamente,
realizarlo a conciencia y verificar su ejecución. Sin esto, resulta imposible
toda iniciativa, flexibilidad y ofensiva. Es cierto que las condiciones de la
guerra de guerrillas no permiten un grado tan elevado de planificación como
las de la guerra regular, y sería un error intentar elaborar un plan sumamente
minucioso en la guerra de guerrillas. Sin embargo, es necesario planificar en
la forma más minuciosa que permitan las condiciones objetivas, pues debemos
comprender que luchar contra el enemigo no es ningún juego.
Los puntos antes mencionados sirven para explicar el primero de los
principios estratégicos de la guerra de guerrillas: iniciativa, flexibilidad y
planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra
defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y
operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores.
Este es el problema clave en relación a los principios estratégicos de la
guerra de guerrillas. Si se resuelve, la victoria de la guerra de guerrillas,
por lo que respecta a su dirección militar, estará en gran medida garantizada.

Aunque son muchas las cosas de las que se ha hablado hasta aquí, todas
ellas giran en torno a la ofensiva en campañas y combates. La iniciativa puede
alcanzarse de modo determinante sólo después de la victoria en una ofensiva.
Toda operación ofensiva debe organizarse por nuestra propia iniciativa, y no
porque nos veamos obligados a emprenderla. El empleo flexible de las fuerzas
gira en torno al esfuerzo por tomar la ofensiva, y del mismo modo, la
planificación es necesaria principalmente para asegurar el éxito de la
ofensiva. La defensa
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táctica carece de todo sentido si no apoya, directa o indirectamente, una
ofensiva. La decisión rápida se refiere a la duración de una ofensiva, y las
líneas exteriores, a su radio. La ofensiva es el único medio de destruir las
fuerzas enemigas y el medio principal de conservar las fuerzas propias; la
defensa y la retirada puras y simples sólo desempeñan un papel temporal y
parcial en la conservación de las fuerzas propias, y son totalmente inútiles
para destruir las fuerzas enemigas.
El principio arriba señalado se aplica igual, en lo fundamental, tanto en
la guerra regular como en la guerra de guerrillas, sólo con una diferencia de
grado en su forma de realizarse. Pero en la guerra de guerrillas es importante
y necesario tener en cuenta esta diferencia. Es precisamente esa diferencia la
que hace que los métodos de combate de la guerra de guerrillas se distingan de
los de la guerra regular. Si se confunden esas dos formas diferentes en que se
manifiesta el principio, será imposible conducir la guerra de guerrillas a la
victoria.


CAPITULO V
COORDINACION CON LA GUERRA REGULAR
El segundo problema estratégico de la guerra de guerrillas es su
coordinación con la guerra regular. Se trata de aclarar la relación entre la
guerra de guerrillas y la guerra regular en el plano operacional, partiendo de
la naturaleza de las acciones guerrilleras concretas. Comprender tal relación
es muy importante para derrotar de manera efectiva al enemigo.
Existen tres tipos de coordinación entre la guerra de guerrillas y la
guerra regular: coordinación en la estrategia, en las campañas y en los
combates.
El papel que desempeña en la retaguardia enemiga la guerra de guerrillas
en su conjunto -- debilitamiento del enemigo, contención de sus fuerzas y
obstrucción de su transporte --, el estímulo moral que da a las fuerzas
regulares y al pueblo de todo el país, etc., constituyen la coordinación
estratégica de la guerra de guerrillas con la guerra regular. Tomemos como
ejemplo la guerra de guerrillas en las tres provincias del Nordeste. Antes del
estallido de la Guerra de Resistencia de amplitud nacional, no existía,
naturalmente, el problema de la coordinación, pero desde que comenzó la
Resistencia, la
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significación de dicha coordinación se ha hecho obvia. Cada soldado enemigo
que matan las guerrillas del Nordeste, cada bala que hacen gastar al enemigo,
cada soldado que le impiden enviar al Sur de la Gran Muralla, puede
considerarse como una contribución a la Guerra de Resistencia en su conjunto.
También es claro que esas guerrillas producen un efecto desmoralizador en todo
el ejército y el país enemigo, y un efecto alentador en todo nuestro ejército
y nuestro pueblo. Más claro aún es el papel que desempeña la guerra de
guerrillas en la coordinación estratégica a lo largo de los ferrocarriles
Peiping-Suiyuán, Peiping-Jankou, Tientsín-Pukou, Tatung-Puchou,
Chengting-Taiyuán y Shanghai-Jangchou. Las guerrillas no sólo actúan en
coordinación con las fuerzas regulares en la defensiva estratégica de este
momento, cuando el enemigo se encuentra a la ofensiva estratégica; no sólo
actuarán en coordinación con las fuerzas regulares, estorbando las operaciones
del enemigo, cuando éste haya concluido su ofensiva estratégica y pasado a la
consolidación del territorio ocupado, sino que se coordinarán también con las
fuerzas regulares cuando éstas lancen la contraofensiva estratégica, para
expulsar a las fuerzas enemigas y recuperar todo el territorio perdido. El
gran papel de la guerra de guerrillas en la coordinación estratégica no debe
ser ignorado. Deben comprenderlo con nitidez los mandos de las guerrillas así
como los de las fuerzas regulares.
Además, la guerra de guerrillas cumple otro papel: coordinarse con la
guerra regular en las campañas. Por ejemplo, en la campaña de Sinkou, al Norte
de Taiyuán, las guerrillas desempeñaron un notable papel de apoyo, tanto al
Sur como al Norte de Yenmenkuan, al destruir el ferrocarril Tatung-Puchou y
las carreteras que pasan por Pingsingkuan y Yangfangkou. Tomemos otro ejemplo:
después de la ocupación de Fenglingtu por el enemigo, la guerra de guerrillas
(realizada principalmente por fuerzas regulares) que se había extendido por
toda la provincia de Shansí, desempeñó un papel aún más importante al actuar
en coordinación con las campañas defensivas a lo largo de las orillas oeste y
sur del río Amarillo, en las provincias de Shensí y Jonán, respectivamente.
Otro ejemplo: cuando el enemigo atacaba el Sur de la provincia de Shantung, la
guerra de guerrillas en las cinco provincias del Norte de China hizo una
considerable contribución al actuar en coordinación con las campañas de
nuestro ejército en esa parte de Shantung. Para realizar esta tarea, los
dirigentes de cada base de apoyo guerrillera situada detrás de las líneas
enemigas, o los mandos de los cuerpos guerrilleros destacados allí temporal-
pág. 90
mente, deben disponer bien sus fuerzas y, mediante diversos métodos adecuados
al momento y lugar, actuar enérgicamente contra los puntos más vitales y
vulnerables del enemigo, a fin de debilitarlo, contener sus fuerzas,
obstaculizar su transporte, alentar a nuestras tropas que llevan a cabo
campañas en las líneas interiores, y cumplir así con su deber de coordinarse
en las campañas. Si cada zona guerrillera o cada guerrilla actúa sola, sin
prestar atención a coordinarse con las fuerzas regulares en las campañas,
disminuirá la significación de su papel en la coordinación estratégica, aunque
seguirá desempeñando cierto papel de apoyo en la estrategia general. Todos los
mandos de la guerra de guerrillas deben prestar seria atención a este punto. A
fin de poder coordinarse con las fuerzas regulares en las campañas, es
completamente necesario que todas las unidades y cuerpos guerrilleros de
alguna importancia posean equipos de radiocomunicación.
Finalmente, la coordinación con las fuerzas regulares en los combates, o
sea, en sus operaciones en el campo de batalla, es tarea de todas las
guerrillas que actúan en las inmediaciones de un campo de batalla en líneas
interiores. Esto, por supuesto, se aplica sólo a las guerrillas que operan
cerca de las fuerzas regulares o a las unidades regulares encargadas
temporalmente de misiones guerrilleras. En dichos casos, las guerrillas deben
cumplir, de acuerdo con las instrucciones del mando de las fuerzas regulares,
las tareas que se les asignen, tareas que, por lo general, consisten en
contener una parte de las fuerzas del enemigo, obstaculizar su transporte,
efectuar reconocimientos, servir de guía a las fuerzas regulares, etc. Aun en
el caso de que no reciban instrucciones del mando de las fuerzas regulares,
las guerrillas deben realizar dichas tareas por su propia iniciativa. Es
absolutamente inadmisible permanecer indiferentes, no moverse ni combatir o
moverse sin combatir.


CAPITULO VI
CREACION DE BASES DE APOYO
El tercer problema estratégico de la guerra de guerrillas contra el Japón
es la creación de bases de apoyo; su necesidad e importancia se infieren del
carácter prolongado y encarnizado de la guerra. Pues el territorio perdido no
podrá ser recuperado hasta que se lance una
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contraofensiva estratégica en escala nacional; para entonces, el frente
enemigo habrá penetrado profundamente en la zona central del país y la habrá
cortado en dos, de Norte a Sur, y una parte o incluso más de la mitad de
nuestro territorio habrá caído en manos del enemigo y se habrá convertido en
su retaguardia. Tendremos que extender la guerra de guerrillas en toda esa
vasta zona ocupada por el enemigo, convertir en frente su retaguardia y
obligarlo a combatir sin cesar en todo el territorio que ocupe. Mientras no
iniciemos nuestra contraofensiva estratégica ni logremos recuperar el
territorio perdido, será necesario persistir en la guerra de guerrillas en la
retaguardia enemiga, ciertamente por un tiempo bastante largo, aunque no
podemos precisar por cuánto; de ahí que la guerra sea prolongada. A su vez,
para asegurar sus intereses en el territorio ocupado, el enemigo
indudablemente intensificará día a día su lucha contra la guerra de guerrillas
y, especialmente después de que haya cesado su ofensiva estratégica, se
lanzará a una implacable represión de las guerrillas. Así, tanto por el
carácter prolongado de la guerra como por su encarnizamiento, sin bases de
apoyo no podrá sostenerse la guerra de guerrillas detrás de las líneas
enemigas.
¿Qué son, entonces, las bases de apoyo de la guerra de guerrillas? Son las
bases estratégicas en que se apoyan las fuerzas guerrilleras para cumplir sus
tareas estratégicas y lograr el objetivo tanto de conservar y desarrollar sus
fuerzas como de aniquilar y expulsar al enemigo. Sin tales bases estratégicas,
no habrá nada en que apoyarse para ejecutar las tareas estratégicas y alcanzar
el objetivo de la guerra. Operar sin retaguardia es de por sí una
característica de la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas, pues
las fuerzas guerrilleras están separadas de la retaguardia general del país.
Pero, sin bases de apoyo, la guerra de guerrillas no podrá durar mucho ni
desarrollarse; estas bases constituyen precisamente su retaguardia.
La historia registra muchas guerras campesinas hechas a la manera de los
"insurrectos errantes", pero ninguna de ellas tuvo éxito. En la época actual
de comunicaciones y técnica avanzadas, sería aún más infundado pensar que se
puede lograr la victoria luchando a la manera de los "insurrectos errantes".
No obstante, aún hoy existe entre los campesinos arruinados la mentalidad de
"insurrectos errantes", cuyo reflejo en la conciencia de los mandos de la
guerra de guerrillas viene a ser la idea de negar la necesidad de las bases de
apoyo o subestimar su importancia. Por lo tanto, liberar de dicha mentalidad
la conciencia de los mandos de la guerra de guerrillas constituye el requisito
previo
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para determinar la política de creación de bases de apoyo. El problema de si
hay que tener o no bases de apoyo, de si es preciso darles importancia o no,
en otras palabras, la lucha entre la idea de establecer bases de apoyo y la
mentalidad de "insurrectos errantes", puede surgir en toda guerra de
guerrillas, y hasta cierto punto, la que sostenemos contra el Japón no
constituye una excepción. Por consiguiente, la lucha ideológica contra La
mentalidad de "insurrectos errantes" es un proceso indispensable. Sólo cuando
esta mentalidad haya sido totalmente desarraigada y se haya formulado y puesto
en práctica la política de establecer bases de apoyo, se presentarán
condiciones favorables para mantener una guerra de guerrillas por largo
tiempo.
Aclarada la necesidad e importancia de las bases de apoyo, pasemos ahora a
los problemas que es preciso comprender y resolver al establecer esas bases.
Estos problemas son: tipos de bases de apoyo, zonas guerrilleras y bases de
apoyo, condiciones para la creación de bases de apoyo, consolidación y
expansión de las bases de apoyo, y tipos de cerco recíproco entre el enemigo y
nosotros.


1. TIPOS DE BASES DE APOYO
Las bases de apoyo de la guerra de guerrillas contra el Japón son en
general de tres tipos: las de montaña, las de llanura y las de zonas
fluviales, lacustres y de estuarios.
Es de todos conocida la ventaja de establecer bases de apoyo en las zonas
montañosas. A este tipo pertenecen las bases de apoyo que se han establecido,
se establecen o se establecerán en las montañas Changpai[2], Wutai[3],
Taijang[4], Taishan[5], Yenshan[6] y Maoshan[7]. Estas bases de apoyo son los
lugares más idóneos para mantener la guerra de guerrillas contra el Japón por
largo tiempo y constituyen importantes baluartes para la Guerra de
Resistencia. Debemos desarrollar la guerra de guerrillas en todas las zonas
montañosas detrás de las líneas enemigas y crear allí bases de apoyo.
Las llanuras, por supuesto, son menos apropiadas que las montañas, pero de
ningún modo se excluye la posibilidad de desarrollar allí la guerra de
guerrillas o establecer algún tipo de bases de apoyo. EL amplio desarrollo que
ha logrado la guerra de guerrillas en las llanuras de Jopei y del Norte y
Noroeste de Shantung, demuestra que ésta puede desarrollarse en las llanuras.
Si bien aún no existen pruebas de que sea posible establecer allí bases de
apoyo duraderas, se ha
pág. 93
evidenciado que es factible el establecimiento de bases de apoyo temporales, y
debe considerarse también realizable la creación de bases de apoyo para
unidades pequeñas o con carácter estacional. Pues, por una parte, el enemigo
no tiene suficientes tropas a su disposición y sigue una inaudita política de
barbarie, y por la otra, China posee un vasto territorio y una numerosa
población que lucha contra el Japón; esto proporciona las condiciones
objetivas para desarrollar la guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo
temporales en las llanuras. Si, además, nuestro mando es competente, por
supuesto debe ser posible establecer allí bases de apoyo duraderas, aunque no
fijas, para unidades guerrilleras pequeñas[8]. En términos generales, cuando
el enemigo cese su ofensiva estratégica y entre en la etapa de consolidación
de las zonas que haya ocupado, no cabe duda de que lanzará implacables ataques
contra todas las bases de apoyo de la guerra de guerrillas, y las de llanura,
como es natural, serán las primeras en sufrir el peso de esos ataques. Para
entonces, los grandes cuerpos guerrilleros que operen en las llanuras no
podrán continuar luchando allí por mucho tiempo y, según lo exijan las
circunstancias, deberán trasladarse gradualmente a las zonas montañosas; por
ejemplo, de las llanuras de Jopei a las montañas Wutai y Taijang, o de las
llanuras de Shantung a la montaña Taishan y al Este de la península de
Shantung. Pero las condiciones de nuestra guerra nacional no excluyen la
posibilidad de que un gran número de unidades guerrilleras pequeñas se
mantengan dispersas en diversos distritos de las vastas llanuras y adopten la
táctica de operaciones móviles, es decir, el método de trasladar sus bases de
apoyo de un lugar a otro. Es absolutamente posible realizar una guerra de
guerrillas estacional, aprovechando la "cortina verde" de la vegetación alta
en verano y los ríos congelados en invierno. Como el enemigo no está ahora en
condiciones de ocuparse de las llanuras ni podrá hacerlo suficientemente en el
futuro, es del todo necesario que determinemos, para el presente, la
orientación de amplio desarrollo de la guerra de guerrillas y de creación de
bases de apoyo temporales allí, y para el futuro, la de persistir en una
guerra de guerrillas con pequeñas unidades o, al menos, en una guerra de
guerrillas de carácter estacional, y establecer bases de apoyo no fijas.
Hablando objetivamente, la posibilidad de desarrollar la guerra de
guerrillas y establecer bases de apoyo en las zonas fluviales, lacustres y de
estuarios, si bien es menor que en las zonas montañosas, es mayor que en las
llanuras. Las innumerables y dramáticas batallas libradas
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por "piratas" y "bandidos de los ríos" a lo largo de nuestra historia y la
guerra de guerrillas sostenida durante varios años en la zona del lago Jungju
en el período del Ejército Rojo, demuestran que es posible desarrollar la
guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo en las zonas fluviales,
lacustres y de estuarios. No obstante, los partidos y grupos políticos y las
masas que resisten al Japón han prestado hasta ahora poca atención a esta
posibilidad. Es indudable que debemos prestarle atención y comenzar a trabajar
en este sentido, si bien todavía no se han dado las condiciones subjetivas.
Como un aspecto del desarrollo de la guerra de guerrillas a escala nacional,
debemos organizar eficazmente este tipo de guerra en la zona del lago Jungtse
al Norte del río Yangtsé, en la zona del lago Taiju al Sur del mismo río, y en
todas las zonas fluviales, lacustres y de estuarios del territorio ocupado por
el enemigo a lo largo de los ríos y las costas, y crear bases de apoyo
duraderas en dichas zonas y sus cercanías. Pasar por alto este aspecto
equivale a proporcionar al enemigo facilidades de transporte por agua, y
constituye un vacío en nuestro plan estratégico para la Guerra de Resistencia.
Este vacío debe ser llenado a tiempo.


2. ZONAS GUERRILLERAS Y BASES DE APOYO
En una guerra de guerrillas que se sostiene detrás de las líneas enemigas,
hay diferencia entre zonas guerrilleras y bases de apoyo. Las zonas cuyos
alrededores están ocupados por el enemigo, pero cuyas partes interiores no lo
están o han sido recuperadas, como ciertos distritos de la zona de las
montañas Wutai (es decir, la Región Fronteriza de Shansí-Chajar-Jopei) y
algunos sectores de las zonas de las montañas Taijang y Taishan, ya son de por
sí bases de apoyo; valiéndose de estas bases, las unidades guerrilleras pueden
desarrollar con toda facilidad la guerra de guerrillas. Pero la situación es
distinta en otros sectores próximos a esas bases, como por ejemplo, en los
sectores oriental y septentrional de la zona de las montañas Wutai, es decir,
en ciertos sectores del Oeste de Jopei y del Sur de Chajar, y en muchos
lugares situados al Este de la ciudad de Paoting y al Oeste de la ciudad de
Tsangchou, donde las unidades guerrilleras en la etapa inicial de la guerra de
guerrillas no pudieron ocupar todo el territorio y tuvieron que limitarse a
realizar frecuentes asaltos. Se trata de zonas que las guerrillas conservan
solamente mientras permanecen allí y que vuelven
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a las manos del régimen títere una vez se han marchado, y que por consiguiente
no son aún bases de apoyo de la guerra de guerrillas, sino únicamente lo que
se llama zonas guerrilleras. Estas zonas guerrilleras se transformarán en
bases de apoyo cuando hayan pasado por el proceso necesario de la guerra de
guerrillas, es decir, cuando en ellas se haya aniquilado o derrotado a una
gran cantidad de fuerzas enemigas y destruido el régimen títere, cuando se
haya puesto en juego el entusiasmo de las masas, establecido las
organizaciones populares antijaponesas, desarrollado las fuerzas armadas del
pueblo e implantado el Poder antijapones. Por expansión de las bases de apoyo
se entiende la incorporación de estas bases nuevas a las ya creadas.
En algunos lugares, toda la zona de operaciones guerrilleras ha sido desde
el comienzo una zona guerrillera. Puede servir de ejemplo el Este de Jopei. El
régimen títere tiene allí una larga existencia, y desde el principio toda la
zona de operaciones ha sido una zona guerrillera para las fuerzas armadas del
pueblo surgidas de las insurrecciones locales y para los destacamentos
guerrilleros enviados desde las montañas Wutai. Al comienzo de sus
actividades, ellos sólo podían elegir en esa zona algunos sitios favorables
para convertirlos en retaguardia temporal, o sea, bases de apoyo temporales.
Solamente cuando las fuerzas enemigas en estos lugares hayan sido aniquiladas
y el trabajo de movilización de las masas esté en pleno desarrollo, terminará
la situación característica de la zona guerrillera y el territorio se
convertirá en una base de apoyo relativamente estable.
De esto se desprende que la transformación de una zona guerrillera en base
de apoyo es un arduo proceso de creación y su logro depende de la medida en
que sea aniquilado el enemigo y movilizadas las masas populares.
Muchas regiones seguirán siendo zonas guerrilleras durante largo tiempo.
En ellas, por mucho que se esfuerce el enemigo en mantener su control, no
logrará establecer un régimen títere estable, mientras que nosotros, por mucho
que desarrollemos la guerra de guerrillas, no podremos alcanzar el objetivo de
establecer el Poder antijaponés. Ejemplos de este tipo pueden encontrarse en
aquellas regiones próximas a las líneas férreas y grandes ciudades y en
ciertas zonas de llanura, ocupadas por el enemigo.
En cuanto a las grandes ciudades, las estaciones ferroviarias y ciertas
zonas de llanura que el enemigo controla con fuerzas importantes, la guerra de
guerrillas sólo puede extenderse hasta sus alrede-
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dores y no al interior de dichos lugares, donde el régimen títere es
relativamente estable. Este es otro tipo de situación.
Los errores en nuestra dirección o la fuerte presión del enemigo pueden
conducir a un proceso inverso, esto es, una base de apoyo puede convertirse en
zona guerrillera y una zona guerrillera en región bajo ocupación enemiga
relativamente estable. Tales cambios son posibles y los mandos de la guerra de
guerrillas deben mantener una vigilancia especial al respecto.
Así, como resultado de la guerra de guerrillas y de la lucha entre el
enemigo y nosotros, los territorios ocupados por el enemigo se dividirán en
tres tipos: primero, bases de apoyo antijaponesas mantenidas por nuestras
unidades guerrilleras y nuestros órganos de Poder; segundo, zonas que se
encuentran en manos del imperialismo japonés y del régimen títere, y tercero,
zonas intermedias que ambos bandos se disputan, es decir, zonas guerrilleras.
Los mandos de la guerra de guerrillas tienen el deber de ampliar al máximo los
territorios del primero y tercer tipos y reducir al mínimo los territorios del
segundo. Esta es la tarea estratégica de la guerra de guerrillas.


3. CONDICIONES PARA LA CREACION DE BASES DE APOYO
Las condiciones fundamentales para establecer una base de apoyo son:
contar con fuerzas armadas antijaponesas, emplearlas para infligir derrotas al
enemigo y, con ayuda de ellas, movilizar a las masas populares. Así, el
establecimiento de bases de apoyo es, antes que nada, el problema de organizar
fuerzas armadas. Quienes dirigen la guerra de guerrillas deben dedicar todas
sus energías a formar una o más unidades guerrilleras y, en el transcurso de
la lucha, convertirlas gradualmente en cuerpos guerrilleros e incluso en
unidades y agrupaciones regulares. Organizar fuerzas armadas es la clave para
la creación de bases de apoyo. Sin fuerzas armadas o con fuerzas armadas muy
débiles, nada puede hacerse. Esta es la primera condición.
La segunda condición indispensable para establecer una base de apoyo
consiste en infligir derrotas al enemigo empleando las fuerzas armadas y con
el apoyo de las masas populares. Ninguno de los lugares controlados por el
Japón es base de apoyo de las guerrillas sino del enemigo, y evidentemente las
bases del enemigo no podrán ser transformadas en bases de apoyo guerrilleras a
menos que éste sea derrotado. Aun los lugares controlados por las guerrillas
caerán en manos
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del enemigo, si no aplastamos sus ataques, si no lo derrotamos, y en tal caso
tampoco será posible establecer bases de apoyo.
La tercera condición indispensable para establecer una base de apoyo
consiste en dedicar todos nuestros esfuerzos, incluidos los de las fuerzas
armadas, a movilizar las masas en la lucha contra el Japón. En el curso de
esta lucha debemos armar al pueblo, es decir, organizar cuerpos de autodefensa
y guerrillas. En el curso de esta lucha hay que crear organizaciones de masas,
reunir a los obreros, campesinos, jóvenes, mujeres, niños, comerciantes y
profesionales, a medida que crezcan su grado de conciencia política y su
entusiasmo combativo, en las diversas organizaciones necesarias para la lucha
contra el Japón, y ampliar éstas en forma gradual. Sin organización, la fuerza
de las masas populares no puede hacerse sentir en la lucha contra el Japón. En
el curso de esta lucha, debemos liquidar a los colaboracionistas declarados y
encubiertos, tarea que sólo podremos cumplir apoyándonos en la fuerza de las
masas populares. En esta lucha, es de particular importancia movilizar a las
masas populares para establecer o consolidar el Poder local antijaponés. Allí
donde los antiguos órganos chinos de Poder no han sido destruidos por el
enemigo, debemos reorganizarlos y fortalecerlos apoyándonos en las amplias
masas; allí donde han sido destruidos por el enemigo, debemos reconstruirlos
con el esfuerzo de las amplias masas. Estos órganos de Poder deben poner en
práctica la política de frente único nacional antijaponés y unir a todas las
Fuerzas populares para la lucha contra nuestro único enemigo: el imperialismo
japonés y sus lacayos, los colaboracionistas y reaccionarios.
Toda base de apoyo de la guerra de guerrillas sólo puede ser realmente
establecida después que se hayan cumplido en forma gradual las tres
condiciones fundamentales, es decir, después de crear fuerzas armadas
antijaponesas, infligir derrotas al enemigo y movilizar a las masas populares.

Es necesario hablar, además, de las condiciones geográficas y económicas.
En lo que atañe a las condiciones geográficas, ya hemos señalado tres
categorías distintas en la sección "Tipos de bases de apoyo"; aquí solamente
trataremos del requisito principal: la zona debe ser extensa. En
circunstancias en que el enemigo nos cerca por los cuatro lados, o por tres de
ellos, las zonas montañosas, desde luego, ofrecen las mejores condiciones para
establecer bases de apoyo duraderas; pero lo principal es que haya espacio
suficiente que permita maniobrar a las guerrillas, esto es, que la zona sea
extensa. En pre-
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sencia de esta condición, es decir, de una zona amplia, la guerra de
guerrillas se puede desarrollar y sostener incluso en las llanuras, para no
hablar de las zonas fluviales, lacustres y de estuarios. Debido a la
inmensidad del territorio chino y a la insuficiencia de tropas del enemigo, la
guerra de guerrillas en China ya cuenta, en general, con esta condición. Esta
es una condición importante e incluso de primera importancia en lo que
respecta a la posibilidad de sostener una guerra de guerrillas. En países
pequeños, como Bélgica, que carecen de dicha condición, tal posibilidad es muy
pequeña o no existe. Pero en China, esa condición no es algo por alcanzar, ni
un problema por resolver; está allí objetivamente, esperando sólo ser
explotada.
En cuanto a las condiciones económicas, considerándolas como tales, sucede
igual que con las geográficas. Porque no estamos discutiendo el problema del
establecimiento de bases de apoyo en un desierto, donde no hay enemigo alguno,
sino su establecimiento detrás de las líneas enemigas. Adondequiera que llegue
el enemigo, ya viven desde hace tiempo habitantes chinos y hay una base
económica de subsistencia, de modo que no surge la cuestión de elegir
condiciones económicas para establecer una base de apoyo. En todos aquellos
lugares donde hay habitantes chinos y fuerzas enemigas, cualesquiera que sean
las condiciones económicas, debemos esforzarnos al máximo por desarrollar la
guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo permanentes o temporales. Sin
embargo, consideradas desde el punto de vista político, las condiciones
económicas presentan un problema, la política económica, que es vital para el
establecimiento de las bases de apoyo. La política económica a seguir en las
bases de apoyo guerrilleras debe basarse en los principios de frente único
nacional antijaponés, es decir, la distribución racional de las cargas y la
protección del comercio. Los órganos locales de Poder y las guerrillas nunca
deben violar estos principios; de lo contrario, se verán afectados el
establecimiento de las bases de apoyo y el mantenimiento de la guerra de
guerrillas. La distribución racional de las cargas significa que "quien tenga
dinero, que contribuya con dinero", mientras los campesinos deben, dentro de
ciertos límites, proporcionar cereales a las guerrillas. La protección del
comercio exige que éstas observen rigurosamente la disciplina y no se incauten
arbitrariamente de ningún establecimiento comercial, salvo de aquellos que
sean propiedad de colaboracionistas comprobados. Es un asunto difícil, pero
debemos aplicar esta que es ya una política decidida.
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4. CONSOLIDACION Y EXPANSION DE LAS BASES DE APOYO
A fin de encerrar al enemigo invasor en un número reducido de puntos de
apoyo, es decir, en las grandes ciudades y a lo largo de las principales
líneas de comunicación, debemos hacer todo lo posible para extender, desde
nuestras bases de apoyo, la guerra de guerrillas en todas las direcciones y
ejercer presión sobre todos los puntos de apoyo del enemigo, amenazando así su
existencia, sacudiendo su moral y ampliando al mismo tiempo las bases de apoyo
guerrilleras. Esto es completamente indispensable. Para ello es necesario
combatir el conservatismo en la guerra de guerrillas. El conservatismo, sea
que nazca del deseo de una vida tranquila y cómoda o de la sobreestimación de
la fuerza del enemigo, sólo puede ocasionar pérdidas a la Guerra de
Resistencia y perjudicar la guerra de guerrillas y las propias bases de apoyo.
Por otra parte, no debemos olvidar la consolidación de las bases de apoyo; la
tarea principal en este aspecto es movilizar y organizar a las masas y
adiestrar a las unidades guerrilleras y a las fuerzas armadas locales.
Semejante consolidación es necesaria para el mantenimiento de una guerra
prolongada y también para la ulterior expansión de las bases de apoyo, pues
sin consolidación no es posible una expansión vigorosa. Si en la guerra de
guerrillas nos ocupamos únicamente de la expansión y olvidamos la
consolidación, no podremos resistir los ataques del enemigo, y como resultado,
no sólo perderemos el territorio recuperado durante la expansión, sino que
correrá peligro la existencia misma de las bases de apoyo. El principio
correcto es expansión con consolidación, lo que constituye un buen método que
nos permite avanzar en la ofensiva y defendernos en la retirada. Ya que se
trata de una guerra prolongada, ante cada unidad guerrillera se presenta
constantemente el problema de la consolidación y expansión de las bases de
apoyo. La solución concreta de este problema depende de las circunstancias. En
un período dado, puede hacerse hincapié en la expansión, es decir, en la
ampliación de las zonas guerrilleras y el engrosamiento de las guerrillas. En
otro, puede hacerse hincapié en la consolidación, es decir, en organizar a las
masas y adiestrar a las unidades armadas. Ya que la expansión y la
consolidación son de diferente naturaleza, serán por consiguiente distintas
las disposiciones militares así como las tareas correspondientes. Este
problema sólo se puede resolver con éxito dándoles prioridad alternativamente
según el momento y las circunstancias.
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5. TIPOS DE CERCO RECIPROCO ENTRE EL ENEMIGO Y NOSOTROS
Tomando la Guerra de Resistencia en su conjunto, no cabe duda de que nos
encontramos cercados estratégicamente por el enemigo, por cuanto éste se halla
a la ofensiva estratégica y opera en líneas exteriores, mientras que nosotros
estamos a la defensiva estratégica y operamos en líneas interiores. Este es el
primer tipo de cerco que nos impone el enemigo. Debido a que, con relación a
las fuerzas enemigas que desde líneas exteriores avanzan sobre nosotros en
varias columnas, aplicamos el principio de operaciones ofensivas en líneas
exteriores en campañas y combates empleando fuerzas numéricamente superiores,
podemos cercar cada una de estas columnas. Este es el primer tipo de cerco que
imponemos al enemigo. Luego, si se consideran por separado las bases de apoyo
guerrilleras en la retaguardia enemiga, cada una de ellas está rodeada por el
enemigo, ya sea por todos lados, como la zona de las montañas Wutai, ya sea
por tres lados, como la región del Noroeste de Shansí. Este es el segundo tipo
de cerco que nos impone el enemigo. Sin embargo, si consideramos las diversas
bases de la guerra de guerrillas en su vinculación mutua y cada una en su
relación con los frentes de las fuerzas regulares, vemos que, por nuestra
parte, rodeamos a una gran cantidad de fuerzas enemigas. En la provincia de
Shansí, por ejemplo, hemos rodeado el ferrocarril Tatung-Puchou por tres lados
(Este, Oeste y extremo sur) y la ciudad de Taiyuán por todos lados. En las
provincias de Jopei y Shantung también se pueden encontrar muchos ejemplos
similares. Este es el segundo tipo de cerco que imponemos al enemigo. De esta
manera, existen dos tipos de cerco recíproco entre nosotros y el enemigo, más
o menos como en una partida de weichi [9]. Las campañas y combates entre ambos
bandos se asemejan a la toma de piezas, y el establecimiento de puntos de
apoyo por parte del enemigo y de bases de apoyo guerrilleras por la nuestra, a
las jugadas para dominar espacios en el tablero. Es en el problema de "dominar
espacios" donde se revela el gran papel estratégico de las bases de apoyo
guerrilleras en la retaguardia del enemigo. Si se considera este problema
desde el punto de vista de la Guerra de Resistencia, esto significa que las
autoridades militares de la nación, así como los mandos de la guerra de
guerrillas de todas las zonas, deben poner en el orden del día el desarrollo
de la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas y el establecimiento
de bases de apoyo donde sea posible, y llevar esto a la práctica como una
tarea estratégica. Si en el plano internacional logramos crear un
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frente antijaponés en la región del Pacífico, con China como una unidad
estratégica y con la Unión Soviética y otros países que puedan incorporarse a
él como otras tantas unidades estratégicas, tendremos entonces sobre el
enemigo la ventaja de un tipo más de cerco: se creará en la región del
Pacífico una línea exterior desde la cual podremos cercar y aniquilar al Japón
fascista. Desde luego, esto carece de sentido práctico por el momento, pero
tal perspectiva no es imposible.


CAPITULO VII
DEFENSIVA Y OFENSIVA ESTRATEGICAS
EN LA GUERRA DE GUERRILLAS
El cuarto problema estratégico de la guerra de guerrillas concierne a la
defensiva y ofensiva estratégicas. Este es el problema de cómo aplicar
concretamente en la guerra de guerrillas contra el Japón, tanto en la
defensiva como en la ofensiva, el principio de operaciones ofensivas que hemos
expuesto al analizar el primer problema. Dentro de la defensiva estratégica y
la ofensiva estratégica (o, dicho más exactamente, la contraofensiva
estratégica) de amplitud nacional, se producen en cada base de apoyo de la
guerra de guerrillas y en sus alrededores, defensiva y ofensiva estratégicas
en pequeña escala. Con la primera, nos referimos a la situación estratégica
que se crea cuando el enemigo se encuentra a la ofensiva y nosotros a la
defensiva, y a nuestra estrategia para ese período. Con la segunda, nos
referimos a la situación estratégica que surge cuando el enemigo se encuentra
a la defensiva y nosotros a la ofensiva, y a nuestra estrategia para ese
período.


1. DEFENSIVA ESTRATEGICA EN LA GUERRA DE GUERRILLAS
Cuando la guerra de guerrillas, ya iniciada, haya alcanzado cierto
desarrollo, el enemigo atacará inevitablemente las bases de apoyo de la guerra
de guerrillas, especialmente en el período en que haya puesto fin a su
ofensiva estratégica general contra nuestro país y adopte la política de
consolidación del territorio ocupado. Los mandos de la guerra de guerrillas
deben comprender la inevitabilidad de dichos
pág. 102
ataques porque, de lo contrario, estarán totalmente desprevenidos y, frente a
los serios ataques del enemigo, caerán en el pánico y el desconcierto, y sus
fuerzas serán derrotadas.
Para liquidar las guerrillas y sus bases de apoyo, el enemigo recurre con
frecuencia a ataques convergentes. Por ejemplo, hubo cuatro o cinco
"expediciones punitivas" dirigidas contra la zona de las montañas Wutai, y en
cada una de ellas, el enemigo efectuó un avance planificado en tres, cuatro y
hasta seis o siete rutas simultáneamente. Cuanto más se extienda la guerra de
guerrillas, cuanto más importante sea la posición de sus bases de apoyo y más
grave su amenaza para las bases estratégicas y líneas de comunicación vitales
del enemigo, tanto más encarnizados serán los ataques de éste contra las
guerrillas y sus bases de apoyo. Por eso, si el enemigo ataca a las guerrillas
más intensamente en determinada zona, esto demuestra que allí la guerra de
guerrillas ha logrado mayores éxitos y que actúa más eficazmente en
coordinación con las operaciones regulares.
Cuando el enemigo lanza un ataque convergente en varias columnas, el
principio de la guerra de guerrillas consiste en aplastarlo mediante el
contraataque. Tal ataque puede ser fácilmente aplastado si cada una de las
columnas del enemigo en marcha se compone de una sola unidad, grande o
pequeña, carece de fuerzas de apoyo y no puede dejar guarniciones ni construir
blocaos y carreteras a lo largo de su ruta de ataque. En tal caso, el enemigo
se encuentra a la ofensiva y opera en líneas exteriores, en tanto que nosotros
estamos a la defensiva y operamos en líneas interiores. En cuanto a la
disposición de nuestras fuerzas, debemos emplear una pequeña parte para
contener a varias columnas del enemigo y enfrentar la parte principal a una
sola columna, adoptando la táctica de lanzar ataques por sorpresa (sobre todo,
en forma de emboscadas) en campañas o combates y de golpear al enemigo cuando
se encuentre en movimiento. Atacado repetidas veces por sorpresa, el enemigo,
aunque fuerte, resultará debilitado y a menudo se retirará a mitad de camino;
las guerrillas podrán, entonces, volver a atacarlo por sorpresa mientras lo
persiguen y así lograrán debilitarlo aún más. Antes de detener su ataque o
iniciar su retirada, el enemigo ocupa siempre capitales de distrito y poblados
en nuestras bases de apoyo. En ese caso, debemos sitiar esos lugares, cortando
su abastecimiento de víveres y sus vías de comunicación; luego, cuando el
enemigo no pueda mantenerse más y comience a retroceder, aprovecharemos la
oportunidad para perseguirlo y atacarlo. Una vez deshecha una columna enemiga,
debemos trasladar
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nuestras fuerzas para deshacer otra, y aplastando, una por una, a las fuerzas
enemigas, desbarataremos su ataque convergente.
Una gran base de apoyo, como la zona de las montañas Wutai, constituye una
"zona militar", que a su vez se divide en cuatro, cinco o más "subzonas
militares", cada una con fuerzas armadas propias que operan
independientemente. Empleando los métodos de operaciones mencionados más
arriba, con frecuencia estas fuerzas destrozan simultánea o sucesivamente los
ataques enemigos.
En nuestro plan de operaciones para rechazar un ataque convergente
generalmente disponemos nuestras fuerzas principales en líneas interiores.
Pero en caso de contar con fuerzas suficientes, debemos emplear nuestras
fuerzas auxiliares (guerrillas distritales o territoriales o incluso unidades
destacadas de las fuerzas principales) en líneas exteriores, para destruir las
vías de comunicación del enemigo y contener sus refuerzos. Si el enemigo
permanece largo tiempo en nuestra base de apoyo, podemos invertir el método,
es decir, dejar una parte de nuestras fuerzas en la base de apoyo para
aislarlo y hostigarlo, y emplear las fuerzas principales para atacar la zona
de donde ha venido y actuar allí enérgicamente, a fin de inducirlo a retirarse
y atacar a nuestras fuerzas principales. Esta es la táctica de salvar al reino
de Chao sitiando al reino de Wei"[10].
En el curso de las operaciones contra un ataque convergente, los cuerpos
de autodefensa antijaponeses de la población local y todas las organizaciones
de masas deben movilizarse para participar en la lucha y ayudar por todos los
medios a nuestras tropas en las acciones contra el enemigo. Para combatir al
enemigo, son importantes dos cosas: decretar el estado de sitio local y, en la
medida de lo posible, "fortalecer las obras defensivas y limpiar los campos".
La primera tiene por fin reprimir a los colaboracionistas e impedir que el
enemigo obtenga informaciones, y la segunda, apoyar las operaciones
(fortaleciendo las obras defensivas) e impedir que el enemigo obtenga
alimentos (limpiando los campos). "Limpiar los campos" significa aquí recoger
la cosecha cuanto antes, apenas los cultivos están maduros.
Al retirarse, el enemigo a menudo incendia las casas en las ciudades que
ha ocupado y las aldeas situadas en su camino de retirada, con el fin de
devastar las bases de apoyo de la guerra de guerrillas; pero al hacerlo, se
priva de alojamiento y provisiones para su próxima ofensiva, y el daño se
vuelve contra él mismo. Este es un ejemplo concreto que demuestra cómo una y
la misma cosa tiene dos aspectos contradictorios.
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Los mandos de la guerra de guerrillas no deben pensar en abandonar su base
de apoyo para desplazarse a otra, sin haber efectuado repetidos contraataques
para rechazar el serio ataque convergente del enemigo y sin haber llegado a la
convicción de que es imposible desbaratarlo. En tales circunstancias hay que
guardarse del pesimismo. En las zonas montañosas, mientras los dirigentes no
cometan errores de principio, es posible, en general, deshacer los ataques
convergentes del enemigo y retener las bases de apoyo. Solamente en las
llanuras, al verse ante un fuerte ataque convergente, los dirigentes
guerrilleros deben considerar, a la luz de las circunstancias concretas, la
siguiente medida: dejar en la localidad numerosas unidades pequeñas para que
actúen en orden disperso, y trasladar temporalmente los grandes cuerpos
guerrilleros a una zona montañosa, de modo que éstos puedan volver y continuar
sus actividades en las llanuras en cuanto se alejen las fuerzas principales
del enemigo.
Debido a la contradicción entre la vastedad del territorio chino y la
insuficiencia de fuerzas del enemigo, éste, en general, no puede adoptar la
táctica de blocaos que utilizó el Kuomintang en los días de la guerra civil.
Sin embargo, debemos tener en cuenta la posibilidad de que, en cierta medida,
adopte esa táctica contra aquellas bases de apoyo guerrilleras que constituyen
una seria amenaza para sus posiciones vitales; debemos prepararnos para
mantener, incluso en tales circunstancias, la guerra de guerrillas en esas
zonas. Si pudimos mantener la guerra de guerrillas aun en las condiciones de
la guerra civil, no cabe la menor duda de que podemos llevarla adelante,
todavía con mayor éxito, en esta guerra nacional. Pues, aunque el enemigo, en
lo que respecta al poderío militar relativo, pueda lanzar contra algunas de
nuestras bases de apoyo, fuerzas de aplastante superioridad no sólo en calidad
sino también en cantidad, continuará sin solución la contradicción nacional
entre el enemigo y nosotros, y subsistirán las inevitables debilidades del
mando enemigo. Nuestras victorias se basan en el trabajo concienzudo entre las
masas populares y en los métodos flexibles de combate.


2. OFENSIVA ESTRATEGICA EN LA GUERRA DE GUERRILLAS
Después de que hemos desbaratado una ofensiva enemiga y antes de que
comience otra nueva, viene un período en que el enemigo se encuentra a la
defensiva estratégica y nosotros a la ofensiva estratégica.
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En ese período, nuestro principio de operaciones no consiste en atacar a
las fuerzas enemigas que están atrincheradas en posiciones defensivas y que no
tenemos seguridad de derrotar, sino en destruir o expulsar sistemáticamente de
determinadas zonas a las pequeñas unidades japonesas y fuerzas títeres que
nuestras guerrillas son capaces de enfrentar, en extender nuestras zonas,
movilizar a las masas para la lucha contra el Japón, reforzar y adiestrar
nuestras tropas y organizar nuevas guerrillas. Si el enemigo continúa a la
defensiva después de que estas tareas se hayan cumplido en cierta medida,
podremos ampliar aún más las zonas que hayamos ocupado recientemente, atacar
las ciudades y las líneas de comunicación débilmente guarnecidas por el
enemigo, y ocuparlas tanto tiempo como las circunstancias lo permitan. Todas
estas son tareas de la ofensiva estratégica, cuyo propósito es aprovechar el
período en que el enemigo se encuentra a la defensiva, para desarrollar en
forma eficaz nuestras fuerzas armadas y la fuerza de las masas populares, así
como reducir efectivamente las fuerzas del enemigo y prepararnos para aplastar
de modo planificado y enérgico su nueva ofensiva.
Es indispensable el descanso y el adiestramiento de nuestras tropas, y el
mejor momento para ello es aquel en que el enemigo se encuentra a la
defensiva. No se trata de dedicarnos exclusivamente al descanso y
adiestramiento sin ocuparnos de ninguna otra cosa, sino de procurar tiempo
para ello mientras ampliamos nuestras zonas, destruimos pequeñas unidades
enemigas y movilizamos a las masas. Este es también, por lo general, el
momento para resolver el difícil problema de la obtención de provisiones,
mantas, vestuario, etc.
Este es asimismo el momento para destruir en gran escala las líneas de
comunicación del enemigo, obstruir su transporte y prestar ayuda directa a
nuestras fuerzas regulares en sus campañas.
Entonces reina gran júbilo en las bases de apoyo, zonas y unidades
guerrilleras, y las regiones devastadas por el enemigo se rehabilitan
gradualmente y reviven. Las masas populares en los territorios ocupados por el
enemigo también se llenan de contento, y el prestigio de las guerrillas se
extiende por todas partes. En el campo del enemigo y sus lacayos, los
colaboracionistas, crece el pánico y se agrava la desintegración y, al mismo
tiempo, aumenta su odio hacia las guerrillas y las bases de apoyo y se
intensifican los preparativos para hacer frente a la guerra de guerrillas. Por
lo tanto, durante la ofensiva estratégica, los mandos de la guerra de
guerrillas no deben sentirse tan alborozados
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como para subestimar al enemigo y olvidarse de fortalecer la unidad en sus
propias filas y de consolidar las bases de apoyo y las unidades guerrilleras.
En estos momentos deben saber escrutar cada movimiento del enemigo para
descubrir los signos de una nueva ofensiva, a fin de que, una vez que ésta se
desate, puedan poner fin oportunamente a su propia ofensiva estratégica, pasar
a la defensiva estratégica y deshacer, en el curso de ésta, la ofensiva
enemiga.


CAPITULO VIII
TRANSFORMACION DE LA GUERRA DE GUERRILLAS
EN GUERRA DE MOVIMIENTOS
El quinto problema estratégico de la guerra de guerrillas contra el Japón
es su transformación en guerra de movimientos, proceso que es necesario y
posible debido igualmente al carácter prolongado y encarnizado de la guerra.
Tal transformación sería innecesaria si China pudiese derrotar rápidamente a
los invasores japoneses y recobrar pronto el territorio perdido, y si, en
consecuencia, la guerra no fuese ni prolongada ni encarnizada. Pero como, por
el contrario, la guerra es prolongada y encarnizada, la guerra de guerrillas
no podrá adaptarse a una guerra como ésta a menos que se transforme en una
guerra de movimientos. Dada la larga duración y el encarnizamiento de la
guerra, las guerrillas podrán adquirir el temple necesario y convertirse
gradualmente en fuerzas regulares, y, como consecuencia, sus formas de combate
se aproximarán poco a poco a las de las tropas regulares y la guerra de
guerrillas se transformará así en guerra de movimientos. Los mandos de la
guerra de guerrillas deben comprender claramente la necesidad y posibilidad de
esta transformación; sólo de esta manera podrán persistir en la orientación de
transformar la guerra de guerrillas en guerra de movimientos y llevarla a cabo
en forma planificada.
En muchos lugares, como en las montañas Wutai, la actual guerra de
guerrillas debe su crecimiento a los poderosos destacamentos enviados allí por
las tropas regulares. Las operaciones en esos lugares, aunque por lo general
de carácter guerrillero, contienen elementos de guerra de movimientos desde su
mismo comienzo. Estos elementos
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aumentarán gradualmente a medida que se prolongue la guerra. En esto reside la
ventaja de la actual guerra de guerrillas contra el Japón, ventaja que permite
no sólo su rápida expansión, sino también su rápido desarrollo hacia un nivel
superior; por lo tanto, la presente guerra de guerrillas se hace en
condiciones mucho más favorables que las que ha conocido la guerra de
guerrillas en las tres provincias del Nordeste.
Para transformar las unidades guerrilleras que hacen la guerra de
guerrillas en fuerzas regulares que realicen una guerra de movimientos, se
requieren dos condiciones: el aumento del número y la elevación de la calidad.
Además de movilizar directamente al pueblo para que se incorpore a las fuerzas
armadas, el aumento del número puede alcanzarse fusionando unidades pequeñas,
en tanto que la elevación de la calidad depende del temple de los combatientes
y del mejoramiento de su armamento en el curso de la guerra.
Al fusionar pequeñas unidades debemos guardarnos, por una parte, del
localismo, que toma en cuenta exclusivamente los intereses locales e impide la
centralización y, por la otra, de la concepción puramente militar, que deja de
lado los intereses locales.
El localismo existe en las guerrillas y gobiernos locales. Los partidarios
de esta tendencia suelen preocuparse sólo de los intereses locales y olvidan
los generales, o prefieren actuar por su cuenta y no se adaptan a la acción en
grandes unidades. Los dirigentes de las principales unidades guerrilleras o de
los cuerpos guerrilleros deben tener presente esto y adoptar el método de
fusión gradual y parcial, dejando a las autoridades locales un número de
fuerzas que les permitan seguir extendiendo su guerra de guerrillas; deben
hacer que las unidades locales participen en operaciones conjuntas y efectuar
luego la fusión sin romper su propia estructura orgánica ni desplazar a sus
cuadros, de modo que las unidades pequeñas puedan fundirse en las grandes.
En oposición al localismo, la concepción puramente militar es el punto de
vista erróneo sostenido dentro de las fuerzas principales por aquellos que
sólo tratan de aumentar sus propias tropas, sin preocuparse de ayudar a las
fuerzas armadas locales. Esta gente no comprende que la transformación de la
guerra de guerrillas en guerra de movimientos no significa el abandono de la
primera, sino la formación gradual, en el curso del amplio desarrollo de la
guerra de guerrillas, de una fuerza principal capaz de realizar la guerra de
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movimientos, fuerza en torno a la cual deberán existir, como antes, numerosas
unidades guerrilleras que realicen amplias operaciones de guerrillas. Estas
numerosas unidades guerrilleras constituyen las poderosas alas de la fuerza
principal y sirven de reserva inagotable para su continuo crecimiento. Por lo
tanto, si algún mando de la fuerza principal, guiado por la concepción
puramente militar, llega a cometer el error de descuidar los intereses de la
población y del gobierno locales, debe corregirlo para que así el
engrosamiento de esa fuerza y el crecimiento de las fuerzas armadas locales
reciban, uno y otro, la atención que les corresponde.
Para elevar la calidad de las guerrillas es preciso elevar su nivel
político y organizativo, así como mejorar su equipo, su técnica militar y su
táctica y reforzar su disciplina, de modo que gradualmente se formen según el
modelo de las tropas regulares y se libren de sus hábitos guerrilleros.
Políticamente, hay que hacer comprender a los mandos y combatientes la
necesidad de elevar las guerrillas al nivel de las fuerzas regulares,
estimularlos a que se esfuercen por alcanzar esa meta, y garantizar su logro
por medio del trabajo político. En el terreno de la organización, es necesario
cumplir progresivamente todas las exigencias de una agrupación regular en los
siguientes aspectos: organismos militares y políticos, personal militar y
político, métodos de trabajo militar y político, y sistema regular de
aprovisionamiento, de servicios médicos, etc. En materia de equipo, es preciso
obtener un armamento más variado y mejor y aumentar el suministro de los
aparatos de comunicación indispensables. En cuanto a la técnica militar y la
táctica, es necesario elevar las unidades guerrilleras al nivel que exige una
agrupación regular. En lo que atañe a la disciplina, hay que elevar su nivel
hasta tal punto que se observen normas uniformes y que todas las órdenes sean
estrictamente ejecutadas, y hay que eliminar todo relajamiento e indisciplina.
El cumplimiento de estas tareas exige un esfuerzo prolongado, y no se puede
alcanzar de la noche a la mañana; pero ésta es la dirección en que debemos
avanzar. Solamente así puede formarse una agrupación regular en cada base de
apoyo de la guerra de guerrillas, solamente así puede surgir la guerra de
movimientos, que permitirá golpear con más eficacia al enemigo. Es
relativamente fácil conseguir esta meta en lugares donde existen destacamentos
o cuadros enviados por las fuerzas regulares. Por consiguiente, todas las
fuerzas regulares tienen el deber de ayudar a las guerrillas a convertirse en
unidades regulares.
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CAPITULO IX
RELACIONES DE MANDO
El último problema estratégico de la guerra de guerrillas contra el Japón
lo constituyen las relaciones de mando. La correcta solución de este problema
es una de las condiciones para desarrollar felizmente la guerra de guerrillas.

Como las unidades guerrilleras constituyen una forma inferior de
organización armada y se caracterizan por sus operaciones dispersas, los
métodos de mando en la guerra de guerrillas no admiten un grado tan elevado de
centralización como en la guerra regular. Si tratamos de aplicar los métodos
de mando de la guerra regular a la de guerrillas, ésta verá inevitablemente
restringida su gran movilidad y perderá su vitalidad. Un alto grado de
centralización del mando está en directa contradicción con la gran movilidad
de la guerra de guerrillas, en la que no debe ni puede aplicarse un sistema de
mando altamente centralizado.
Sin embargo, esto no significa que la guerra de guerrillas pueda
desarrollarse con éxito sin ningún tipo de mando centralizado. En condiciones
en que se desarrollan simultáneamente una amplia guerra regular y una amplia
guerra de guerrillas, es indispensable coordinar sus operaciones en forma
adecuada; de ahí la necesidad de un mando que coordine las operaciones de una
y otra, es decir, un mando estratégico único ejercido por el Estado Mayor
General de la nación y los comandantes de las zonas de guerra. En una zona o
base de apoyo guerrillera con numerosas guerrillas, hay por lo general uno o
más cuerpos guerrilleros (a veces junto con agrupaciones regulares) que
constituyen la fuerza principal, una cantidad considerable de otras unidades
guerrilleras, grandes y pequeñas, que representan la fuerza auxiliar, y
numerosas fuerzas armadas de la población que no abandonan el trabajo de
producción; las fuerzas enemigas actúan allí contra las guerrillas, por lo
general bajo un comando único y con un plan unificado. Por consiguiente, en
tales zonas guerrilleras o bases de apoyo se presenta el problema de
establecer un comando único, centralizado.
De ahí que el principio de mando en la guerra de guerrillas, opuesto tanto
a la centralización como a la descentralización absolutas, exija
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un mando centralizado en lo estratégico y descentralizado en las campañas y
combates.
El mando estratégico centralizado comprende: a escala nacional, la
planificación y la dirección de la guerra de guerrillas en su conjunto; en
cada zona de guerra, la coordinación de la guerra de guerrillas con la guerra
regular, y en cada zona guerrillera o base de apoyo, la dirección única de
todas las fuerzas armadas antijaponesas. Aquí, la ausencia de coordinación,
unidad y centralización es dañina, y deben hacerse todos los esfuerzos porque
existan. Con relación a los asuntos generales, es decir, a las cuestiones de
orden estratégico, los niveles inferiores deben informar a los superiores y
seguir sus instrucciones para asegurar una acción concertada. Pero la
centralización del mando debe detenerse ahí, ya que sería igualmente
perjudicial exceder este límite inmiscuyéndose en los asuntos concretos de los
niveles inferiores como por ejemplo, en las disposiciones concretas para una
campaña o un combate. Porque tales asuntos concretos deben solucionarse a la
luz de las condiciones específicas, que cambian según el momento y lugar y de
las que no pueden estar al corriente los lejanos mandos superiores. Esto es lo
que se entiende por principio de mando descentralizado en las campañas y
combates. En general, el mismo principio se aplica también para las
operaciones regulares, especialmente cuando los aparatos de comunicación son
insuficientes. En una palabra, estamos por una guerra de guerrillas sostenida
con independencia e iniciativa dentro de una estrategia unificada.
En una base de apoyo guerrillera que constituye una zona militar dividida
en subzonas militares, cada una de las cuales comprende varios distritos,
divididos a su vez en territorios, las relaciones entre los distintos niveles,
desde los comandos de la zona militar y de las subzonas militares hasta los
gobiernos de distrito y territorio, son de subordinación consecutiva, y las
fuerzas armadas están subordinadas a los diferentes niveles de acuerdo con su
carácter. Según el principio enunciado, en las relaciones de mando entre
dichos niveles, la orientación general debe ser trazada por los niveles
superiores, en tanto que las acciones concretas deben ser ejecutadas, a la luz
de las circunstancias específicas, por los niveles inferiores, los cuales
tienen derecho a actuar con independencia e iniciativa. Si un nivel superior
tiene alguna observación que hacer sobre acciones concretas emprendidas por un
nivel inferior, puede y debe expresarla en forma de "instrucciones" pero de
ninguna manera como "órdenes" categóricas. Cuanto más extensa la zona, cuanto
más compleja la situación y mayor la distancia
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entre los niveles superiores y los inferiores, tanto mayor independencia e
iniciativa se deberá permitir a estos últimos en sus acciones concretas, y
tanto más necesario será hacer que esas acciones concuerden fielmente con las
condiciones locales y correspondan a las exigencias de la situación local, de
suerte que los niveles inferiores y el personal local puedan desarrollar su
capacidad para trabajar independientemente, enfrentar situaciones complicadas
y extender con éxito la guerra de guerrillas. Si una unidad o agrupación opera
en forma concentrada, las relaciones de mando se rigen por el principio de
centralización, pues, en este caso, el comando superior está al tanto de la
situación. Pero si esta unidad o agrupación se divide para emprender acciones
dispersas, entonces se aplica el principio de centralización en cuestiones
generales y descentralización en cuestiones concretas, ya que el comando
superior no puede permanecer al corriente de la situación concreta.
La ausencia de centralización donde ésta es necesaria, significa que los
niveles superiores han faltado a su deber y los inferiores se han excedido en
sus atribuciones, lo cual es inadmisible en las relaciones entre los niveles
superiores y los inferiores, especialmente en el terreno militar. Si la
descentralización no se efectúa donde se debe, ello significa monopolización
del poder por los niveles superiores y carencia de iniciativa por parte de los
inferiores, lo cual es igualmente inadmisible en las relaciones entre los
niveles superiores y los inferiores, especialmente en las relaciones de mando
en la guerra de guerrillas. El principio mencionado constituye la única
política correcta para solucionar el problema de las relaciones de mando.

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